Las dificultades por las cuales está pasando la economía de Brasil ya no son un misterio. Al cierre de 2014 la economía mostró un fundamentalmente nulo crecimiento del PIB, con una inflación de 6,4%, muy cercana al techo del rango meta y otros desequilibrios. Entre estos últimos destaca el déficit fiscal de 6,7% del PIB y el déficit de cuenta corriente de la balanza de pagos, de 4,2% del PIB. El inicio de año y de un nuevo gobierno no ha mejorado la situación. Por un lado la actividad no repunta, por ejemplo el IBC-Br, que es un indicador mensual similar al PIB, mostró una baja de 1,75% en enero comparado con enero de 2014, mientras que el déficit de la cuenta corriente está estable. Adicionalmente, la inflación ha aumentado fuertemente hasta 7,7% en febrero, en parte debido a que el país necesita correcciones de precios hacia el alza, para reducir subsidios. Si bien esta política mejora la situación fiscal y corrige distorsiones microeconómicas, tienen efectos negativos en la inflación, aunque de manera transitoria.
Lo que está sucediendo con el tipo de cambio muestra similarmente una situación en la cual la mejora en un indicador se obtiene a través del empeoramiento de la inflación. En efecto, dada la situación en Brasil y exacerbada por la fortaleza del Dólar de los EEUU, se ha producido una fuerte depreciación del Real. El beneficio de esta caída de valor de la moneda brasilera es la mejora que debiera producir en su déficit de cuenta corriente, pero nuevamente debiera generar también un aumento en la inflación. El efecto inflacionario debiera ser relativamente acotado, sin embargo, así como transitorio si es que la depreciación se modera o detiene, como sería de esperar. La economía de Brasil es comparativamente menos abierta que aquella de México o Chile, por ejemplo, por lo que el efecto de la depreciación sobre los precios internos no debiera ser demasiado importante.
Las dificultades macroeconómicas se han reflejado negativamente en el mercado laboral, a pesar de que las cifras de desempleo mostraron una tendencia a la baja durante gran parte de 2014. En efecto, esta trayectoria aparentemente favorable se debió a una baja persistente en la población económicamente activa y no a la creación de empleos. De hecho, en los últimos doce meses la creación de empleos fue básicamente nula.
En estas circunstancias aún con un país unido y sin otros shocks negativos la situación económica sería muy compleja. Lamentablemente, varios eventos recientes han configurado lo que se podría llamar una “tormenta perfecta”, si bien algunos elementos de ésta parecen estar dando un respiro. En efecto, las elecciones presidenciales fueron bastante estrechas y además los estados, en especial los de alta importancia económica, están gobernados por varios partidos políticos diferentes y con visiones muy distintas respecto de las medidas apropiadas a tomar. Adicionalmente el escándalo de corrupción en Petrobras, que causa un fuerte daño a la actividad económica de manera directa a través de su efecto en la empresa misma y sus proveedores; también ha provocado lo que se puede describir como una crisis política de envergadura. A su vez, la fuerte pérdida de popularidad de la Presidenta Rouseff ha provocado que algunos analistas internacionales se pregunten si las medidas de ajuste económico serán mantenidas, lo que agrega incertidumbre. Por si todo lo anterior no fuese suficiente, la escasez de agua ha provocado temores de racionamiento no sólo eléctrico sino que incluso del agua misma, si bien este factor parece estar dando un respiro al menos en Sao Paulo.
Pese a todo este escenario complejo, creemos que sí hay luz al final del camino por varias razones. En primer lugar el equipo económico cuenta con amplia credibilidad en los mercados y el plan que se ha comenzado a implementar parece el adecuado para enfrentar una situación muy compleja. Por ejemplo la meta de ajuste fiscal es de lograr un superávit primario de 1,2% del PIB durante el presente año, lo que sería una mejora muy importante respecto del déficit del año anterior. Considerando que los costos del servicio de la deuda están en torno al 6% del PIB, este ajuste llevaría a Brasil a un déficit en torno al 5% o algo menos, todavía elevado pero manejable especialmente porque de darse estaría marcando una trayectoria decreciente. Las medidas para lograrlo están siendo aplicadas, por lo que las perspectivas son optimistas.
La depreciación del Real implica una mayor competitividad de la economía a nivel global, lo que debiera contribuir a un menor déficit en la cuenta corriente. Esto será especialmente importante si como creemos el efecto sobre los precios domésticos es acotado, por ejemplo, por debajo de un 20% de impacto. Mientras tanto, el Banco Central está actuando de acuerdo a la inflación, es decir, aplicando una política monetaria contractiva. Lo esperable entonces, si es que el curso de la política económica se mantiene y no hay otros shocks negativos, es que si bien el 2015 será un año muy complejo el 2016 debiera ser el inicio de una recuperación. Al mismo tiempo, será importante lograr un aumento en las tasas de ahorro e inversión, lo cual podría ocurrir en la medida que las personas tanto en Brasil como fuera del país, recuperen la confianza en la economía.
En conclusión, los efectos negativos del plan económico deberían ser transitorios, mientras que los efectos positivos debieran ser permanentes, en especial si se produce una mejora en la confianza de las personas. Si bien esto último es difícil de predecir, al menos existe un amplio espacio de mejora, toda vez que los niveles actuales de confianza son similares a aquellos de los peores momentos de la crisis global de 2008.