La diabetes tipo 2 es una enfermedad crónica y degenerativa muy común, que es subdiagnosticada, subtratada y muy costosa. Se manifiesta con elevaciones de la glucemia causadas por un defecto en la secreción de insulina, genera graves complicaciones asociadas a una elevada mortalidad, deterioro en la calidad de vida y alto impacto en el costo sanitario. La diabetes es la sexta causa de mortalidad y genera una disminución de 5 a 10 años en la expectativa de vida.
La prevalencia en nuestro país es de al menos el 9,6 % en personas mayores a 20 años, aumentando a un 20 % en mayores de 65 si se toma en cuenta solo la población que alguna vez se midió la glucemia (69,3%). Estas cifras estás en continuo aumento, siendo mayores en los países en desarrollo. La Organización Mundial de la Salud (OMS) refiere a nivel mundial 220 millones de diabéticos falleciendo un millón por año. Pero hay un dato que aún es más alarmante: es probable que el número de personas con diabetes tipo 2 no diagnosticadas exceda a quienes conocen su condición por ser una enfermedad silenciosa. Se estima que sin ninguna intervención en el año 2030, uno de cada 10 adultos padecerán diabetes.
Lamentablemente, es una enfermedad que se diagnostica generalmente ante la aparición de las complicaciones. El 50 % de los pacientes que tienen esta enfermedad ya tienen complicaciones establecida en el momento del diagnóstico sin saberlo, por eso es tan importante informar a la población acerca de la importancia de controlar y chequear nuestra salud, principalmente aquellas personas con factores de riesgo para desarrollarla que son aquellos que sufren de glucemias alteradas en ayuno, que tienen familiares de primer grado que la padezcan, personas con sobrepeso u obesidad, con enfermedad cardiovascular, pacientes con hipertensión arterial, colesterol alto, etc.
La diabetes es la responsable del 50 % de las amputaciones de miembros inferiores que no son causadas por accidentes, es la primera causa de ceguera y una de las principales enfermedades que generan infarto, así como complicaciones renales y cerebrovasculares. Los cambios en el estilo de vida, que incluyen un plan de alimentación y la incorporación de actividad física para el control del peso, junto con el acompañamiento médico son útiles para evitar las complicaciones de ésta enfermedad y generan grandes beneficios para la salud de estos pacientes.
En este sentido, la OMS recomienda que los adultos entre 18 y 64 años dediquen como mínimo 150 minutos semanales a la práctica de actividad física aeróbica, de intensidad moderada, o 75 minutos de actividad física aeróbica vigorosa cada semana, o bien una combinación de actividades moderadas y vigorosas, con el fin de mejorar las funciones cardiorrespiratorias y musculares, la salud ósea, disminuir la depresión, reducir el riesgo de contraer enfermedades crónicas, como la diabetes o enfermedades cardiovasculares, y a su vez, mejorar su evolución, evitando o reduciendo sus complicaciones y mejorando la calidad de vida de los que las padecen.
El plan de alimentación adecuado será aquel que tenga en cuenta los hábitos de alimentación, horarios de la persona y ayude a controlar el nivel de glucosa en la sangre, la presión arterial y el colesterol, además de mantener o controlar el peso. Las personas con diabetes deben planificar sus comidas prestando más atención a la hora de llevar una alimentación saludable, para asegurarse de que exista un equilibrio entre sus alimentos, insulina, medicación oral, y ejercicio, para ayudar a controlar su nivel de glucosa.
Como reglas generales, la alimentación de un diabético, al igual que una persona que desee alimentarse saludablemente, debe contener: abundante cantidad de frutas y verduras de todo tipo y color, es decir, la mitad del plato debe estar formado por este grupo de alimentos en cada comida. Además, se deben incluir, proteínas de buena calidad como las del huevo y las carnes magras tanto de vaca, pollo y pescado. Las grasas de la alimentación deben ser las de tipo saludables que se encuentran en todos aceites crudos, en los frutos secos y semillas, en la palta y en las aceitunas. Los lácteos como la leche, yogur y quesos se recomiendan consumir descremados y los cereales como el arroz, las pastas, avena o el pan, integrales para aumentar el consumo de fibra. Se debe asegurar el consumo de legumbres como lentejas, arvejas, porotos, garbanzos como grano entero si es posible, poco molidos, evitando la sobreccoción, se deben comer preferentemente fríos. Es muy importante evitar tostar, desecar o humedecer en medio acido los hidratos de carbono. Como medica general también, se recomienda beber como mínimo dos litros de agua segura por día, disminuir el consumo de sal, fraccionar la alimentación en 4 comidas y dos colaciones.
Es muy importante conocer sin la necesidad de alarmar a la población la existencia de ésta enfermedad, con la finalidad de prevenirla o realizar una detección precoz, además de recomendar consultar a su médico de cabecera para realizar su control periódico de salud, así como también a su médico especialista en nutrición para mejorar sus hábitos alimentarios y su calidad de vida.