Aunque existe una tendencia generalizada a hacer del liderazgo algo más complejo de lo que es en realidad, lo cierto es que el noble arte de liderar es mucho más fácil de lo puede parecer a simple vista.
Para llevar adecuadamente las riendas de un equipo de trabajo (y evitar que éste se desboque), los líderes deben poner en manos de sus subordinados cuatro cosas muy sencillas, las que disecciona a continuación Inc.:
1. Dirección clara (y meridiana)
Proporcionar a su equipo una dirección clara (para saber exactamente qué camino tomar) es el trabajo número uno de un líder. Un buen líder está obligado a compartir objetivos con su equipo y a comunicar tales objetivos con una precisión milimétrica. Cuando la claridad falla, afloran habitualmente la confusión, los desajustes, la frustración y la ausencia de “engagement”.
2. Apoyo
El equipo carga sobre sus espaldas con la mayor parte del trabajo. Por esta razón, el líder debe procurar a los miembros del equipo que dirige todas las herramientas necesarias para ayudarles a toparse de bruces con el éxito. El liderazgo tiene que ver con servir apropiadamente al equipo, y no tanto con rendir pleitesía al jefe. Esto no significa que un superior deba asumir las labores previamente encomendadas a los miembros de su equipo. Significa que debe aprovisionar al equipo de los recursos adecuados y estar disponible si sus subordinados necesitan ayuda.
3. Espacio
Un buen líder debe apoyar a los miembros de su equipo, pero en ningún caso debe cometer el imperdonable pecado del “micromanaging”. Revolotear permanentemente sobre el hombro de los subordinados es no sólo muy frustrante sino también muy desmotivador. El “micromanaging” puede traducirse además en errores porque quienes sufren esta agresiva técnica de liderazgo son víctimas a menudo del estrés. Está bien supervisar de vez en cuando el trabajo de los subordinados, pero una cosa es supervisar y otra muy distinta atosigar permanentemente a los empleados (sin ninguna razón de peso).
4. Elogios
El “feedback” de carácter positivo es vital para que un equipo de trabajo atraviese victorioso la meta del éxito. Pese a que muchos líderes se muestran extraordinariamente cicateros a la hora de dispensar elogios a sus empleados, lo cierto es que la loa (en su justa medida) puede obrar auténticos milagros en los entornos laborales. Al fin y al cabo, aquello que se reconoce (y se felicita adecuadamente) tiende a ser repetido. Y la meta de todo líder es que lo que se hace bien (y se reconoce como tal) se repita.
Fuente: Marketing Directo