Invertir en formación no es un gasto sino un beneficio para la empresa. Esa es una máxima que todos los empresarios deberían tener en cuenta ya que la formación es la base para el desarrollo de una compañía. De ahí que sea necesario medir su rentabilidad, entendida como su impacto en los objetivos que se plantea una compañía.
El problema es cómo medir el rendimiento de esta inversión, una tarea difícil, pero enormemente necesaria, ya que sólo evaluando podremos detectar los efectos de las acciones formativas llevadas a cabo, los rendimientos de la inversión efectuada y tomar decisiones para optimizar la calidad de la formación futura.
Esto nos lleva a utilizar medios para evaluar la eficacia de los programas de formación; uno de ellos es la“Medición de los niveles de evaluación”, que destaca que los responsables de formación no deberían pasar por alto ninguno de los siguientes niveles: Reacción, Aprendizaje, Comportamiento y Resultados.
¿Qué entendemos por cada uno de estos niveles?
REACCIÓN – Sirve para medir la satisfacción de los “alumnos”, estos completan un formulario de evaluación del programa y así podremos valorar lo bueno y lo malo de los cursos, con el fin de mejorarlos.
APRENDIZAJE – Se realiza para medir el nivel de conocimientos adquiridos por los asistentes al programa y se recomienda examinar antes y después de los cursos, comparándoles con un grupo de control.
COMPORTAMIENTO – Los cambios de actitud requieren tiempo y que se den las circunstancias adecuadas para que se produzcan. Por lo que habrá que esperar unas doce semanas para evaluar este nivel, mediante entrevistas y conversaciones de grupo, con lo que valoraremos la satisfacción y su aprendizaje.
RESULTADOS – Es la medición material de los efectos que tiene la formación en la empresa, en función de ciertos ratios, según la orientación y las materias tratadas. El examen se debería realizar antes y seis meses después de la formación. También habrá que tener en cuenta que hay otros factores que pueden influir en los resultados de la compañía.
A nivel práctico, los dos primeros se aplican sobre la marcha de los programas de formación y son fáciles de valorar. En cambio, los dos restantes, necesitan un calendario y las valoraciones que se realizan sobre ellos son más abstractas.
Sin embargo, es importante cumplir con el análisis de los cuatro niveles porque la evaluación de los programas de formación es tan importante como la formación en sí misma. Por eso, antes de iniciar cualquier programa formativo hay que tratar de planificar los programas, saber los objetivos y después establecer elementos de control.
Todos pasos imprescindibles si queremos saber realmente si la formación funciona.