Un buen nombre de marca debe ser sencillo, apelar a un target específico, procurar un posicionamiento claro a la empresa, aportar diferenciación y ser adaptable.
Ya sea sobreimpreso en un anuncio, en un envase o en un post en las redes sociales, el nombre de una marca es a menudo la primera impresión que una compañía deja en el consumidor. De ahí la necesidad de elegir un nombre que llame la atención y que se quede pegado como una lapa a la cabeza del consumidor (inevitablemente dispersa ante tantísima saturación).
Para pertrecharse de un nombre adecuado y con verdadero “punch” las marcas deben intentar huir del azar (por ser inevitablemente imprevisible) y desconfiar de lo que les dice su instinto (que resulta a veces demasiado subjetivo).
En el proceso de elección de un nombre de marca las empresas deben mete necesariamente en la coctelera los 5 criterios (certerísimos) que enumera Denise Lee Yohn en un artículo para SmartBrief:
1. Un nombre de marca debería ser fácil, fácil de pronunciar, fácil de comprender y también fácil de deletrear. Se trata de que éste emane confianza y sea fácil de compartir, no de que se traduzca en incertidumbre y confusión. El consumidor difícilmente va a desenfundar la cartera para comprar productos y servicios cuyos nombres ni siquiera comprende adecuadamente.
2. Un nombre de marca debe apelar directamente el target al que se dirige. Y en este sentido debería ser relevante (o al menos intentarlo) para una audiencia muy específica. Si las marcas tratan de conectar con todo el mundo, probablemente acabarán haciendo suyo un nombre tan genérico como poco memorable. Por eso antes de decantarse por un nombre es vital que las marcas tengan muy claro a qué tipo de persona tienen pensado dirigirse (y sólo después elegir un nombre). Un nombre divertido y que se presta, por ejemplo, a una doble interpretación puede ser bueno atrayendo la atención de personas creativas, pero puede eventualmente terminar espantando a un público más serio.
3. Un buen nombre de marca debe posicionar claramente a la empresa que hay parapetada detrás. No es necesario, eso sí, que el nombre sea un descripción literal de lo que ésta ofrece al cliente. “Fast Shoes” hubiera sido, por ejemplo, un nombre apropiado pero profundamente aburrido para Nike cuando la compañía echó a andar allá por 1964. Sin embargo, su fundador Phil Knight optó por un nombre mucho más pegadizo (y portador de muchísimo más valor), el correspondiente a la diosa griega de la victoria.
4. Un nombre de marca debe diferenciar claramente a la compañía que está detrás de sus rivales más directos. Por eso es altamente recomendable huir de nombres que sean mínimamente parecidos a los de la competencia. Se trata de que el nombre destaque entre la multitud y sea memorable.
5. Un buen nombre de marca debe ser fácilmente adaptable a todos los contextos y plataformas. Por esta razón antes de decantarse por un nombre concreto las marcas deben asegurarse de cómo funciona éste pronunciado en voz alta, impreso en papel y sobreimpresionado en diferentes pantallas. Hay que tener asimismo en cuenta la conveniencia (o no conveniencia) del nombre en otros idiomas y países. Las marcas no deben tampoco perder de vista si el nombre seguirá siendo o no adecuado en el futuro, cuando la compañía decida quizás incursionar en otros sectores de actividad.
Fuente: Marketing Directo