Un líder se caracteriza porque tiene un propósito relacionado con el ser, no una ambición relacionada con el tener. Éste ve en su equipo personas con capacidades y talentos valiosos que aportan al propósito que construyen en conjunto.
Su equipo se siente escuchado y respetado, se siente parte de un todo del que el jefe es la cabeza. Un líder, lo es, en la medida que no teme desaparecer en la colaboración de su gente. “Cuando un jefe no conversa, no escucha y no abre espacios para la coparticipación, se pierde el fluir mismo de la empresa”, afirma el filósofo chileno Fernando Flores, agregando que los líderes deben aprender a coordinar los deseos de las personas que componen la organización, pero no desde la obediencia sino desde el placer de la colaboración.
Como indican distintos especialistas en la temática, los auténticos líderes no se distinguen por su talento innato o su dominio técnico, sino por su capacidad de inspirar en otros energía, pasión y entusiasmo. Inspiran a los demás desde el ejemplo de su comportamiento diario, acorde a lo que dice que piensa y a lo que efectivamente piensa. La coherencia, la integridad y la claridad en el rumbo hacen que un jefe sea líder.
En un artículo anterior sobre liderazgo , había explicado que un líder no tiene posibilidad de éxito si primero no ha trabajado a nivel personal, en su autoconocimiento y autogestión. Esto se refleja en las competencias personales de la Inteligencia Emocional:
– Desarrollo la conciencia de uno mismo o autoconocimiento, que implica estar permanentemente en contacto con lo que es importante para uno y saber cuan cerca o lejos estamos de eso que valoramos.
Esa diferencia entre lo que nos importa y lo que tenemos es la que nos ayuda a fijar nuestro propio norte, nuestro propósito.
– Perfeccionamiento de las habilidades de auto-gestión para controlar nuestras emociones. Es necesario tomar consciencia de nuestras emociones para no proyectarlas en los colaboradores. Y, una forma de hacerlo, es tomando contacto con ellas, aceptándolas, entendiendo el mensaje que nos transmiten, para no quedarnos en la emoción y poder planificar las acciones adecuadas. No se trata de reprimirlas, sino de incorporarlas a nuestro camino para lograr el objetivo.
– Transparencia, sinceridad e integridad. Generalmente confundimos transparencia con sinceridad, y ser transparente es más que eso. Es animarse a exponer nuestras creencias, nuestra forma de ver las cosas, presentar el encadenamiento lógico de nuestras opiniones y certezas. Transparencia es también aceptar nuestros errores y no consentir conductas poco éticas.
La sinceridad es tomar compromisos con la voluntad, capacidad y recursos para cumplirlos. Y honrar esos compromisos nos hace íntegros.
– Adaptabilidad y flexibilidad. Implica hacer frente a situaciones muy diversas y cambiantes sin perder la concentración. Un líder flexible se adapta rápidamente a los cambios y no tiene problemas para cambiar de opinión cuando así lo exigen los nuevos datos o nuevas situaciones en la organización.
– Motivación para satisfacer criterios internos de excelencia. Un rasgo que distingue esta competencia es el estar siempre abierto al aprendizaje y a la enseñanza para encontrar el mejor modo de alcanzar las metas.
– Iniciativa. No espera que las oportunidades se le presenten, las busca y las crea.
– Optimismo. Encarna lo que lo que los caracteres en chino reflejan al escribir crisis: Peligro + Oportunidad. No como acto solo de la voluntad sino con un auténtico compromiso con el aprendizaje y con la flexibilidad para afrontar nuevas realidades que se presentan día a día.
Si a estas características adicionamos el amor a las personas, el respeto del otro como un “auténtico otro”, la capacidad de escuchar dispuesto a ser transformado dentro de un marco de respeto a sí mismo y a los demás, la impecabilidad en el cumplimiento de sus compromisos, la justicia de sus decisiones y el ser ejemplo permanente en sus acciones, podemos estar seguros de que estamos parados frente a un LIDER, sin importar su posición en el organigrama de una empresa.