Hay un ingrediente encubierto del éxito empresarial del cual nadie te va a hablar mucho. Sin embargo, si tienes en cuenta este aspecto, tanto en la formación tuya como empresario del Internet como en la educación de tus hijos, el impacto que causarás en tu entorno y en tu vida será mucho mayor. Si ignoras este aspecto clave, tu desarrollo como persona y, por ende tus logros, van a ser limitados.
Estamos en una era en la cual todo es instantáneo. La tecnología nos permite comunicarnos directamente con cualquier lugar en el mundo. Podemos saber cualquier cosa sobre cualquier tema en el instante que se formula una pregunta.
No nos gusta esperar. Si las imágenes de una película no se mueven tan rápido que apenas logramos captarlas, es aburrida.
De la misma manera, vemos que el estrellato de un gran talento también es casi instantáneo. Se descubre un talento, se desarrolla y ¡pum! se lanza para explotarlo al máximo.
Nadie se asombra ya cuando aparece la cantante estrella de 15 años, el compositor célebre de 17 o el millonario del Internet de 22 años. Grandes talentos que llegaron a la cima…¿demasiado rápido?
Siempre me asombro de nuevo al leer la historia de Jesús de Nazaret al ver que el 99% de los relatos sobre su increíble vida se refieren solo a los últimos 3 años de su estadía con nosotros.
Se sabe muy poco de su niñez. Solo hay un relato en la Biblia, en el cual el niño Jesús, de 12 años va con sus padres a Jerusalén y comparte con los escribas de esa época sobre las Escrituras Sagradas.
“Y todos los que le oían, se maravillaban de su inteligencia y de sus respuestas.” (Lucas 2:47)
Sin duda, un gran talento.
Si Jesús hubiese vivido en nuestros tiempos, hubiese saltado a la fama a los 15 años y hubiese sido toda una celebridad a los 18.
Sin embargo, ¡en la Biblia no sabemos nada más de él hasta que cumple los 30!
¿Qué pasó durante esos 18 años de su vida?
Se sabe que, según las costumbres judías, nadie puede ser rabí (maestro) antes de los 30 años.
Por algo es.
Como madre y educadora que cree firmemente que una buena educación consiste en el descubrimiento y el desarrollo de los talentos únicos, tanto de nuestros hijos como también de nosotros mismos, me he llegado a cuestionar la velocidad con la cual queremos ver los frutos de un talento o de un don que Dios nos ha dado.
Estoy vislumbrando un aspecto mucho más importante de nuestro desarrollo humano, que muchas veces queda olvidado en el apuro de ver florecer y cosechar los frutos de nuestros talentos: nuestro carácter.
Tenemos la tendencia de valorar demasiado la manifestación de nuestros talentos y le damos poca importancia a los frutos de nuestro carácter.
Muchas veces un talento no se demora mucho en madurar, sin embargo, un buen carácter se forja a través de mucho tiempo.
Y eso sucede en silencio. Sin aplausos y sin reflectores.
Estoy segura que esos 18 años de silencio en la vida de Jesús de Nazaret fueron necesarios para poder dar los tremendos frutos que dio en su corta vida pública que fue de gran bendición para la humanidad.
Sigo pensando que debemos educarnos diligentemente para desarrollar nuestros talentos innatos. Es una responsabilidad que tenemos ante Dios y los hombres.
Pero no te enfoques solo en saber más. A veces es necesario crecer más antes de saber más.
Aparte de aprender más, pregúntate, “¿qué virtud quiero agregar a mi vida hoy?”
¿Más integridad?
¿Más paciencia?
¿Más humildad?
¿Más benevolencia?
¿Más generosidad?
Estoy segura que el impacto que causarás como empresario, en tu entorno y en tu vida será mucho mayor si enfocas la educación de tu persona y de tus hijos desde este punto de vista.