La evolución de los medios de transporte, la integración de las cadenas de producción y distribución, la integración de los mercados financieros y la conexión digital de las personas han disminuido distancias, roto barreras, creado una nueva forma de trabajo y permitido una comunicación más eficiente, además de viabilizar el surgimiento de nuevas maneras de hacer negocios.
Sin embargo, cuando todo esto estaba buscando un punto de equilibrio, un minúsculo virus, que en ningún momento participó de toda esa gran revolución, aprovechó los medios de transporte y viajó por el mundo, interfiriendo en las cadenas de producción y generando caos.
Cuestionó las bolsas de valores y está desafiando al mundo financiero, se digitalizó utilizando plataformas digitales de comunicación para hacerse conocido, transformarse en un villano, y ampliar el exceso de informaciones, tanto las reales como las fakes (falsas) y abrió brechas para que el antagonismo de grupos aumentara. En resumen, “el minúsculo intruso coronado llegó y generó el caos”.
¡La tempestad perfecta!
El minúsculo virus logró que “lo adoptaran” más rápido que cualquier tecnología disponible, y le impuso al ser humano su insignificancia ante el universo. Los gobernantes han tomado medidas que están llevando a un gran lockdown (encierro) por causa de lo desconocido y por análisis todavía inconclusos sobre la evolución de la pandemia.
Ya sabemos que hay un grupo de riesgo, que la velocidad de propagación es grande y que los sistemas de salud del mundo no están preparados para una demanda de esa escala en un corto periodo. Por todo esto, las personas se han visto obligadas y/o han empezado a desconectarse del trabajo, relaciones personales y consumo presencial. Al mismo tiempo, con el aislamiento social, ha aumentado su participación en las redes sociales, el consumo de delivery y se vieron obligados a trabajar home office.
Un punto positivo es que, en algunos casos, las familias están descubriendo lo que significa vivir en un mismo hogar.
Un punto negativo es que el egoísmo, en algunos casos, floreció y se hizo evidente durante este periodo, explicitado por la negligencia en relación al riesgo de contagio, comportamientos de almacenamiento de alimentos y priorización de la atención hospitalaria en base a criterios ajenos a los protocolos médicos.
En síntesis, el remedio administrado por los gobernantes es adecuado, no para matar el virus, sino para posponer la contaminación y ganar tiempo en la búsqueda de una solución. Sin embargo, tiene un efecto colateral tan devastador, o incluso mayor, que la propia pandemia.
Las micro, pequeñas y algunas medianas empresas no tienen caja para más de 15 días. Los profesionales liberales, informales y los propios trabajadores contratados trabajan un mes para vivir el próximo. Incluso grandes empresas están teniendo que probar su capacidad de mantener sus actividades y vencer este momento. El desempleo y la bancarrota de empresas será inevitable si el lockdown se extiende por más de un par de semanas.
De esa forma, tenemos que discutir entre todos un efecto colateral: ¿las consecuencias del uso del remedio no son más grandes que la propia enfermedad?
En el mundo políticamente correcto, hablar sobre preservar negocios y asumir riesgos de decisiones contrarias al llamado “pensamiento de grupo” que circula y se nutre a través de los medios sociales es un gran desafío. Hoy es más aceptable equivocarse por el exceso, hacer lo mismo que los otros están haciendo, que pecar por pensar y hacer diferente.
Necesitamos pensar y actuar de manera holística y pragmática. Tener un Comité de Crisis de Salud y también un Comité Permanente de Ajustes y Cambios. Además de un grupo de personas preparadas pensando dónde nos equivocamos como sociedad para tener que estar viviendo este momento.
Gradualmente, estamos desconectando, “desenchufando” el mundo de los negocios. Y, como esto nunca había ocurrido después de la evolución de toda la tecnología disponible, es posible que, cuando intentemos reconectarlo, no vuelva a ser lo mismo. Por ejemplo, un datacenter, si lo desconectamos sin control, probablemente, cuando se conecte nuevamente, no funcionará con el mismo desempeño.
Acuérdense: el mundo no tiene un manual, y recrearlo llevará mucho tiempo y habrá muchas pérdidas. ¿No será el momento de repensar el “shutdown” (cierre) general y pensar en algo selectivo, verticalizado?
Los gobiernos están anunciando diversos planes con inyección de liquidez en las economías. Sin embargo, nada es gratis, siempre hay que pagar la cuenta en algún momento. Necesitamos líderes valientes para hacer lo que realmente es necesario. Faltan líderes mundiales en un mundo conectado por las redes sociales, por increíble que parezca.
Tenemos diversos influencers, no tenemos líderes, y cuando nuestros líderes quieren ser influencers, las decisiones tomadas pueden no ser las más adecuadas. Ser un líder es proponer lo que hace falta, preservando la sociedad en todos sus aspectos.
