“Cuando las expectativas de uno se reducen a cero, uno aprecia realmente todo lo que tiene”
Stephen Hawking
La brecha entre lo que esperamos y lo que nos pasa, está ocupada por la necesidad de que algo ocurra de determinada manera o no, y de nuestro juicio dependerá cómo nos sentiremos.
Si tenemos la creencia de que las expectativas son motores que nos ayudan a alcanzar nuestras metas o confiar en la gente, probablemente le vamos a poner expectativas a todo. Sin embargo, muchas veces no tenemos expectativas, sino que son ellas las que nos tienen, y, de esta manera, harán con nosotros lo que les permitamos que hagan, como causarnos pena, desánimo o cualquier tipo de dolor.
En ocasiones, las confundimos con confianza, pero en realidad las expectativas están más ligadas al control que a la confianza, que de por sí suele ser liberadora. Si confiamos de verdad, el control disminuye, cosa que no ocurre con las expectativas, porque con ellas chequeamos qué es lo que está pasando, y de qué manera sucede.
De la ilusión a la frustración
Las expectativas actúan como una ilusión, como el motor para alcanzar nuestra meta. Si no sentimos expectativas, nos parecerá que el objetivo no tiene demasiada importancia.
Podemos decir que son malas compañeras de viaje cuando son fuente de angustia, perotambién podemos disminuir la tristeza eliminando las exigencias.
Debemos conocer que una expectativa es el fruto de nuestro propio juicio interior, que está basado en creencias. Es por eso que toda esa “arquitectura” armada por nosotros mismos se nos cae encima en forma de dolor y decepción, produciéndonos frustraciones.
A veces, culpamos a los demás por nuestros malos resultados. Es por ello que las expectativas suelen victimizar a todos los que elegimos para adjudicárselas. Así, probablemente, descargaremos en los otros sentimientos de angustia, enojo o bronca.
Vamos por la vida esperando que padres, madres, hijos, maestros, etc., cumplan con nuestras expectativas. De esta forma, nos predisponemos mal para afianzar las relaciones con ellos, porque nos vamos resintiendo más a medida que los hechos no pasan tal como queremos.
¿A cuántas cosas has renunciado por miedo?
Por Miedo a ser abandonados
Las expectativas de que nos protejan y nos cuiden traen aparejado el miedo al abandono, esto repercute de manera más dura en los mayores, siendo un miedo que puede tener sus raíces en la falta de confianza en el futuro. Esto dispara la amenaza del abandono de quienes hoy los rodean.
Por Miedo a ser rechazados
Nuestras expectativas acerca de que nos acepten, generan en ciertos casos, la angustia de ser rechazado o dejados de lado.
Este miedo puede convertirnos en rehenes de quienes nos juzgan como diferentes y nos obliga a mostrarnos de manera distinta a la cual realmente somos, para no sentirnos fuera del círculo de quienes nos movemos.
Por Miedo a ser invadidos
La expectativa de cuidar lo que pensamos que es nuestro, se ve amenazada por el miedo a que invadan nuestros espacios, nuestras amistades o emociones, y está alimentado por la inseguridad en nosotros mismos y en la creencia de que todo nos pertenece. Esta ilusión nos convierte en esclavos de lo que tenemos y alimenta el miedo a la pérdida o a que invadan lo que por ilusión nos pertenece.
Por Miedo a no cumplir las expectativas de los demás
¨Estoy en este mundo para cumplir con mis expectativas, no para cumplir con las de los demás ¨ Bruce Lee
Esta frase pinta de cuerpo entero como manejar las expectativas de los demás, cual es nuestra culpa de no cumplir con las expectativas ajenas, menos todavía cuando no son explicitadas. Las expectativas ajenas son construcciones mentales, que en algunos casos no tienen en cuenta nuestra forma de pensar o estar siendo, por lo tanto casi no hay chance de que las podamos cumplir.
