El gobierno de los Kirchner ha sido un gobierno con suerte como pocos. Desde el año 2003 hasta fines ! de 2013 los precios de los bienes que la Argentina exporta subieron en promedio un 125%. Por su parte, en el mismo período, los precios de los bienes que nuestro país importa crecieron en promedio sólo un 44%. Esta enorme diferencia es lo que se conoce como la mejora de los “Términos del Intercambio”. ¿Cuál fue el principal motor de esta mejora? Los bienes agrícolas, y entre ellos, especialmente la soja. ¿Qué le está pasando ahora? Cayó un 27% en los últimos dos meses, y esto le va a pegar a la Argentina y al estado.
Muchos de los problemas que tuvo De la Rúa y que lo forzaron a salir de l! a convertibilidad, hoy no los habría tenido jamás con este viento a fa v or descomunal que ha sido el precio alto de la soja. Sin embargo, ¿puede un país estar tan pendiente del precio de un único bien? No debería.
En la última década nos cansamos de escuchar la razón fundamental por la cual el boom de la soja iba a ser permanente: China. Una clase media creciendo que comenzaba a consumir proteínas necesitaba soja para el engorde de cerdos y pollos. Sin dudas, China ha sido el gran demandante en el mundo de la soja y ha sostenido su precio en los últimos años. Sin embargo, citando a Friedrich Hegel, diré que “si algo nos enseña la historia es que no aprendemos de la historia”. Si estudiamos los últimos 200 años, encontraremos que ha habido diferentes ciclos alcistas de commodities y nada indica que este no sea uno más.
Se vivieron picos de commodities luego de las Guerras Napoleónicas en 1812, tras la Guerra Civil en los Estados Unidos, en plena Revolución Industrial de ese país, en la Primera y Segunda Guerras Mundiales, en la Guerra Fría y en los últimos años. No olvidemos que Perón se lanzó a estatizar las diferentes empresas porque creyó que el boom de commodities continuaría y que el mundo iría a una Tercera Guerra. La realidad fue otra.
Aunque parezca que China es algo muy diferente, nada indica que sea esencialmente distinto a otros momentos especiales de los últimos 200 años. Ahora bien: ¿cómo impactará esta caída de la soja en las cuentas del Estado? Voy a mostrar uno! s cálculos simples.
En la última campaña se produjeron 55 mil lones de toneladas. Imaginemos primero que ese número se mantiene para la próxima campaña. ¿A qué precio se podrá vender esa soja? Los precios futuros en Chicago indican U$S 394 por tonelada para noviembre de 2014, U$S 402 por tonelada para mayo de 2015 y U$S 397 para noviembre de 2015. Como vemos, el precio desde noviembre de este año se mantiene prácticamente sin cambios hasta noviembre del año que viene. Esto pasa incluso en otros vencimientos como enero 2015 o agosto 2015. Con lo cual, no debería importar mucho “el timing” con el cual los productores quieran vender su cosecha para tomar ganancias y volver a empezar el proceso de siembra de la campaña siguiente.
Si pensamos que en promedio el año pasado se vendió a un precio de U$S 510, tenemos U$S 110 de pérdida por tonelada. Multiplicando esto por las 55 millones de toneladas de cosecha y aplicándole el 35% de retenciones a la soja llegamos a una caída de recaudación de U$S 2117 millones para el estado, que de ! todas maneras recaudaría U$S 7700 millones (U$S 400 x 55 millones de toneladas x 35%).
El problema podría agravarse si pensamos que la cosecha disminuirá el año que viene con motivo de la incertidumbre reinante y la caída en el precio. Si pensamos que en lugar 55 millones de toneladas se producirán 50 millones, la pérdida por recaudación no sería de U$S 2117 millones sino de U$S 2817 millones.
Este número representa un 10% de las reservas del BCRA y casi un 13% de las reservas líquidas del BCRA. A no confundirse: este número es de gran importancia e impondría un golpe letal al modelo actual.
La conclusión central de esta nota es que la Argentina tiene que aprender a no ser soja-dependiente, una tarea para nada sencilla. Hay muchos ejemplos de países que dependen del precio de su principal producto: incluso sacando a los países petroleros, tenemos que un país de avanzada como Chile, por caso, es muy dependiente del precio del cobre.
¿Qué s! e necesita para poder salir de esta dependencia de las materias primas ? La respuesta es tan simple como difícil de lograr: un clima amigable para las inversiones. Y esto no debe entenderse como la necesidad de que Argentina sea atractiva para la inversión extranjera. Necesitamos que sea atractiva para los argentinos, que dé más claridad para planear y reglas más estables. Con esto solo, los principales inversores en Argentina serán los argentinos mismos. Si llegamos a esa situación, toda la fuga de capitales se revertirá con fuerza y toda la inversión externa será, en última instancia, inversión argentina.