“La creatividad es pensar en cosas nuevas. La innovación es hacer cosas nuevas” decía Theodore Levitt, para enfatizar sobre la diferencia entre estas dos palabras, que en el mundo moderno tienen un gran valor para las organizaciones, y que, últimamente, han sido temas de moda en no pocas actividades, siendo también confundidas por no pocos.
La creatividad ha existido siempre; un niño es sumamente creativo, pero no innovador, pues tener ideas, como afirmó tantas veces el gurú, no es suficiente y, además, es algo que en todas partes se da, por lo que las famosas lluvias de ideas pueden generar miles en un día, pero no pasan de ahí, siendo abundantes en todo momento. Basta con preguntar a cualquier ser humano sobre sugerencias o ideas para mejorar productos y servicios, y se obtendrán muchas ideas, por lo que también hay que agregar que una mejora a lo que ya existe, no implica necesariamente innovación.
Hacer cosas nuevas, de manera diferente, es obvio que requiere creatividad, pues para que se dé algo novedoso verdaderamente, tiene que existir un punto de partida que es la creatividad, pero que también puede ser, como afirmó en repetidas ocasiones Levitt, una imitación creativa, aclarando que una cosa es esto y otra aquello.
La innovación verdadera implica la existencia de algo que antes no había, es decir, algo que no se había dado y que implica un aprendizaje, sin querer decir con ello que se está creando, pues todo está creado; se trata entonces de una forma diferente de mezclar, combinar o hacer las cosas, de manera que se obtenga algo nuevo, una verdadera novedad. Quiere decir lo anterior que pensar y hacer son dos cosas diferentes, y que los innovadores son los que hacen realidad la creatividad, o los que hacen que se haga, bien sea partiendo de ideas propias o ajenas, como hicieron Dell, Jobs, Gates y más.
La innovación real y efectiva implica un mejoramiento del nivel de vida, que sea algo de lo cual se produce un verdadero beneficio para la sociedad por medio de cambios o ajustes que exige esa novedad, siendo ello una de las razones por las cuales muchas personas en las organizaciones hacen que lo verdaderamente novedoso no se dé. Es mucho lo que se ha insistido sobre la necesidad de las innovaciones, y muchas las conferencias que sobre el particular se han dictado; lo preocupante es que se está confundiendo lo que al principio dijimos, creatividad con innovación, y ésta con imitación creativa.
Por todo lo anterior, debe ser claro que la innovación se caracteriza por ser entonces una forma diferente de hacer las cosas, como nunca antes, y para ello se necesitan personas emprendedoras, que estén capacitadas y empoderadas para que las ideas caracterizadas por una alta dosis de creatividad se conviertan en realidad y sean de beneficio para todos. Como alguien dijo, “innovar no es creatividad; es algo diferente y se necesita que alguien emprenda la tarea.”
Preocupa que se insista tanto en esas dos palabras, tanto en la academia como en el mundo de las organizaciones, que muchos llaman empresarial, y en la política, y que el emprendimiento se quede en ideas que no puedan llevarse a la práctica, porque para innovar hay que cambiar, hay que hacer las cosas de manera diferente, y el temor de muchos en las organizaciones los lleva a hacer de la creatividad nada más que ideas geniales que no se convierten en realidad, dando paso al conformismo y a la pérdida de innumerables oportunidades que el mundo actual está brindando, y en no pocas ocasiones a la mediocridad y pérdida de competitividad, que en un mundo como en el que estamos no es nada bueno ni aconsejable.
No son pocas las veces durante las cuales se escucha a directivos solicitar a asesores y consultores ideas nuevas, por aquello de que quien siempre hace las cosas de la misma manera obtendrá siempre los mismos resultados, y cuando se proponen ideas novedosas, innovadoras, la pregunta siempre es la misma: “¿quién ha hecho eso?” Hoy, más que nunca antes, se necesita la innovación, y para que ella se dé, se requiere algo más que decirse innovadores por tener ideas creativas, pero que a la hora de la verdad, no son más que eso.
Como dice el dicho: “si la creatividad fuera lo mismo que innovación, los innovadores no cabríamos en el mundo”.