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El camino de un ejecutivo a la felicidad

La revolución industrial llevó a la gente a adoptar el concepto de que “producir más” era igual a “vivir mejor”. En cambio, la revolución tecnológica cuestiona ese principio y anima a las personas a replantearse qué significa estar bien y cómo pueden trabajar para mejorar su sensación de bienestar personal.

Para comenzar a profundizar el tema, quisiera referirme a una idea que el filósofo Leopoldo Kohan expresó, al decir que hemos nacido en un mundo radicalmente distinto al actual.

Según el especialista, somos hijos de una sociedad en la que el sentido de la vida está definido en base a condiciones materiales.

Este concepto se afianzó durante el siglo XX, en lo que se conocía como el mundo del progreso: la vida era mejor cuanto más se producía, y a partir de entonces la gente necesitó acortar la brecha entre la vida deseable y sus condiciones reales.

La revolución industrial llevó al extremo el concepto de la repetición en el mundo de la producción. Basta recordar la memorable película “Tiempos modernos”, en la que Charles Chaplin formaba parte de una línea de producción y durante todo el día debía ajustar dos tuercas, sin interrupciones. La escena siguiente muestra que cuando quiere seguir con su vida normal y entablar conversación con una señorita, tiene un pequeño impedimento: su cuerpo sigue haciendo, como un tic, el movimiento de ajustar las tuercas.

La revolución tecnológica produjo cambios más que profundos. Por un lado, se comprende que una mayor producción cuestiona el significado de una buena vida, pero que no la mejora: en efecto, la gente no vive mejor sólo porque produce más.

El otro aspecto clave es que lo repetitivo, en la actividad humana deja de tener tanto valor, porque de eso se ocupan las máquinas.

La participación del hombre en su actividad laboral es más mental, se comienza a valorar más la creatividad, los aportes personales.

Más vale tarde…
La revolución tecnológica lleva ya muchos años de funcionamiento.

¿Por qué, entonces, todavía son tantas las personas que consideran que producir más es vivir mejor?

Los cambios tardan en llegar a la subjetividad de las personas y, cuando lo hacen, generan un conflicto: la diferencia entre cómo es el mundo y la percepción que cada uno tienen de él.

En el mundo del progreso, la realización era meramente material. Se analizaba más la renta que generaba una tarea que el gusto o la satisfacción por hacerla. En las personas nacidas y formadas en ese universo, el concepto de pensar como vivir tenía como eje la responsabilidad, pero la felicidad no era una cuestión.

En ese esquema gobernado por la necesidad, la tarea es el fundamento.

Pero en esta situación de revolución tecnológica, tenemos que buscar otras cosas, como mayor goce, más felicidad, más gusto por la vida.
Vivimos en una dictadura de lo público que determina cómo hay que vivir, cómo hay que vestirse, cómo se come…

Para cruzar la barrera de esa dictadura, hay que ser auténtico, animarse a pensar, animarse a opinar, aunque todo el mundo lo considere una estupidez.
La mirada del otro debe relativizarse, los pensamientos e ideas deben ser propios.

Invertir en uno mismo
Es claro, entonces, que hay que invertir y esforzarse en lograr una mejor calidad de vida.

Hoy en día, muchas personas dicen que están trabajando por sus empresas, pero muy pocas dicen que trabajan por ellas mismas.

La clave para alcanzar ese objetivo es buscarle la vuelta, replantear cosas aunque parezcan triviales y analizarlas en el contexto que a cada uno le toca vivir.

“¿Cómo se es padre en esta época y con estas condiciones?” “¿Cómo ser pareja?”, “¿Qué me gusta hacer?”, “¿Cómo puedo ser más feliz en mi trabajo?. Estos mismos planteos hay que llevarlos a infinidad de escenas de la vida cotidiana de cada uno: la única forma de mejorar es ponerse en movimiento y modificar todo aquello que sentimos que puede mejorar y que merezca el esfuerzo de ser cambiado.

Ser más feliz, obtener más goce de la vida, encontrarle la vuelta, no es algo que se logra de un día para el otro. No hay que pensarlo como una resolución, sino como un proceso de mejora continua.

Tal vez lleve mucho tiempo ver plasmados esos cambios, pero al menos, mientras intentamos llegar a la meta, iremos viviendo más intensamente, más en contacto con lo que queremos ser.

Hay que ir rediseñando la vida. ¿De qué otra forma puedo hacer que las mismas cosas me que salgan mejor, sentirme más pleno como persona?
la mejor forma de encontrar las respuestas es un viaje profundo hacia el interior de uno mismo.