Debido a la competencia y a las oportunidades que presenta el mercado, las empresas necesitan innovar constantemente o cambiar por completo el rumbo de su historia para no sólo sobrevivir sino también tener éxito.
Por ello, el refrán “perder es ganar un poco”, que popularizó Francisco Maturana cuando era entrenador de la Selección, no es únicamente esa frase que los colombianos se acostumbraron a escuchar cada vez que el equipo del ‘Pibe’ perdía un partido. Es también la manera como los emprendedores ven lo positivo del fracaso.
El escritor y conferencista John Maxwell dice que la “diferencia entre la gente mediocre y la gente de éxito es su percepción de y su reacción al fracaso.” Para el profesor Jesús Perdomo-Ortiz, especialista en gestión de la innovación, hay una cualidad básica en las “empresas gacela o exitosas y en los líderes de estas y es la capacidad de aprender del error”.
Fue así, como exitosas marcas reconocidas a nivel nacional y mundial al haberse probado en un mercado, innovaron y mutaron de profesión para lograr su éxito. En el estudio “Éxitos y fracasos en la Innovación”, la profesora Valvanera Castro Fernández de la Escuela de Organización Industrial de Madrid, expone el caso de “una empresa tan ejemplar e innovadora como Coca Cola”.
Al experimentar con un nuevo sabor llamado New Coke en los años 80 Coca Cola creyó que competía con Pepsi por un sabor más atractivo, y que era el momento de innovar en el producto. “Pero no era la clásica fórmula lo que había que cambiar, sino el marketing desplegado, y la compañía corrigió pronto el error y recuperó mercado”. Castro agrega que la “innovación resulta muy arriesgada cuando se hace a espaldas del mercado, o cuando se despliegan inferencias desbocadas.” Por lo tanto hay que tener cuidado en el momento de lanzarse al cambio, no se trata únicamente de mutar, se trata de investigar, observar y entender a los consumidores.
Respecto a esto, Perdomo-Ortiz explica que además de que el entorno sí influye en las oportunidades, “hay que tener siempre en las empresas un mecanismo de control a la competencia y a la tecnología, una característica igual de importante al emprendimiento, conocimiento y educación. De manera que siempre se esté atento a las oportunidades del mercado y a los ciclos de los negocios.”
El ingenio innato de la familia du pont
En 1802 Eleuthère Irénée du Pont de Nemours fundó la marca en Delaware. Llegó allí con su familia después de escapar de Francia en tiempos de la Revolución. Al darse cuenta que el sector de la pólvora no estaba tan desarrollado como en Europa, comenzaron a producir la sustancia y rápidamente se convirtieron en el gran proveedor de explosivos para el ejército. Después de la muerte de su fundador y tras la adquisición de laboratorios comenzaron a trabajar en productos no militares como laca, celulosa y polímeros como el nylon y el teflón.
Rimax halló la respuesta para pasar de juguetes a muebles
El imperio, que hoy está presente en más de 25 países y manufactura productos de plástico decorativos tan conocidos que algunos hasta son un nombre genérico, en un principio tenía otras intenciones. La popular empresa hacía productos para niños, pelotas, artículos para el hogar y de fantasía como aretes y collares. En 1982, con el crecimiento de la industria petroquímica dieron su cambio de rumbo empezando con envases plásticos y tiempo después fabricaron la popular silla blanca Rimax.
Tiffany & Co y su idea de que La calidad no es negociable
En 1830 Nueva York crecía rápidamente y el entorno creaba siempre oportunidades. Fue siete años después que Charles Lewis Tiffany y John B. Young con US$1.000 iniciaron una especie de miscelánea, en la que vendían desde papelería hasta porcelanas. Ubicados en la calle 259 de Broadway, pasaron un tiempo creando souvenirs y en 1850 ya eran reconocidos bajo el nombre de Tiffany and Company por vender porcelanas y cristales de alta calidad. Después de gastar un período fabricando espadas y medallas para la guerra civil, decidieron comercializar objetos de oro, plata y piedras preciosas siempre a precios fijos con lo que se diferenciaron de otras joyerías y ganaron el reconocimiento de muchos millonarios abriendo además tiendas en París, Londres y su famoso lugar en la Quinta Avenida. Ahora la empresa es pública, cualquiera puede comprar sus acciones en la bolsa.
Frisby venció la idea de que solo gustaba el pollo asado
Alfredo Hoyos Mazuera, fundador de la compañía, nunca pensó que la empresa que nació como una pizzería y heladería en Pereira hace 37 años fuera a convertirse en un emporio de pollo apanado.
En uno de sus viajes a Estados Unidos la oportunidad se presentó ante sus ojos en forma de pollo frito. Volvió a Pereira con una freidora en mano y la necesidad de encontrar la receta del pollo apanado. Actualmente, la empresa cuenta con más de 170 locales, el restaurante Wingz y trajeron al país las marcas Cinnabon y Sarku Japan.
La clave de avon fue pensar en el cliente
La historia de Avon comienza con David H. McConnell, su fundador, quien nació en 1858 en una granja en el estado de Nueva York. Su primer trabajo fue la venta de libros puerta a puerta, con el que tuvo gran éxito, por lo que seis años después compró el negocio a su jefe. El gran sueño de McConnell era crear una gran compañía de venta directa de libros. Solía añadirle a sus libros un regalo para la señora de la casa: un pequeño perfume fabricado por él mismo. Al darse cuenta de que las lociones gustaban más que los libros vislumbró lo que sería el principio de Avon, llamado originalmente: “California Perfume Company”. La idea de más de un siglo ahora está presente en más de 150 países y tiene alrededor de seis millones de distribuidoras.