Un clásico de la literatura práctica financiera dice que el gran secreto para obtener ganancias es “comprar barato”.
Esto significaría, por ejemplo, adquirir un bono a bajo precio en relación con su valor técnico, con una tasa de descuento alta, o una acción con fuertes expectativas de alza debido a las expectativas de futuros ingresos de la empresa de que se trate.
Parecería que esa es la fórmula del éxito, dando por seguro que los mercados accionarios se comportan racionalmente y, por lo tanto, si los inversores procediéramos en igual sentido, seríamos ricos a la brevedad.
Sin embargo, a juzgar por diversos análisis y estudios de comportamiento, las personas solemos hacer exactamente lo contrario de aquello que indicaría el “leal saber y entender”.
Más aún —y atención con este dato—: es común encontrar una fuerte correlación entre el ingreso de dinero al mercado accionario y el optimismo que reine en el “sentimiento” del inversor.
Dicho de otra forma, el “espíritu de manada” (espontáneo o inducido) muchas veces se impone frente a los racionales fundamentos macroeconómicos.
Por eso se dice que el mercado accionario funciona según las “expectativas”; por lo cual, si el inversionista cree que los papeles subirán, comprará mayor cantidad de ellos.
Sin embargo, muchos solemos comprar caro y vender barato, aunque a veces nos cueste reconocerlo. Y eso contradice abiertamente las teorías que sostienen la racionalidad de los inversores.
Esto sucede, según muestran algunos estudios, porque se compran acciones con la memoria que registró las últimas subidas de los mercados, es decir, cuando los valores ya crecieron y, probablemente, sea tarde para “entrarle” a un papel.
Lo cual significa que, habitualmente, tratamos de jugar con los vaivenes de las bolsas, en vez de analizar la fortaleza futura de una acción en función de su flujo potencial de ingresos y las estrategias de negocios conocidas.
Por tanto, ¿cuál es la primera lección que podemos aprender de estas reflexiones?
Simplemente, que es imposible “tomarle el tiempo al mercado” y pretender entender hacia dónde irá en el corto plazo, de acuerdo con las alzas y bajas de los últimos tiempos.
Y, si intentamos hacerlo, por más que nos creamos “ases” financieros, seguramente abonaremos el camino para comprar caro y vender barato como, justo es reconocerlo, a la mayoría de las personas les sucede.
Por otro lado, otras teorías sostienen que, para entender hacia dónde irá el mercado accionario, conviene observar la tasa de descuento de los bancos centrales.
Es decir, cuanto más barato resulte tomar crédito y apalancarse, más dinero existirá para aplicar al mercado accionario; y este, por lo tanto, continuará en alza.
Sin embargo, la historia reciente también destruye este mito. Porque luego de la crisis del año 2008, la FED (Federal Reserve System, el banco central de los Estados Unidos) colocó su tasa de descuento a casi el cero por ciento y, sin embargo, el mercado accionario norteamericano cayó abruptamente entre los meses de abril y junio del año 2011, al igual que entre octubre y noviembre del año 2012.
Y semejantes baches, si bien es cierto que a posteriori fueron superados, se dieron, como se dijo, con acceso al crédito barato para especular.
En consecuencia: si bien como concepto es cierto que alta liquidez a bajo costo implica un impulso para las bolsas, también existen otros factores a tener en cuenta. Por ejemplo las malas condiciones de la economía europea y la propia debilidad de la estadounidense, entre otros.