En general, asociamos calidad de vida laboral con pocas presiones y bajo estrés en el trabajo, o disposición de tiempo libre conservando un buen nivel económico. Pero la investigación y la experiencia demuestran que es más que eso.
Muchas y variadas son las definiciones surgidas en los últimos años que apuntan, con diferentes énfasis, a la satisfacción y salud mental de los individuos, mejoras organizacionales, enriquecimiento y humanización del trabajo con su consecuencia en la eficiencia, efectividad y resultados.
David Nadler y Edward Lawler, por ejemplo, definen la calidad de vida como la forma de pensar sobre las personas, el trabajo y las organizaciones. Sus elementos distintivos tienen que ver con (1) el impacto del trabajo sobre las personas y sobre la eficacia organizacional, y (2) la participación en la solución de problemas y toma de decisiones organizacionales.
Así, la calidad de vida laboral concilia tanto los aspectos organizacionales objetivables y conectados con el contexto, como los personales. Es la relación entre las expectativas que los individuos depositan en el empleo actual o futuro, y las realizaciones y condiciones concretas que ofrecen los entornos de trabajo.
Cuanto más altas las expectativas y más bajos los logros, mayor frustración y, por lo tanto, menor percepción de calidad de vida laboral.
Pero la calidad de vida laboral no es sólo producto de lo que la organización ofrece, sino también de cómo gestionan las personas sus expectativas y qué hacen ellas mismas en relación a sus condiciones de trabajo. No son víctimas, sino protagonistas de cómo viven o perciben el trabajo y su entorno.
La calidad de vida laboral es un concepto complejo y multidimensional que evoluciona a través del tiempo.
Hay diferencias de percepción: entre los trabajadores, según su edad, escolaridad, tipo de tarea, tiempo en la empresa y jerarquía; entre las empresas, según el tipo de negocio, tamaño y estado financiero.
Es una filosofía, una modalidad de gestión y un proceso, que mejora la dignidad del empleado y los resultados de las empresas, pero en el marco del contexto cultural, político, histórico y social.
Empleado vs. Emprendedor, y los mitos de la calidad de la vida laboral
Muchos piensan, especialmente aquellos que inician su carrera profesional, que es distinta la calidad de vida laboral si se trabaja por cuenta propia que si se es empleado.
En el primer caso, pareciera más fácil conciliar tiempos laborales con responsabilidades o intereses personales, ya que se puede flexibilizar la tarea y disponer mejor del lugar físico de trabajo. Pero se tienen otros compromisos laborales.
Es una fantasía que el cuentapropista no tiene un jefe. Siempre hay una persona o institución ante la cual se debe responder, que tiene expectativas sobre los servicios o productos y, en muchas ocasiones, este cliente es mucho más demandante que un supervisor jerárquico.
Adicionalmente, los tiempos esperados de respuesta pueden ser menores, sin contar con la disponibilidad a veces más reducida de recursos.
Se piensa que la agenda y la dedicación son más manejables pero, como en otras modalidades laborales, existen demandas domésticas, familiares, o personales, no menos exigentes, que muchas veces se superponen por no contar con un horario fijo y exclusivo de trabajo.
Adicionalmente no siempre se cuenta con colegas o compañeros de diferentes disciplinas, con oportunidades de proyectarse en la carrera, con un marco empresario del que se aprende, que también generan satisfacción.
Cada modalidad de trabajo tiene sus beneficios y desventajas, la elección de una de ellas debería depender de la vocación, oportunidades y especialidad y no sólo del estilo de vida que conlleva.
Factores que influyen en la calidad de vida laboral
Hoy en día, se suele asociar calidad de vida laboral con disponer de tiempo fuera del trabajo. En este sentido, se escucha hablar de balance entre la vida personal y laboral. Pero, ¿existe una vida personal y otra laboral?
Este es uno de los grandes mitos: pensar que separando la vida personal de la laboral (como si el ser humano pudiera disociarse y no ser el mismo en un ámbito que en el otro), se logra una satisfactoria calidad de vida laboral.
Los aspectos personales influyen en el trabajo y viceversa. Si se logra un equilibrio en los aspectos personales y familiares, si se cuenta con salud, si se logra disfrutar del trabajo y el esparcimiento, si es posible mantener pequeños espacios para intereses personales, es probable que la calidad de vida en el trabajo sea más satisfactoria.
Por otra parte la calidad de vida laboral no está vinculada exclusivamente con el horario. Se puede tener una jornada acotada y sin embargo no ser de calidad, y, por el contrario, se puede estar en un ámbito laboral muchas horas y sin embargo ser ameno, estimulante, de calidad, y productivo.
Muchos estudios en los últimos años, como así también testimonios habituales de quienes trabajan ya sea en su propio emprendimiento o en una organización ajena, demuestran que la calidad de vida laboral requiere de muchos factores.
Va más allá de trabajar poco. En realidad, implica desarrollo profesional, enriquecimiento de la tarea, inserción en un ambiente apropiado de trabajo y contribución con la comunidad.
Mucho depende de cada uno
En muchas ocasiones, este estado es resultado de la adicción al trabajo. La excesiva dedicación a lo laboral no necesariamente es consecuencia de un inapropiado diseño de la calidad de vida por parte de las organizaciones, ni de las condiciones del mercado laboral, sino el efecto de las mismas personas prisioneras del trabajo.
El “trabajolismo” no tiene que ver con el cumplimiento de las responsabilidades, sino más bien de una actitud ante el mundo en general y el laboral en particular, en la cual el trabajo es la clave de la vida, es el camino y la respuesta a todas las necesidades y preocupaciones.
Las personas altamente talentosas no son necesariamente aquellas que trabajan más, sino las que trabajan mejor, y que logran diferenciarse en los estándares de su trabajo sin descuidar su salud, la de sus colegas y la de la empresa.
Cada uno debe asumir su responsabilidad, proteger su estado psíquico y físico, y administrar su tiempo sin descuidar las responsabilidades y compromisos.
Una gestión exhaustiva de la calidad de vida laboral debe contemplar los intereses de todos los actores. No podría hablarse de calidad de vida laboral si los accionistas no alcanzaran resultados, o si no se cumplieran las normas de los entes regulatorios, si no se cuidase el entorno social, o si los empleados no estuvieran satisfechos.
No podemos desconocer que el abordaje de la calidad de vida laboral por parte de las organizaciones no tiene fines filantrópicos.
Optimizando las condiciones de trabajo se cuenta con talentos más motivados y formados. Sus niveles de productividad crecen a medida que la empresa se muestra sensible a sus expectativas y necesidades. La mejora de la calidad de vida laboral sin duda beneficia a las personas y a las organizaciones.
Los empleados se encuentran más saludables, desafiados y reconocidos, trabajan orientados a los objetivos y estrategia del negocio, asumen errores, y tratan de solucionarlos, toman riesgos y se comprometen consigo mismos, la empresa y su entorno.
El objetivo básico de la calidad de vida hoy en día debiera estar en integrar el desarrollo personal, el bienestar, y los resultados de la empresa. Y esto es responsabilidad de todos y cada uno.