Uno de los hábitos más nocivos para el proceso de la superación personal, es el del hábito de posponer. Qué nos impulsa a posponer y cómo superar esta costumbre tan arraigada?. Siga leyendo.
Los seres humanos somos seres de hábitos, que desarrollamos rutinas como estrategia para ahorrar energía y mantener control sobre las contingencias de la vida cotidiana. Sin embargo, el cambio se presenta siempre como una constante que reta los hábitos, nos saca del confort y nos presiona a tomar decisiones de cambio. Cuando presumimos que algunas de esas decisiones alterarán nuestros esquemas de vida, una tendencia frecuente, es la posponer.
Y es que todo aquello que intente modificar nuestros hábitos, encontrará resistencia, pues nuestro sistema está condicionado para conservar energía y evitar perturbaciones y cambios drásticos, al menos mientras se van desarrollando hábitos nuevos.
Posponer es aplazar o postergar para otro momento, la decisión o la ejecución de ciertas acciones. Posponemos pagos, exámenes médicos, entrevistas, compras y todo aquello que no nos resulta relevante o que valoramos como peligroso para nuestra estabilidad y bienestar general. Evitamos hacer lo que podría dañarnos, lo que nos causa ansiedad, aunque ello conlleve a no lograr objetivos importantes y experimentemos luego cierta cuota de culpa y frustración.
La posposición tiene un lado positivo o razonable. Es adecuado posponer ciertas decisiones o ciertas acciones, cuando no poseemos información oportuna, veraz y/o suficiente para proceder en determinada dirección. También cuando se presume que decidir o actuar puede traer consecuencias negativas no compensadas. La idea de “a un buen gusto, un buen susto” puede motivar que actuemos, pese a posibles consecuencias, por considerar que lo que se ha logrado o vivido, bien vale el precio.
Sin embargo, la posposición hecha hábito, revela baja autoestima, subvaloración del momento presente y falta de comprensión de que todo lo bueno tiene un costo. Y este esquema puede instalarse en personas, parejas, familias, empresas y países, como una subcultura saboteadora de la productividad y el progreso, por evitación compulsiva del cambio y el esfuerzo.
El hábito de posponer puede ser usado como estrategia de ganar atención, pues es posible obligar a otros a estar pendiente de nosotros y de lo que hacemos. Puede ser una manera de decir: ” yo tengo el control” “ahora dependen de mí”, “necesito ayuda”, “no puedo con esto”, etc. En todos estos casos, el mensaje refleja inseguridad y desvalorización.
Cuando el hábito de la posposición se apodera de nosotros, nuestra vida se convierte en un eterno “apagar incendios”, una permanente emergencia que nos resta armonía, equilibrio y afecta nuestro sentido del placer de vivir.
Vale la pena recordar que es la acción y no únicamente la intención, genera los resultados que deseamos. Es por ello que la costumbre de no hacer, de dejar, de quedarse, nos resta poder sobre nuestra vida.
De manera que vistos los efectos, es pertinente abordar con seriedad y constancia este asunto, para superarlo y lograr cambios efectivos. Para generar este cambio hay que reconocer el problema y decidirse a enfrentarlo. Se requiere revisarse y reconectar con su poder de decidir, hacer y lograr, así como centrarse en los valores y en los objetivos, trazar planes y accionar y aprender a avanzar por encima de las ideas pesimistas y los hábitos cómodos. Es necesario vigilar la mente para desmontar las excusas que nos llevan a creer que mañana es mejor que hoy.
Se requiere mantenerse motivado, centrarse en el logro y sus beneficios y en los perjuicios que acarreará la posposición. Podemos motivarnos por el deseo de ganar y por el temor de perder. Preferible es, por cierto, que nos movilice la expectativa positiva.
Otro apoyo para suprimir la posposición, es realizar una lista diaria de prioridades que incluya las acciones urgentes, las que pueden esperar un poco y las que podemos dejar para después sin lamentarlo luego. Asimismo, definir las acciones importantes, aquellas que generarán mayor beneficio, mediano beneficio y bajo beneficio. Ordenando así nuestras necesidades, es más fácil jerarquizar y hacer hoy mismo aquello que produce alto beneficio y que es de importancia inmediata, lo que constituya importancia media y genere un rendimiento medio será lo segundo en hacerse, para abordar finalmente lo de menor rendimiento y que habíamos establecido que podía esperar. De esta forma, si no nos alcanza el tiempo para hacer todo lo planeado, ya al final del día, habremos realizado lo más prioritario.
Podemos comenzar haciendo una lista de decisiones y acciones pospuestas, y tomar un día a la semana para ponerlas al día: papeleos, pagos, reuniones, etc. No se trata de hacer mucho, sino de habituar al sistema mente-cerebro sobre nuestras nuevas ideas y nuevas conductas. Después, será todo más sencillo.
Conviene también listar las excusas que aparecen con regularidad, para poder reconocerlas e ignorarlas. Pensemos que no todo lo que emana de la mente es cierto o positivo, pero no es así. Y hay que mantenerse alerta ante sus juegos dispersos y confusos.
No espere usted que todo lo que le toque hacer sea siempre agradable. Hay remedios amargos que curan. En ocasiones, debemos hacer algo que no nos agrada pero que nos conviene. Si se deja dirigir por las sensaciones corporales perderá muchas oportunidades valiosas. Nadie bate un record, llega a general o conquista su libertad, sin batallar contra la flojera, el orgullo, la resignación y el miedo.
De lo que se trata, es de concientizar la tendencia a posponer, de comprender sus efectos negativos y poder adoptar una manera más efectiva, responsable, relajada y digna, de relacionarnos con nuestras metas y proyectos personales, tomando el control y evitando ser víctimas de la desorganización, el estrés y la consecuente afectación de nuestra imagen, por efecto de la irresponsabilidad.
Hágalo, hágalo ahora, y hágalo bien. Esa es la clave para vivir con eficiencia. Recuerde que lo que ha usted hoy, será lo que recordará como pasado cuando dentro de unos años, realice su inventario de logros. Está bien pensar, querer, desear, aunque lo que define el éxito es la acción. Gracias por leerme.