El Nobel de Economía del 2018 otorgado a los profesores William Nordhaus y Paul Romer, por integrar el cambio climático y la innovación tecnológica en el análisis macroeconómico, ayuda a la creación de una economía más sostenible a largo plazo.
Como afirma otro premio Nobel de Economía, Jean Tirole, en su libro La economía del bien común: “La economía no está ni al servicio de la propiedad privada y los interés individuales, ni al de los que querrían utilizar el Estado para imponer sus valores o hacer que sus intereses prevalezcan. La economía está al servicio del bien común: su objetivo es lograr un mundo mejor”.
Esta forma de concebir la economía no puede entenderse aisladamente, como una moda pasajera o una tendencia más, forma parte de un nuevo paradigma empresarial representado por lo que me gusta llamar: “Economía de las Buenas Personas”. Donde los clientes y usuarios reclaman a las marcas que consumen, que ya no es suficiente con hacerlo bien en términos de resultados, además hay que hacer el bien. Un mundo en el que las empresas influyen con mejores productos y/o servicios y no con prácticas manipuladoras.
La evolución, el desarrollo y el movimiento son ineludibles. Cada nuevo paradigma, entendido como un sistema de creencias y suposiciones que actúan conjuntamente para crear una visión, sustituye al anterior, pero no hubiera sido posible sin la existencia de aquel. Al igual que le ocurre a la humanidad, las empresas siempre están en movimiento. En una fase de avance o retroceso, en una u otra dirección, pero siempre en movimiento.
Si miramos hacia atrás y observamos cómo las personas hemos aprendido a hacer algo, nos damos cuenta que desde la Roma clásica hasta mediados del siglo XX hemos aprendido a través de la imitación. Te pongo un ejemplo: un alfarero romano enseñaba la técnica a su hijo y este hacía lo mismo con la siguiente generación y así sucesivamente. Todo esto era posible antes porque los avances científicos y su aplicación a la vida real era muy lenta, permitiendo así que dos o tres generaciones compartieran el mismo conocimiento.
Esto también ocurrió durante años en el ámbito empresarial, hasta 1950 o 1960. A partir de ahí, la forma en la que el fundador/a gestionaba la empresa ya no servía a los herederos o siguientes generaciones. La forma en que nos han enseñado gestión ha sido diciéndonos siempre lo que teníamos que hacer. Era sencillo; cuando una empresa tenía un caso de éxito, lo documentaba para repetirlo, una y otra vez.
De esta forma, todos podíamos aprender a hacer lo mismo si nos apuntábamos a determinado curso o leíamos el libro. Con la creencia de que la misma solución podría funcionar igual de bien desde oriente hasta occidente, en una empresa X o en una Z. Es más, cuando estábamos implementando una nueva tendencia nos dábamos cuenta que no resolvía del todo los problemas que teníamos en ese momento y entonces aparecía otra nueva tendencia en forma de nuevo modelo de gestión.
La diferencia está en que ahora las nuevas tendencias no aparecen cada cinco o diez años como antes, sino cada cinco o diez minutos, el tiempo parece más acelerado.
No obstante, nunca hubo un método que garantizase el éxito en las decisiones que toman los directivos de las empresas. A pesar de que los momentos más retadores, de más angustia e incertidumbre para una persona y también para un directivo están cuanto tiene que tomar decisiones. Y como profesionales sabemos que para ejercer un buen liderazgo tenemos que tomar muchas decisiones correctas.
Sin embargo, desde hace veinte o veinticinco años la neurociencia ha obtenido importantes avances en torno al funcionamiento del cerebro y la mente humana, lo que podemos llamar: la máquina de pensar. Por ejemplo: se puede saber qué pasa en nuestra mente cuando nos enfrentamos a una situación determinada, cómo reaccionamos, qué parte del cerebro se activa y qué consecuencias tiene.
Evidentemente, la neurociencia aplicada a la gestión empresarial no es una nueva tendencia que viene a sustituir a las anteriores. Entender cómo funciona algo lo cambia todo y el neuroliderazgo es el nuevo paradigma empresarial. Un progreso igual de transformador como en su día lo fue la aparición de la máquina de vapor, la electricidad o Internet.
Los avances de la neurociencia están impactando y modificando postulados clásicos en campos como la educación, la economía, el marketing y también el management. Un nuevo paradigma empresarial en el que tienes que familiarizarte y más pronto que tarde aprender a utilizar. No porque lo digan los expertos en neurociencia y economía del comportamiento, sino porque las empresas necesitan buenos líderes, personas que crean entornos propicios para la toma de buenas decisiones, basándose en la demostración e independientemente del resultado final.
Fuente: El Empresario.