¿Podemos estar comprometiendo aún más el futuro del mundo? ¿Estamos analizando las consecuencias de las actuales decisiones?
Si pensamos “fuera de la caja”, quien pagará la cuenta en el futuro es a quien el virus no puede abatir hoy. De esa forma, ¿no será el momento de dejar en cuarentena a las personas mayores, que ya han contribuido mucho, a las personas con otros problemas de salud diagnosticados y dejar a los más jóvenes conduciendo los negocios, empresas y gobiernos? Hacer un shutdown selectivo, verticalizado por edad y condiciones clínicas, dirigido a los más vulnerables.
Vamos a tener que asumir riesgos para que las consecuencias del remedio no sean más grandes que la propia enfermedad.
Como emprendedor, creo que deberíamos pactar con los jóvenes y los emprendedores la no paralización general de las actividades del país. Seguramente, ellos ya están viendo caminos alternativos, cuando para muchos no hay alternativas diferentes a aquellas que los benchmarks recomiendan.
¿Tenemos que escuchar 24 horas por día el noticiero con curvas de contagio, fotos y videos de lo que está sucediendo, políticos (de todo el mundo) usando, muchas veces, la pandemia para aumentar su capital político? ¿No será el momento de dividir el espacio en los medios para la búsqueda de soluciones alternativas? ¿No será el momento de arreglar la falta de estructura que nos lleva a correr ahora contra el tiempo?
Soy optimista y creo que deberíamos aprovechar este momento para eliminar privilegios, reducir el costo y establecer una nueva dinámica de trabajo que es, quizás, el mayor legado de todo el esfuerzo del home office. Generaremos un déficit aceptable y necesario, invirtiendo en aquello que ayude a hacer la diferencia de acá para adelante e implementar las reformas tributarias y administrativas. Pasar el país al limpio y barrer el nuevo coronavirus.
Muchas de las medidas que el gobierno está adoptando en régimen de urgencia podrían haberse implantado en los últimos años con la finalidad de volver a nuestro país más competitivo y con la infraestructura necesaria. Al final, el virus, de una forma indirecta, ayudará a los países a dar algunos pasos hacia las reformas. La ausencia de estas puso al país en la Unidad de Terapia Intensiva de la educación, salud y empleo hace mucho tiempo.
Un estudio realizado por la BRASSCOM (Asociación Brasileña de Empresas de Tecnología de Información y Comunicación) detectó que, si uniéramos todos los impuestos y contribuciones sobre servicios, productos y trabajo en un único impuesto y mantuviéramos la misma recaudación, y si fuera posible mantener la misma ganancia de las empresas, debería tener una alícuota de 32,9 %. Si la comparamos con el promedio del IVA de la Comunidad Europa, alrededor de 21 %, descubrimos que el costo por ejemplo de Brasil necesitaría retroceder 10 puntos porcentuales, o sea, el virus es un problema más, en una larga lista, que se debe equilibrar.
¿El virus será el único medio de unir al país en la búsqueda de soluciones?
En fin, el virus es perjudicial para toda la sociedad y pasará luego, pero no podemos olvidarnos que el virus del legado de los países, si no se trata, seguirá siendo endémico y causando la destrucción visible e invisible de manera consistente en nuestros países.
¿Cuántos ciudadanos son víctimas de la desigualdad y de la pésima condición de la educación, la salud, el transporte y la seguridad? Creo que, si el virus “lo supiera”, saldría corriendo para no infectarse con todo eso.
Necesitamos unir al país, no solo para lavar las manos y usar alcohol gel; no deberíamos ser una sociedad a favor y en contra de forma persistente; no deberíamos tener un país judicializado; no deberíamos descalificar a nadie por no pensar como uno. Deberíamos comunicar las decisiones relevantes sin poner nombre y partido, solamente el puesto, quizás los favorables y los contrarios aceptarían estar en la misma foto cuando se obtuviera el éxito.
Deberíamos ser solamente ciudadanos dispuestos a conectar a cada país en lo que a educación, salud y empleo se refiere, pilares esenciales para el desarrollo, crecimiento y prosperidad.
Cuándo: LO ANTES POSIBLE
Cómo: SIENDO CIUDADANOS de cada país
Piénselo:
– ¡La vida no puede ser rehén de un único virus!
– ¡El mundo no será el mismo después de esta pandemia! Necesitamos repensar la geopolítica, la producción y la distribución. Tiene sentido distribuir mejor los empleos en varias regiones y ampliar el número de rutas de prosperidad.
– El minúsculo virus desaparecerá pronto. Necesitamos eliminar el virus endémico que vive en nuestros países. De una vez por todas, vamos a definir qué queremos, definir un plan de trabajo sin partido, de la sociedad, y conquistar un rol sobresaliente.
Asesoró: Laércio Cosentino, fundador y chairman de TOTVS