Existen gerentes que les falta coraje para actuar, su miedo es mayor y no toman decisiones. Tener coraje implica tomar una decisión y realizar un esfuerzo. Así como las personas necesitamos una gran dosis de coraje para enfrentar los desafíos de la vida y obtener aquello que deseamos, las organizaciones (su gente) precisan coraje para lograr su propósito. Veo gerentes muy anclados a su “sueño”, entornillados en la silla. No le ponen acción, y menos contaminan entusiasmo en la acción.
En la búsqueda de este gran tarea, el coraje permitirá a los miembros de una organización:
Tomar decisiones y establecer prioridades: Esto es para las empresas “adictas a lo urgente”. El solo hecho de decirle a un jefe, o cliente, o a un empleado que vamos a enfocarnos en algunos temas y no en otros, ya es difícil. Mantenerse concentrado en un único objetivo también requiere coraje, así como tomar decisiones acerca de cómo invertir nuestro tiempo y energía… o los de los demás. Es mucho más fácil hacer automáticamente aquello que nos piden, o lo más fácil, urgente, o seguro. Sin embargo, estos comportamientos atentan contra el logro de la misión organizacional.
Reconocer la realidad: Como la realidad incluye partes desagradables que nadie quiere escuchar, decir aquello que los demás no desean saber, requiere coraje. Es más fácil vivir en una fantasía y pretender que todo está bajo control. Como mecanismo de defensa ante el “dolor” que produce la verdad, las personas creamos “filtros” que eliminan los aspectos negativos de la realidad. Cuando estos filtros se institucionalizan, pueden cegar a toda una organización respecto a lo que está ocurriendo, tanto dentro como fuera de ella. Estos “filtros organizacionales” se manifiestan de diversas formas: ejecutivos que sólo quieren escuchar buenas noticias; gerentes que se “esconden” del personal para no enfrentar sus preguntas, o reclamos; burocracias que distorsionan y fragmentan la información; intolerancia frente a la retroalimentación, etc… El coraje nos ayuda a eliminar estos filtros y -así- obtener la claridad necesaria para llevar adelante la misión de forma “realista”. He visto caer empresas que se “venden” como filiales extranjeras caer por la falta de coraje de asumir su “burbuja financiera” y no tener un plan de manejo de la inversión. Los desenlaces son fatales.
Vivir los valores predicados: muchas organizaciones declaran sus valores en su misión (“calidad”, “honestidad”, “excelencia”, etc…) pero no todas los practican. Esto ocurre porque vivir los valores siempre implica un riesgo: que no nos crean, que nos desafíen, que nos tilden de “utópicos” o “ingenuos”, que encontremos resistencia, que debamos pelearnos con otras personas, que seamos marginados, etc… Exige mucho coraje decir a las personas en qué creemos, defender nuestras creencias, practicar aquello que predicamos y escuchar a quienes piensan diferente de nosotros. El coraje, permite a una organización ser fiel a su identidad, a sus creencias y a su propósito.
Vencer la reactividad: Siempre se escucha el lamento de personas “No puedo hacer nada, es el sistema”, es una resignación en la que todos solemos caer. Hasta los más emprendedores suelen perder su espíritu, resignarse, o desesperarse. El coraje ayuda a las personas a superar las barreras de un sistema, a ser creativas y proactivas y a impulsar cambios.
Reconocer y superar miedos: Admitir miedo supone reconocer debilidad y eso es lo último que quieren hacer las personas en sus trabajos. Sin embargo, el miedo es una emoción normal. De hecho, tener coraje no significa no tener miedo, sino actuar a pesar de él. Si en una organización no se reconocen y se superan los miedos, estos se alimentan a sí mismos y crecen hasta paralizar a todos.
Según lo visto, una organización con coraje es aquella leal a su visión y a sus valores, consciente de la realidad, los problemas y los miedos actuales. Es decir, es una organización que sabe orientarse hacia su ideal, sin descuidar su funcionamiento real.
Si ya es difícil encontrar coraje a nivel personal, imaginemos cuán arduo es que toda una organización encuentre coraje. Debido a esta dificultad, es fundamental el rol del líder como “ejemplo de coraje” para el resto de las personas. Un líder debe practicar el coraje a diario, enfrentando la realidad; pidiendo y escuchando la retroalimentación de otras personas; afirmando sus valores frente a su equipo; estableciendo prioridades y cumpliéndolas; y sosteniendo el espíritu proactivo de las personas en tiempos difíciles. Como todo rasgo de carácter, el coraje no se impone, sino que se promueve a través del ejemplo.
Para ser ejemplo, lo primero que necesita hacer un líder es examinar y reconocer sus propios miedos. Un líder puede temer ser despedido, no ser lo suficientemente bueno, no contar con los recursos necesarios, no ser necesitado, perder el control, decepcionar a los demás, fracasar en un proyecto, etc.
En segundo lugar, el líder necesita ayudar a los demás miembros de la organización a enfrentar sus miedos. Para ello, deberá hablar con sus empleados acerca de sus propios temores y pedirles que compartan los suyos, recordándoles que el miedo es una emoción normal. La mejor manera de ayudar a las personas a enfrentar sus miedos es brindándoles la mayor cantidad posible de información acerca de la realidad y tratándolas como adultos que pueden cuidarse solos, decidir y actuar. A través de estas acciones, un líder obtiene una fuerza de trabajo con coraje… base para la construcción de una organización con coraje.