Cuando tenemos la oportunidad de tomar distancia de la cotidianeidad, podemos ante un stop activo, observar hechos que la vorágine nos impide, como la posibilidad de “escucharnos” para entendernos.
Cuántas veces observamos que en las organizaciones hay problemas de comunicación, hecho que impacta en la gestión de recursos, tanto como en las conversaciones con clientes, consumidores y definitivamente en los negocios.
Comunicarnos es una oportunidad que requiere necesariamente de una escucha activa. Cuantas veces solemos participar de reuniones donde nadie escucha. Cada uno expone su punto de vista y trata de convencer a los demás de su visión; “oye” sin escuchar, mientras piensa la mejor manera de imponer su idea, para lo que necesariamente debe derribar el punto de vista del que está hablando. ¿Qué sucedería si en vez derribar la idea ajena, se intentara a través de una escucha activa interpretar lo que dice el otro?
Saber escuchar es un aspecto clave para el desarrollo de las empresas. Esencial a nivel interno, con los colaboradores, para mantener positivo el clima laboral; tanto como a nivel externo, con los clientes, ya que permite aumentar las oportunidades de negocio. Y si bien el proceso de comunicación tiene varias etapas, la clave es la escucha. Escuchar no es oír. El escuchar es siempre activo: implica dar sentido al decir del otro, interpretar lo que se está hablando.
Goleman en sus investigaciones sobre la Inteligencia Emocional, identificó “El arte de saber escuchar” entre las principales habilidades de las personas con altos niveles de inteligencia emocional. La considera como la primera de las aptitudes para las relaciones interpersonales, lo que posibilita comprender a los demás: percibir sentimientos y perspectivas ajenas, e interesarse por sus preocupaciones.
El arte de escuchar debe incluir algunas reglas como:
- Escuchar todo el mensaje y relevar los puntos clave.
- Una escucha activa optimista.
- Limpiar tu mente de ideas propias y escuchar las del otro.
- Mantener tu mente abierta e interesada.
- Percibir los sentimientos y luego aportar los tuyos propios.
Saber escuchar además de ser productivo a la organización, genera beneficios personales en el colaborador: eleva la autoestima del que habla, ya que siente que lo que dice es importante para quien lo escucha y, con esto, la comunicación y la interrelación se hacen más fluidas, respetuosas y agradables. Le permite al que escucha identificar intereses y sentimientos del que habla y, de esta forma, puede ser más efectivo en la comunicación con su interlocutor. Se reducen las potencialidades de conflictos por malas interpretaciones en las comunicaciones. Se aprende de los conocimientos y percepciones del otro. Y pueden ampliar el marco de referencia, cultura e intereses del que escucha.
Para escuchar hay que esforzarse. El pensamiento rompe la barrera del sonido. Pensamos más rápido de lo que hablamos. Esta es una oportunidad que te puede permitir obtener tiempo para quedarte con las ideas clave; en un silencio, exterior e interior. Ideal para estos tiempos de hiperconectividad.