Escuché en alguna oportunidad de boca de un colega, que intentar era una suerte de “justificación racional para no hacer nada”. Me quedó muy grabada en mi mente esa frase, que empleo frecuentemente en mis actividades de capacitación, reforzándola con aquello que dice: “Quien quiere hacer algo encuentra un medio; quien no quiere hacer nada encuentra una excusa”. Este proverbio chino me inspiró para comenzar a escribir este artículo sobre innovación y creatividad.
Hay todavía muchas personas que piensan que para empezar a hablar de un tema, son necesarias las definiciones teóricas. En nuestro caso, sería como una suerte de obligación para empezar a hablar de innovación y creatividad, establecer coincidencias y diferencias entre ambas, anotar una definición teórica de cada una, y tener “más claro” de qué estamos hablando.
He notado en estos últimos años, en los cuales he dictado clases, charlas o conferencias en los que tratamos la innovación y creatividad, que los alumnos o el público en general, esperan (y hasta desesperan!) y se apuran para tomar lo primero que tienen a mano y anotar la definición de lo que es innovación y creatividad.
Es más, aunque simulo no darme cuenta, cuando llega “esa parte de la definición”, y más de uno en el grupo o en el auditorio está distraído, le pregunta a quien está a su lado “qué dijo?”, buscando casi con desesperación no omitir ninguna palabra de la definición en (como si eso ya fuera suficiente para justificar…)
Para estas líneas, seguiré los consejos de un cordial amigo (y por qué de mi mentor) – Eduardo Kastika-, en el sentido que hay que ser muy prudentes con el tema de las definiciones. De él aprendí que lo mejor para introducirse al tema de la innovación y creatividad, es evitar las definiciones. Y no es porque existan o no diferencias, sino porque dedicarle tiempo a obtener un concepto de cada palabra no es la la mejor manera de acercarse a la innovación y creatividad. Al menos, no es la mejor manera para alguien que esté buscando herramientas concretas para aplicar la innovación y creatividad en su organización o su profesión.
Yo diría que es todo lo contrario: preocuparse por encontrar una definición es la excusa perfecta para no ocuparse de la innovación y la creatividad.
Pero bueno, si aun así Ud. estimado lector, es de los que siempre busca artículos que hagan un “clic” en su cerebro y lo “flasheen” con una definición, bueno, se lo voy a hacer sencillo: (aquí viene la parte de la definición, por si no lo notó, eh…) la innovación y la creatividad son herramientas que se traducen en la capacidad para lograr resultados diferentes.
Para que no le quedaran dudas, la resalté con negrita y subrayado… Y aun así no es suficiente…¿no? Claro que no, porque para determinados temas, las definiciones más que aportarnos claridad, no hacen más que generarnos confusión.
Entonces, sobre esta base, podemos preguntarnos ahora: ¿cómo hacemos para lograr resultados diferentes? Bueno, la respuesta a esta pregunta se puede sintetizar a través de 3 objetivos: logramos resultados diferentes cuando hacernos cosas diferentes, cuando pensamos de modo diferente y cuando queremos hacer cosas diferentes de modos diferentes.
Pues bien, ahora creo que sí empiezo a despertar su interés como lector y cautivarlo (al menos un poco!).
Ya se habrá dado cuenta que estamos hablando de 3 instancias: las acciones (estamos hablando de hacer cosas diferentes), los pensamientos (decimos que debemos pensar en modos diferentes) y las intenciones (si si, se trata de querer hacer cosas diferentes). O sea: estamos hablando de tener una intención creativa, para luego desarrollar pensamiento creativo y posteriormente, implementar la acción creativa.
Entonces, estimado “leedor”: ¿Ahora se da cuenta por qué no es suficiente la buena intención? ¿Ahora se da cuenta por qué el título del artículo es más que locuaz? (locuaz: sin. De elocuente, facundo, diserto, florido…) Si, está más que claro! Como escuché decir en palabras de mi entrañable amigo, el desafío de las intenciones es el desafío de la motivación. “¿Por qué nos movemos?”; “¿Qué es lo que nos motiva?”; “¿Qué es lo que nos detiene?”; “¿Qué es lo que nos desmotiva?”.
Muchas veces nos vamos a poner en movimiento para pensar, recién cuando tengamos una real necesidad de que “algo” funcione mejor de lo que está funcionando hasta el momento; cuando se nos presente una disconformidad; cuando haya voluntad de cambio; cuando realmente haya una sensación se que algo está siendo problemático; cuando exista una intención creativa, una predisposición a la acción. ¿Y por qué? Porque estamos buscando cambiar la forma de hacer las cosas.
