Las Oportunidades sobrevienen en la Vida cuando uno está en el “lugar correcto el momento apropiado”, ¿no es así? Al menos esto es lo que habitualmente se nos ha dicho sobre el tema.
¡Y así es exactamente! Las Oportunidades, o ésas situaciones que prometen beneficio extraordinario, se presentan a las personas cuando coinciden con ellas en un determinado lugar y un determinado momento. No se presentan habitualmente, son acontecimientos especiales y por eso precisamente tienen gran valor.
Ahora bien, existen algunas precisiones que es importante realizar para descartar ciertas percepciones asociadas a las Oportunidades: que ellas son efectos del azar, de la buena fortuna o privativas de los caprichos del destino.
Las Oportunidades, en sí mismas, existen para todas las personas en medidas similares. Otra cosa es que se coincida con ellas y finalmente se aprovechen. En estos dos aspectos juega un papel fundamental la voluntad de los individuos, su perspicacia, inteligencia y actitud.
En la ecuación de las Oportunidades compuesta del lugar correcto, el momento apropiado y el hecho de aprovecharlas, sólo la variable del tiempo se encuentra un tanto más alejada del control del hombre.
Oportunidades en la vida
Sobre el tema del “lugar” las personas tienen capacidad definitoria. Cada quién escoge y determina el “lugar” en el que decide hacer su vida personal o su vida profesional. En “ése” lugar en particular aparecerán oportunidades con frecuencia, pero lo harán obviamente, en relación directa con aquello que allí se esté haciendo. La persona que esté trabajando como maquinista de un tren verá pasar, en el curso de su labor, muchas Oportunidades vinculadas a su tarea. De igual forma un granjero, un contador, un empresario o un médico. Las Oportunidades que se vinculen a la posibilidad de hacer alguna cosa diferente a la que se esté practicando pueden aparecer, pero lo harán en menor número y con menos frecuencia. Las Oportunidades, en este sentido, son una cuestión meramente estadística.
Una cosa diferente es el Valor que la persona le atribuye a una oportunidad en particular. Para el maquinista del tren existirán probabilidades menores de hacerse una persona millonaria en tanto se encuentre situado en el desarrollo de ésa tarea, y si éste hombre desea o valora en mucho una oportunidad como ésa, clasificará las otras como de menos Valor. Si por otra parte, éste mismo maquinista valora mucho la oportunidad de trabajar menos horas o ganar más dinero por la labor que desempeña, las oportunidades que se le presenten en ése sentido serán importantes para él.
Las Oportunidades que uno desea y valora en la Vida dependen entonces del lugar en el que uno se sitúe, de las cosas que haga, del medio en el que se inscriba. Difícilmente el maquinista de tren hallará la Oportunidad de hacerse millonario (si efectivamente eso es lo que desea) mientras permanezca desarrollando ésas tareas. Para que las oportunidades al respecto tengan posibilidad de encontrarlo tendrá que cambiar de oficio y de lugar de trabajo.
Es responsabilidad y tarea de cada quién ubicarse en los lugares y oficios que tengan correlación adecuada con las Oportunidades que espera extraer de la Vida. No se le puede atribuir responsabilidad a la mala fortuna o al destino por la falta de las Oportunidades que se desean cuando uno se encuentra en el lugar equivocado. Esta es una determinación completamente personal. Curiosamente, sin embargo, la mayor cantidad de las personas que registran pocas Oportunidades de mejorar su vida o cumplir sueños y deseos, toman decisiones equivocadas con respecto al lugar donde se ubican o simplemente tienen aprehensión y miedo de salir de las “zonas de confort” en las que se hallan.
Si no se toma la decisión concreta se situarse allí donde las Oportunidades que se quieren tienen mayor probabilidad de ocurrencia, ellas no se presentarán.
Por otra parte, una vez que se ha tomado la decisión apropiada sobre el “lugar”, corresponde trabajar activamente, con denuedo y aplicación hasta el “momento” concreto que la Oportunidad aparezca. La fórmula es de esencia simple: trabajar y esperar. En los hechos, sin embargo, nada es tan sencillo, puesto que no siempre se trabaja como se requiere y pocas veces se tiene la sabiduría necesaria para saber esperar.
