Inicio Empresas y Negocios Burocracia organizacional, desde la Antigua China hasta la caída de Enron

Burocracia organizacional, desde la Antigua China hasta la caída de Enron

El examen sin fallas de Kuei Hsing ganó el concurso público para ingresar a los altos niveles de la burocracia china, pero al emperador no le agradó la cara de este aplicado muchacho y con legítima crueldad le negó el ingreso a su servicio y una carrera que lo llevaría, sin dudas, al prestigioso cargo de mandarín.

Desencantado, el joven se arrojó al mar desde un acantilado. Cuando se hundía alejándose de este mundo cruel, una tortuga gigante lo alzó y lo llevó a los cielos.

Desde entonces, Kuei Hsing forma parte del panteón chino, es el dios al que se encomiendan los funcionarios públicos. No hay expediente, por pequeño que sea, que no pase por su atenta mirada.

A quien juzgue un exceso la existencia de un dios de la burocracia, le bastará con admitir que la gigantesca y superpoblada China no hubiese sobrevivido a la desaparición de este cuerpo administrativo.

Funcionarios y soldados

El Celeste Imperio se consolidó con la gestión de sabios administradores mientras Roma apostaba a sus generales.

La doctrina de Confucio le dio una ética y una cultura organizacional a esta sólida institución formada durante el reinado de la dinastía Han, doscientos años antes de nuestra era.

Al mismo tiempo, Escipión el Africano acababa en la batalla de Zampa con Cártago, la única nación que podía competir con Roma. El Mediterráneo pasó a ser Mare Nostrum y Occidente, también.

En el segundo milenio siguen llegando turistas de todo el mundo para admirar las ruinas de Roma, mientras tanto, y mal que les pese a Marx y a Mao, aún hoy rigen en China los burócratas profesionales.

Burocracia

Toda burocracia viene con sus funcionarios, quienes ejercen el poder por cuenta y orden de otro u otros.

El poderoso, por necesidad, deseo o desidia, renuncia a la administración del poder y delega este ejercicio cotidiano en un cuerpo especializado. Burocracia y administración son, casi, lo mismo. Funcionario y gerente son, casi, lo mismo.

Nace una palabra

La historia de los términos reseña que el intendente de Comercio Vincent de Gournay creó la palabra “burocracia” uniendo el término francés bureau, que significa escritorio u oficina, con el griego kratos, que alude al poder.

De haber registrado esta palabra como marca, bien podría haber llenado de oro a sus herederos. Acuña el término en 1745, a sus 33 años, la edad de la breve muerte de Jesús el Nazareno. No sabía este funcionario francés que su muerte, más paciente y definitiva, lo esperaría hasta cumplir 47 años.

Especie de pionero del marketing, también acuñó De Gournay un lema celebérrimo: Laissez faire, laissez passer.

Parte de la comedia humana

Balzac entrega su “Fisiología del empleado” a la imprenta el tórrido agosto de 1841. Este conjunto de ensayos irónicos sobre la administración pública francesa será la base, junto a “Pequeños burgueses”, de su novela “Los empleados o la mujer superior”.

Sentenció Balzac: “La burocracia es una maquinaria gigantesca manejada por pigmeos”.

Ballenas blancas y tinterillos

Melville dejó el monumental relato de la lucha entre el capitán Ahab y Moby Dick. También relató la ardua relación entre un abogado de Wall Street y su obstinado empleado, Bartleby. Una lucha burocrática mínima, íntima y pálida.

Borges traduce “Bartleby, el Escribiente” al castellano y sostiene en la introducción que anticipa casi un siglo al mejor Kafka.

El sistema B

En “El castillo”, así como en “El proceso”, Kafka sienta las bases de la crítica moderna de la burocracia.

En el sistema B, los procedimientos sólo tienen sentido para los actores. Sólo el funcionario conoce la burocracia, al menos lo que tiene que saber de ella: sus tareas, quién es su jefe, su horario y régimen de licencias.

Un conservador asustado

El estilo de redacción de Max Weber parece custodiado por la celosa ascesis de su madre calvinista. Abundan allí las precisiones, los párrafos rigurosos y extenuantes en los que cautiva la ausencia de redundancias y metáforas. Son textos ingenieriles, complejos dispositivos verbales.

Por eso llama la atención la desolada poesía de su frase: “Crece la burocracia en los Estados, crece la burocracia en las empresas, un día se juntarán y, entonces, el cielo se habrá cerrado sobre nosotros”.

Un socialista desesperado

Robert Michels, alumno de Max Weber y militante del poderoso Partido Socialista Alemán, profetiza en 1911 que la burocracia crece en relación directa con el tamaño de la organización y que, con el tiempo, se independiza de los fines para los que fue creada y empieza a girar sobre sí misma.

Cuando la administración de Bismarck le prohíbe, por marxista, ejercer la docencia, se instala en Italia donde, desesperado del socialismo, se convierte al fascismo.

Las corporaciones

Ni Weber ni Michels llegaron a ver a las grandes corporaciones, esas que crecieron, al estilo de Coca-Cola, siguiendo al triunfante ejército norteamericano en la Segunda Guerra.

Estos gigantes dieron a la economía “occidental” niveles de productividad jamás antes alcanzados (ni tan siquiera soñados) y sustento al Estado de Bienestar que permitió a la democracia capitalista sobrevivir al cerco del comunismo y del fascismo de la primera mitad del siglo XX.

Keynes elaboró el modelo económico. Franklin D. Roosevelt el político y Peter Drucker, el organizacional. La Sagrada Familia del Nuevo Estado Industrial.

La crisis

En los años 70, las corporaciones, al igual que el Estado de Bienestar, llegan a la cima de su poder anunciando su declinación. Ambas criaturas, subvertidas desde dentro por la hipertrofia burocrática, confirman las más pesimistas predicciones de Weber y Michels.

En las grandes corporaciones, los headquarters crecen hasta consumir la rentabilidad de las unidades de negocio.

Es el momento en que el costo de administrar el proceso por el que se transforma un trozo de alambre en un clavo supera al valor agregado por tal proceso.

Respuestas duras

Ante la crisis, se ensayó la destrucción sistemática de los niveles de management y los centros corporativos, se habló de reingeniería, downsizing, y delayering.

Se sacrificó al management y al staff, se dejó de hablar de stakeholders para focalizar sólo a los clientes y los accionistas.

Deal y Kennedy en “The New Corporate Cultures” retrataron estos intentos que llamamos “ensayos de lobotomía organizacional”.

Si el Estado es fuerte, nos aplastará. Si es débil, moriremos.

Las organizaciones parecen columpiarse en este dilema enunciado por el poeta Paul Valéry. Si la administración es fuerte, se cae en la ineficacia; pero si es débil, la organización carece de previsibilidad y las personas estarán faltas de contención y sujetas a los caprichos de los poderosos.

Ese malestar por defecto, el subgerenciamiento, fue previsto por Peter Drucker y Elliot Jaques.

Malcolm Gladwell atribuye al subgerenciamiento la caída de las empresas Enron y WorldCom, tal como puede leerse en su nota “The Talent Myth”, en la revista The New Yorker o en su página www.gladwell.com.