En el país se consumen más de mil millones de alfajores por año
Inamovible parece ser su estatus entre las golosinas argentinas: épocas y crisis pasan y el alfajor queda entre los favoritos del kiosco, infaltable en el bolsillo del guardapolvo, en las terminales y estaciones, como souvenir de vacaciones o como tentempié callejero.
Los argentinos comemos 1.000 millones de alfajores al año, unos tres millones por día o 24 unidades por persona por año, según las estimaciones de la Asociación de Distribuidores de Golosinas y Afines (ADGyA), aunque la cifra podría ser bastante mayor porque “existe un mercado informal que modifica el número estimado”, explica Ricardo Lorenzo, gerente de Gestión de la ADGyA.
El principal canal de venta de esta categoría es el kiosco, donde se pueden encontrar alfajores con precios que van desde los $4 a los $20. Es que la categoría, dice Lorenzo, “es una de las de mayor variedad de oferta en cuanto a marcas, sabores, presentaciones, alternativas de precios y gramajes”. En total, el negocio mueve, al menos, $7.800 millones anuales.
Aunque se trata de un mercado muy atomizado, en el que participan muchos pequeños jugadores y se acumulan más de 100 marcas, el share por empresa está liderado por Arcor, con sus alfajores Bon o Bon, Blanco y Negro, Cofler, mini torta Aguila, Tofi y Tatín.
Claudio Ezcurra, gerente de Marketing de la empresa, describe al mercado de los alfajores como “maduro y estable, con un crecimiento promedio de un punto y medio”. Además, agrega el ejecutivo, “es un mercado bastante tradicional, cuyos productos se mantienen a lo largo de los años”. Sin embargo, algunas innovaciones tuvieron repercusión: “Cuando Arcor ingresó a la categoría con marcas de chocolates tradicionales, pasó de no participar a lograr el liderazgo, en términos de volumen”, dice Ezcurra.
La otra gran empresa que juega en este mercado es Mondelez, con las marcas Terrabusi, Milka, Tita, Oreo, Pepitos, Shot y Suchard. “Tenemos 15 tipos de alfajores en sus diferentes sabores y tamaños”, dice Gisela Yajati, gerente senior de Categoría Chocolates Cono Sur. “La variedad de sabores y tamaños colabora para captar a los consumidores pero sin alterar los clásicos, que siguen haciendo historia en las preferencias: el alfajor es un clásico y los clásicos no pasan de moda”, concluye Yajati. Un ejemplo de esta vigencia fue el caso del alfajor Suchard, que la empresa relanzó en 2013.
Ya en los 80, se había dado el boom de los alfajores triples, que llegaron de la mano de la nacional Fantoche. Claudio Messina, gerente de Marketing, divide el mercado entre alfajores blandos y duros: “El 75% corresponde a los blandos, que son mayormente elaborados por empresas nacionales, muchas de ellas pymes. Los duros son el otro 25%, rellenos con mousse en muchos casos y producidos en general por multinacionales”, dice.
Hoy Fantoche tiene también una variedad de alfajores “mini”, que, sumada a los simples y triples, redondea una producción de 700.000 unidades diarias en su planta de Lugano.
Otras dos marcas líderes en este mercado son Jorgito y Guaymallén. La primera nació en la década del 60 y se expandió gracias a la entonces novedosa estrategia de vender en los colegios y en las canchas de fútbol. Guaymallén conquistó los sectores populares vendiéndose a precios muy económicos en terminales de ómnibus y trenes.
Un informe de la consultora CCR, publicado en 2015, mostró que el 65,5% de los alfajores se compra en kioscos, el 17,5% en autoservicios y mayoristas y el 17% en hipermercados, supermercados y cadenas de descuento.
Aunque el consumo se extiende en todos los grupos sociales, el momento de la vida donde más intensamente se comen alfajores coincide con la escolaridad. “En el caso de los chicos, la demanda copia el calendario escolar”, dice Guillermo Ratto, jefe de Producto en Arcor. “El alfajor articula muy bien como colación en el recreo y es avalado por las madres”, explica.
Según Messina, “el 80% de los alfajores es consumido por niños y adolescentes de 8 a 18 años”. Sin embargo, dice, “cada vez vendemos más en verano”.