Sin dudas, en cualquier economía con inflación mayor a cero conviene endeudarse en cuotas… siempre y cuando, como sabemos todos los consumidores expuestos a la variación permanente de los precios, estas carezcan de recargos por intereses.
Claro que hay que tener cuidado de evitar engolosinarse, y contraer deudas mayores a las que el bolsillo de cada quien puede pagar.
Vale acotar que los créditos más caros del mercado, por lejos, son aquellos que se solicitan para cancelar deudas tomadas con anterioridad; es decir, con el objetivo de refinanciar aquello que financiaron previamente. Y aquí las tasas a pagar más los costos administrativos, muchas veces llegan a triplicar las prime del mercado.
Pero —siempre hay un pero— hay que considerar que el hecho de que una compra en cuotas tenga tasa de interés igual a cero, es muy distinto de que tenga costo financiero nulo; y eso, sin dudas, es lo que le importa a nuestra billetera.
Porque, por ejemplo, en ciertas compras en cuotas con tarjeta de crédito, si bien se evita el pago de tasas de interés existen otros cargos: por seguro de vida, por emisión de resumen y también por la renovación anual de la propia tarjeta con la cual se realizó la compra a varios años (aunque según el cliente, muchos “plásticos” bonifican este último ítem).
Lo cierto es que en una inocente compra de un televisor que se hizo para ver el Mundial de fútbol en 24 cuotas, el usuario que dó“enganchado” durante 2 años a pagar todos los gastos administrativos mencionados… salvo que le sea posible cancelar de contado todas sus deudas.