Y para cambiar la forma de hacer las cosas, tenemos que cambiar la forma de pensar. Que por cierto, no es nada fácil. Como todavía seguro se quedó con ganas de alguna definición, para su agrado le cuento que considero a la forma de pensar como una actividad mental no rutinaria, que requiere atención y esfuerzo.
Si bien este es un artículo de “carácter global”, no puedo dejar de introducir un ejemplo de mi país. Los argentinos hemos sido capaces de afrontar muchos retos, muchos obstáculos. La devaluación, las corridas bancarias, el “corralito” financiero, cinco presidentes distintos en una semana, los saqueos a los supermercados, las “cuasimonedas” provinciales, las movilizaciones espontáneas en todo el país, los “cacerolazos”, los cortes de ruta y los “piquetes”… Esto parece un resumen de la historia argentina de varias décadas. Pero no, mi estimado lector. Esto ocurrió en menos de ocho años. Vaya entonces si vivimos una época de grandes cambios. Y esto de hecho se refleja en el mercado. Y las consecuencias cada vez son más importantes.
Esto no hace más que corroborar lo que sucede en cualquier lugar del mundo, que está teniendo una importante evolución, no sólo por el protagonismo que los clientes, que nuestros clientes han adquirido en estos últimos tiempos, sino por la irrupción de Internet y nuevas tecnologías en el mundo económico que han suscitado la necesidad de crear una nueva visión estratégica que hasta la fecha es difícil poder predecir su alcance final y consecuencias.
Y lo que sucede, es que nuestros compradores, nuestros consumidores han tomado la iniciativa, y eso lleva a cambiar la manera en como estábamos acostumbrados a hacer las cosas. No necesariamente implica cambiar los productos que vendemos o servicios que prestamos. Es más, muchas veces nosotros, cometemos el mismo error que cometen muchas empresas que dicen…” no porque hace muchos años que venimos con el mismo producto.. vamos a cambiarlo”… y se dan cuenta que el cliente no quería un cambio, que piden lo de antes, lo simple, lo que no tiene nada… y después lo cambian de nuevo…
La realidad nos indica que la forma correcta de actuación en las empresas pasa por transformar y adoptar las diferentes variables y estrategias a las demandas actuales del mercado, ya que él ha sido quien realmente ha adquirido el derecho a reclamar una nueva manera de actuar tanto de la empresa como de los organismos públicos, en los que se tome conciencia de la importancia del cliente y de contribuyentes, de consumidores y usuarios. Y empiecen a “pre-ocuparse” por entenderlos y poder brindar respuestas precisas a las necesidades que manifiesten.
El primer gran problema que cometemos cuando queremos introducir la innovación y creatividad en nuestras organizaciones o profesiones, es el mismo error que cometen muchas empresas que sencillamente aseguran: “no tengo ideas”… El tema no es que las organizaciones no tengan ideas, el problema es que las ideas difícilmente transitan, o directamente no se implementan. Y eso especialmente ocurre en organizaciones verticales, con muchos niveles jerárquicos.
Las ideas, las buenas ideas, son las que vienen de abajo, las del personal que está en contacto directo con el cliente, o con el usuario del servicio. Las mejores ideas son las que vienen del día a día. Pero el problema está, decíamos, en que las ideas no transitan, y se transforman… (Y lo primero que se transforma es el autor de la idea!).
Y en realidad, siempre hay un hueco para que algunas ideas nuevas puedan desarrollarse. Lejos estamos de un estado donde nos saturemos, porque del mundo de las ideas siempre pueden surgir emprendimientos muy exitosos. Y aunque parezca difícil encontrar buenas ideas, nos encontramos en un momento en el cual “el río revuelto” genera “ganancia para el pescador”. El contexto actual es tan dinámico y turbulento que presenta mucho más oportunidades que tan solo 5 o 10 años atrás.
La primera impresión que tenemos cuando nos ponemos a pensar siempre es frustrante, porque parece que “ya está todo inventado”. No nos equivoquemos: cuantas más ideas estén en circulación, más oportunidades se generan para la producción de otras nuevas ideas.
Ya es hora de ponerse a pensar. No se quede con la buena intención. Dedique un tiempo de su agenda todos los días a pensar. Verá que gratificante será.