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¿El talento es un capital empresarial?

Al observar el valor real de una empresa éste no presta, generalmente, coincidencia con aquellos números contenidos de sus balances contables. Esto ocurre debido a que la contabilidad solo recoge algunos activos y otros son ignorados casi completamente. Algunos de estos activos, frecuentemente olvidados por los ejercicios contables, son: el capital intelectual, la cartera de clientes, la reputación corporativa, la marca, la imagen o los procesos de información organizacional. Estos son elementos que se vuelven vitales para cualquier negocio en el contexto actual. Decididamente incrementan el valor de la organización, pero no siempre encuentran efectivo asiento en las prácticas contables.

De hecho, la norma internacional contable (NIC) establece una nueva categoría de intangibles en la organización, los recursos intangibles. Se trata de elementos que no son evaluables contablemente, pero si aportan valor financiero a la organización. Para pasar las ideas en claro, será mejor acudir a un ejemplo. Google vale más por el capital intelectual que crea los códigos de programación o por las computadoras que se utilizan para realizar tales programaciones. ¿Cuál será la respuesta?

La empresa moderna se encuentra inmersa en una vorágine de conocimiento que hace obsoleta muchas de las prácticas empresariales a las que estaban acostumbrados los directivos tradicionales. Actualmente el talento ha desplazado al capital económico como eje fundamental en el mundo de los negocios. Una buena idea, conjuntamente con la capacidad de llevarla a la práctica, valen en estos días más que cualquier otra cosa en la generación de un negocio. El desarrollo de la globalización ha permitido facilitar el acceso a la financiación y la tecnología necesaria.

Con este escenario, el talento toma un rol fundamental. El catedrático José Antonio Marina, en su texto “El vuelo de la inteligencia”, nos posibilita conocer más sobre la cuestión: “En un momento de cambios vertiginosos, donde la adaptación al mercado, la innovación y el aprendizaje van a ser continuos y vitales, es imprescindible que las empresas sean inteligentes. Que sepan aprovechar todas las capacidades de sus empleados, todas las posibilidades de la organización, toda la creatividad que pueda surgir de los esfuerzos compartidos. No se trata de contratar a un motón de superdotados, sino de hacer que el conjunto funcione inteligentemente. Por decirlo con una frase sentenciosa: se trata de conseguir que un grupo de personas no extraordinarias produzca resultados extraordinarios.”

La clave de la ventaja competitiva de cara al nuevo escenario, es la capacidad de innovar de las estructuras empresariales y, paradójicamente, esa característica reside exclusivamente en su capital humano; en sus talentos.

Solo un buen equipo humano, ciertamente talentoso, será capaz de ayudar a las organizaciones a aprovechar las brechas de la coyuntura, a morigerar las incertidumbres, a generar más y mejores procesos, a incorporar las tecnologías necesarias, a aprender y, en definitiva, a hacer posible el éxito de las organizaciones en el siglo XXI.

Ahora; es el talento un activo empresarial susceptible de valoración económica? Entendemos que sí. Se trata, sin dudas, del elemento configurador de la rentabilidad futura de las organizaciones. Así, será necesario que las organizaciones potencien los distintos tipos de talentos (comercial, directivo, técnico, operativo e innovador) de su capital humano para obtener mejores y mayores resultados de negocios.

El ser humano es un animal social por definición, su naturaleza así lo indica. Será misión de las organizaciones generar los espacios necesarios para la traslación del talento y la adquisición de nuevas habilidades, técnicas y humanas, que redundarán en beneficio mutuo para la empresa y los empleados.