Una de las variables sociales que más afecta nuestra conducta es el miedo al qué dirán, una especie de rostro de mil ojos y lengua larga que puede impedirnos crecer y expresarnos libremente. Ser esclavo de la opinión ajena, es una opción, y la otra, es liberarse de su yugo. Siga leyendo.
En el lapso de una vida normal, cada persona toma millones de decisiones, muchas de las cuales pueden desagradar a quienes les rodean. Esto hace necesario aprender a resistir las opiniones de otros acerca de nosotros o de nuestras acciones.
Aunque es algo relativamente normal opinar sobre la vida ajena, existen personas cuya diversión principal parece ser juzgar el comportamiento de los demás. A quienes integran este grupo, el escritor norteamericano Robert Ringer los ha catalogado como los “moralistas absolutos”, y afirma que de ellos, hay que defenderse.
El moralista absoluto es una fábrica de críticas, alguien que invierte gran cantidad de tiempo y energía diaria en intervenir en la dinámica de vida de sus semejantes con la idea de que puede o debe mejorarla. Lamentablemente, su iniciativa suele resultar venenosa, vertical, reduccionista y exageradamente moral.
Este perfil de crítico de calle, puede reconocerse por su interés en la vida ajena, por la astucia con la que protege su información privada, mientras busca conocer los detalles de la vida ajena. Su arma es la crítica, pero al ser detectado, justifica su compulsión crítica con argumentos “racionales”. Tiene habilidades para mostrarse necesario y persuasivo, y muchos caen en su trampa, sin comprender que no tienen interés de ayudar sino de destacar a través de la crítica perenne.
Este tipo de personas pueden anularse evitando hablarles, negándonos a darles nuestra información y en última instancia confrontándolos. Con ellos conviene ser cautelosos y prudentes, no contar errores, travesuras, fracasos o proyectos, pues en seguida se lanzarán a dar opiniones no solicitadas.
También para reducir el temor al qué dirán, usted puede tomar la decisión de adaptarse, de actuar tal y como se espera que usted lo haga, pero debe estar consciente de que esta estrategia puede restarle autenticidad, congruencia y felicidad. Adaptarse generalmente una decisión inteligente, que nos permite conocer las variables reinantes en cada contexto y seleccionar las respuestas adecuadas, pero debe ser transitorio y circunstancial, para no vivir falsamente y en consecuencia “morir por dentro”.
El trabajo principal es, sin embargo, un trabajo interior. Las personas demasiado sensibles a la opinión pública, se ven limitados de desplegar su potencial y de tener actividades que expongan sus errores o defectos. Olvidamos que siempre seremos objeto de comentarios y críticas sin importare que tan bien hagamos las cosas. Recordemos que la percepción de cada persona tiene más que ver con su historia de vida que los eventos que percibe.
Para ir más allá del qué dirán, necesitamos madurar, descubrir lo que somos y vivir de acuerdo a ello, sabiendo que las personas temen a lo que es diferente y tienden con frecuencia a criticarlo. Aún así, debemos buscar y encontrar nuestro propio camino, nuestra luz personal e interior. No en vano la naturaleza hizo a cada ser distinto y nos dio, además, el poder de elegir.
Es natural que las personas hablemos de otros, y muchos de esos comentarios resultan de utilidad, pues nos brindan ángulos p perspectivas de las que carecíamos. Pero al final del camino, en la soledad del individuo, cada uno debe seguir decidiendo a pesar del qué dirán.
Si no podemos evitar los comentarios, aprendamos de ellos y tengamos la tolerancia de comprender que como decía Phidias Danilo Escalona, no todos nos amarán, pues, “nadie puede complacer al monstruo de las mil cabezas. Gracias por leerme.