El llamado “protocolo familiar” es un aliado indispensable para la construcción de futuro en las empresas de familia. Es una ley que establece un marco de decisión para las acciones futuras, pero cuyo proceso, sin lugar a dudas, impacta también en la gestión del presente. Para ser precisos, es el documento en el que una familia – propietaria de una empresa – pone por escrito las normas que van a regir la relación entre la empresa y la familia, tanto en el presente como en el futuro.
El objetivo del mismo es establecer las reglas básicas de dicha relación, para los socios actuales y para las futuras generaciones, de manera de brindar sustentabilidad a la empresa y asegurar su continuidad.
Pero la mayor riqueza de un protocolo familiar no está en lo que dice, sino en la serie de conversaciones – diálogos significativos- que se mantienen durante el proceso de su desarrollo. En este proceso cada familia regula los temas que resultan de su interés, por eso hay tantos protocolos como familias empresarias que han decidido hacerlo, y no hay recetas universales, normas o modelos correctos o incorrectos.
Por eso, el protocolo familiar es más que un contrato: es un código de conducta personal y familiar para los miembros de la familia, ya que incluye pactos y pautas a seguir por ellos desde una perspectiva que es ajena a la exigencia jurídica. Debido a esta particularidad, su poder reside en los niveles de consenso que hayan alcanzado quienes lo redactan y suscriben.
Respecto a cuál es el valor del protocolo familiar, podemos señalar tres aspectos:
– A pesar de mirar hacia el futuro modifica la propia mirada sobre el presente, ya que en la medida en que se reflexiona sobre distintos temas, es posible aprehenderlos desde otra perspectiva.
– Su valor está dado por tratar de anticiparse a los conflictos que puedan surgir en la empresa. Es decir, legisla sobre determinadas situaciones que podrían surgir cuando aún no se han dado.
– Pero, además, al ser una herramienta no retroactiva, marca un quiebre con el pasado. El principio de no retroactividad de la ley es esencial al derecho: nadie puede ser juzgado por un hecho que, en el momento en que se cometió, no era delito. Y aunque pueda parecer menor, en la empresa familiar un punto importante es generar un quiebre con el pasado, que evita caer en la conversación de “lo qué pasó”. El beneficio de evitar este tipo de conversaciones consiste en reorientar nuestra energía hacia el futuro.
Se podría decir que la construcción de un protocolo familiar es un proceso de trabajo interno de cada grupo parental, que se propone generar leyes para evitar potenciales conflictos y contribuir a la sustentabilidad futura del negocio.