Si por un lado no es fácil tomar la decisión de estar allá donde se pueden encontrar las cosas que se desean, es mucho más complejo trabajar a la altura de los anhelos y tener paciencia. Muchas veces, en tanto que las Oportunidades deseadas no se presentan, la calidad del trabajo mengua o arriba la capitulación. Las Oportunidades son como ése viento que espera el navegante: si al llegar no encuentra la barca con las velas extendidas y en el rumbo correcto, pasará como si nunca hubiese existido.
Las personas que están esperando “ésas” Oportunidades que los lleven velozmente al destino que anhelan, deben ser como el marinero experimentado: en primer lugar tener la seguridad que los vientos favorables SIEMPRE llegan, aunque tarden, sean fugaces o finalmente carezcan de todo el ímpetu que se desea; en segundo lugar deben tener las velas extendidas y la embarcación enfilada en el rumbo deseado.
En sí mismas y por sí solas (si así quiere entenderse), las Oportunidades SIEMPRE existen, pero en la percepción factual que gobierna al ser humano sólo se materializan cuando las condiciones están dispuestas para que puedan ser aprovechadas. Carece completamente de sustento la afirmación de aquel que expresa que nunca tuvo Oportunidades en la Vida: o bien no estuvo en el lugar correcto y de ésa manera no pudo encontrar valor en las Oportunidades que se le presentaron o bien estuvo en el lugar correcto pero careció del trabajo y la paciencia para coincidir con los “vientos favorables” y aprovecharlos.
Finalmente, aprovechar efectivamente las Oportunidades también demanda sabiduría, pero esta vez en la forma de talento, esfuerzo y determinación. La persona que “atrapa” una Oportunidad en la Vida sabe que éstas no se presentan de ordinario y extrema esfuerzos para aprovecharla hasta el último gramo, hasta la gota final. No piensa dos veces en la gracia recibida ni repara en los pormenores del favor. No es pusilánime ni timorato. Conoce perfectamente la diferencia entre la situación extraordinaria que presenta la Oportunidad y lo ordinario. Y lo sabe por una sencilla razón: estuvo trabajando aplicadamente en lo ordinario, mantuvo la convicción de que lo extraordinario arribaría más temprano que tarde y tuvo el coraje de esperar pacientemente los acontecimientos.
Cada quién se conoce y sabe que espera de la vida. Cada quién entiende los anhelos y deseos que hacen palpitar su corazón y lo mantienen esperanzado. A partir de allí hace falta solo plantarse en tierra fértil, trabajarla con denuedo y esperar con paciencia la lluvia temprana y la tardía.
El hombre pequeño, el espíritu débil, muchas veces sabe lo que quiere pero no tiene el talante de situarse en la tierra fértil que se encuentra fuera de su zona de comodidad, no trabaja a la altura de lo que demandan sus sueños y carece de la paciencia que siempre propulsa toda bendición. Luego dice que es una persona poco afortunada, que no tiene la ayuda que precisa o que no nació bajo la buena disposición de los astros. Y muchas veces corona estas actitudes fútiles emitiendo juicio severo contra aquellos que actuaron de otra manera.
No existe misterio ni ciencia en el universo de las Oportunidades, afortunadamente, así como nada parecido existe en el hombre de mar o en el hombre de campo, en aquel que espera los vientos favorables o éste que aguarda las lluvias que favorezcan la siembra. Sólo existe Determinación, Esfuerzo, Fe y Paciencia. Por otra parte ninguno de estos valores es abundante en la tierra, y por eso constituyen pareja preciosa para la Oportunidades que eluden al hombre ordinario.
Algo final por agregar: el circuito virtuoso de las Oportunidades demanda un lubricante vital, el Agradecimiento. De esto también saben mucho los hombres de campo y los hombres de mar. Por eso alzan los ojos al cielo cuando los elementos les fueron propicios, porque saben que nada en ellos responde a su capacidad, porque están conscientes de la pequeñez de su existencia, de lo limitado de su inteligencia y del tamaño proverbial que tiene la Voluntad Superior.