La profesión del arquitecto ha cambiado, y así necesariamente lo hace su formación. Nuevas herramientas y posibilidades se suman a una visión de la ciudad que está cambiando, generando nuevas necesidades tanto de parte de los clientes como de los especialistas.
Sin embargo, hay que aclarar que los cambios en la profesión del arquitecto dependen muchísimo de la ubicación de éste en las diversas sociedades. La arquitectura sigue a la economía, en cuanto a que todo hecho arquitectónico plasmado en una obra es el resultado de una decisión económica. La arquitectura sin construir no existe, no es un dibujo, sino que es una concreción. Hay muchos colegas que piensan lo contrario: un proyecto dibujado ya es arquitectura. Entonces, no hay un impedimento económico. Pero hay que tener presente que en la Argentina el arquitecto está menos requerido que en países donde se construye con más virulencia y hay más inversión.
Ejemplo de esto es Brasil que tiene un requerimiento específico por superpoblación, que se suma a un súper-territorio, y también está Uruguay que cuenta con el fenómeno de las inversiones turísticas. En la Argentina no hay mucha construcción y hay poca demanda de arquitectos a pesar de que se ven obras.
También la profesión ha cambiado mucho en función de los materiales y de las técnicas de representación. La posibilidad de visualizar una obra y pensarla a través de los sistemas con los cuales uno trabaja permite tener más imaginación y más respuestas, que se abran distintas alternativas.
Uno de los detalles más importantes es que se ha globalizado la profesión, se puede trabajar desde un lugar lejano y para culturas diferentes. Los medios de comunicación son enormes, ahora el problema es que existe la necesidad del contacto, pero hoy se puede trabajar en cualquier parte del mundo y entrar en relación vía distintos programas. Esto ha cambiado la profesión.
La actitud del arquitecto, dentro del conjunto de actores que tiene la construcción como hecho económico, también se modificó. Antes se pensaba en el arquitecto como el centro de cualquier desarrollo económico, el profesional era como el punto de convergencia. En este momento pienso que ha perdido un poco esa figura; hoy son los financistas y los bancos los que realmente tienen el dinero. Y la ley del mercado es clara: el que paga manda.
Adaptarse a la nueva realidad es uno de los mayores trabajos en la actualidad.