Muchos diseñadores se asombran, festejan y se abrazan cada vez que su trabajo sale de la imprenta tal como lo habían imaginado. Porque se sabe: en incontables ocasiones, la impresión no queda como debería.
Por supuesto, luego hay malestar e intercambio de acusaciones entre los dos partes más importantes del oficio gráfico – diseñadores e imprenteros – , y a veces hay que rehacer el trabajo … con la consiguiente pérdida de tiempo y dinero.
Pero cuando se trata de diseños premium, en los que una empresa invirtió tiempo, investigación, recursos económicos y trabajo, esta relación compleja entre diseñadores e imprentas puede terminar resintiendo el resultado final y la relación con el cliente.
“La tarea del diseñador no debe terminar en la pantalla de la computadora sino en el mundo real, con el producto terminado y en la mano”, señala Yanina Plumari, Presidente de Plumari (www.plumari.com), una empresa nacional de cosmética capilar con 5 marcas propias,y que exporta el 40% de su producción a América latina, Francia, Arabia Saudita, Australia, Inglaterra y Estados Unidos.
Lo cierto es que el packaging cambió su rol tradicional, y hoy representa el primer contacto entre el consumidor y el producto. “Cada vez más, su misión es provocar el impulso de venta”, opina la empresaria.
Para que todo funcione de acuerdo a las necesidades del cliente, ambas partes deben formar un equipo sólido y bien avenido… algo que ocurre de manera poco frecuente. Pero “los consumidores cada vez son más exigentes, y eso obliga a cuidar todos los detalles de un producto”, apunta Plumari.
Concebir en la pantalla – y aún antes, en la imaginación – puede ser una aventura creativa, pero llevar esa idea a la práctica no siempre se realiza con propiedad. ¿Por qué?
Los errores típicos
“Si al imprimirlo sale mal, el mejor diseño no sirve de nada”, sentencia Eduardo Miller, del estudio de producciones fotográficas Miller & Miller (www.millerymiller.com.ar).
Para que haya continuidad entre la creación y el destino final es fundamental realizar un profundo trabajo previo de análisis e investigación. Por ejemplo, tener en cuenta el presupuesto disponible y el sistema que se va a utilizar para convertir ese diseño en algo real, que puede ser una imprenta pero también una matricería, por ejemplo. “Si el proceso se llevó a cabo correctamente, el desarrollo final no debería distar demasiado de la creación original”, opina Alejandro Raizman, CEO de Aldente Group (www.aldente-group.com).
Parte de problema es que según quienes manejan las imprentas, los diseñadores privilegian los aspectos estéticos, creando proyectos hermosos pero imposibles de reproducir, y además – acusan – desconocen las técnicas de trabajo.
A la inversa, los diseñadores creen que a la imprenta solo les interesa la rentabilidad, y que desmerecen toda la investigación que conduce al (buen) diseño.
Como se ve, muchos problemas podrían subsanarse con una buena comunicación entre ambas partes.
Diego Giaccone, Director de SURe Brandesign (www.surebrandesign.com) coincide: “El diseñador no debe estar ajeno al sistema de impresión que va a llevar un diseño, como tampoco a la cotización del trabajo. Ambas cosas son determinantes para saber a qué cantidad de colores atenerse”. El experto cree que “ese” es el real comienzo del proyecto: saber en qué sistema va a estar impreso y conocerlo al máximo. “El diseñador debería reunirse con la imprenta antes de comenzar a pensar en la etapa creativa”, asegura.
Otro error frecuente por parte de los diseñadores, es pensar que la etapa de producción se resuelve rápido y de una manera automática. “Pero en producción se sigue diseñando el producto, y es dónde surgen algunos detalles de calidad que no estaban contemplados, o el cliente nunca imaginó”, señala Giaccone.
De todas maneras, si bien siempre existe un pequeño margen de error entre la imaginación y la práctica, no debería ser un escollo insalvable. “Por ejemplo, si hemos pensado y corregido nuestro proyecto de packaging desde todos los ángulos posibles, incluso teniendo en cuenta aquellas herramientas y soportes que se utilizarán para llevarlo a cabo, no deberíamos encontrarnos con sorpresas al final del proceso”, insiste Raizman.
En este sentido, el socio de Aldente afirma que las equivocaciones más comunes se cometen por urgencia, desconocimiento y falta de profesionalismo u oficio.
¿Cómo evitarlas? “El creativo tiene que involucrar su pasión por obtener el mejor resultado posible. Y por otro lado debe poner en juego un profundo sentido del detalle, perseverancia y cierta dosis de paciencia y humor, para afrontar aquellos desafíos que surjan de manera completamente imprevista o ilógica”, indica.
¿El cliente es parte del problema?
Habitualmente, las empresas no tienen noción de la distorsión que puede producirse entre la creatividad y el producto final. “El cliente va al resultado”, explica Giaccone. “Si el diseño no sale como lo imaginaba o como se lo vendimos, nos va a reclamar a quienes le dijimos cómo iba a quedar una vez terminado”.
En general, al comenzar el proyecto se indican los objetivos y el target, “pero nadie se plantea cómo se va a llevar a la práctica, y mucho menos cuáles son los requerimientos básicos de impresión. Los clientes no los desconocen y además, no les parece importante”, concuerda Miller.
Y en algunas oportunidades, cuando un proyecto tiene demasiados aspectos librados al azar, pueden producirse distorsiones que sólo crean malestar entre las partes. Raizman coincide. “Hay que tener una comunicación clara y fluida con el cliente, establecer acuerdos de necesidades y objetivos para presentar una propuesta lo más cercana al producto final, tanto como sea posible”. Y señala que otro aspecto importante es tener un team de trabajo habitual. ”Cuando se trabaja con los mismos profesionales y se los apoya con las herramientas necesarias, la sinergia aparece de forma natural”, dice.
Giaccone coincide: “es fundamental tener un departamento de producción, con un especialista que conozca las imprentas y sea un “guardián de calidad”. Es la persona que hace que las cosas pasen tal cual como nos imaginábamos”.
Si el objetivo es que el trabajo esté listo a tiempo y de la manera prevista, es fundamental armar un equipo sólido de trabajo, que también debe incluir al cliente.
“Esto no solo asegura los resultados esperados, sino que además puede reducir los costos”, agrega Miller.
¿Cómo evitar los fiascos?
La realidad es que, en la práctica diaria, es imposible no equivocarse nunca. “Una vez más, lo más importante es la tarea de investigación y análisis previo. Así evitamos cambios sobre la marcha y eliminamos sobresaltos posteriores”, dice Raizman.
Giaccone señala que otra manera de evitar errores gruesos, es hacer reuniones previas con las imprentas y definir juntos oportunidades. “Incorporar a las imprentas al proceso creativo es fundamental, ellos quieren que salga un buen trabajo tanto como nosotros. Además, si se establece una buena relación, la propia imprenta puede aportar su experiencia técnica para recomendar los recursos a utilizar”, dice.