Hasta la aparición del reloj de agujas la sociedad se movía al ritmo del tiempo ambiental. Las personas nacían, vivían, producían y morían sujetas a las directrices del astro solar. Con la aparición del cronómetro mecánico, en el Siglo XVIII, el tiempo pudo comenzar a fragmentarse y medirse de forma artificial. Esto, sin dudas, fue uno de los pilares fundamentales de la rutina laboral tal y como la conocemos en la actualidad. Pensemos por caso, un trabajador tiene un horario de entrada/salida o una información X tarda un tiempo determinado en llegar de un lugar a otro.
Hoy, y como producto directo de lo que se ha dado en denominar Sociedad de la Información, el tiempo está dejando de pertenecer al ámbito de la realidad física para depender en gran medida de la velocidad que las nuevas tecnologías de la comunicación y la información imponen al traslado de los flujos de datos informativos. Analicemos otro ejemplo, hoy un cadete puede ser rápidamente ubicado por su teléfono móvil y cambiar la ruta de entrega, cosa impensable con anterioridad a estos avances tecnológicos.
Un dato central en este análisis es la forma en que se concibe al tiempo. Antiguamente, pensemos solo en 30 años, el tiempo era esencialmente policrónico. Se representa lineal, tangible y divisible en bloques. Esto, sin dudas, favorecía la forma de trabajo del modelo fordista.
Sin embargo, en la actualidad el tiempo adquiere otra concepción. En nuestros días se habla de tiempos policrónicos, haciendo referencia a aquella unidad temporal en la que pueden realizarse dos o más tareas en simultáneo. En el mundo real, y particularmente en el ámbito laboral, este factor ha redefinido muchos de los paradigmas de interacción social.
Un trabajador realizando simultáneamente un amplio abanico de tareas resulta demasiado dulce para los oídos de cualquier empresario o responsable de recursos humanos. Pero, como dice el refrán:… no todo lo que brilla es oro.
Al respecto el investigador español de la Universidad de Vic, Carlos Scolari, dirá: “Esta aceleración de los ritmos de vida, caracterizada por el consumo fragmentado de la información a lo largo de la jornada, la multiplicidad de tareas realizadas en el mismo tiempo y la supresión de las pausas e intervalos improductivos, va en directa colisión con las instituciones predigitales.”
Scolari, hace eje en un apartado esencial del tema: la sociología de las organizaciones actuales. Nuestras empresas, y muchos de sus dirigentes, no están preparadas para hacer frente al nuevo paradigma. Y ese nuevo paradigma no es, ni más ni menos, en el que se han criados las nuevas generaciones de trabajadores que se están incorporando a las empresas.
Pongamos por caso: un joven mientras elabora un informe escucha música en un Ipod. Eso que para su jefe será seguramente una pérdida de tiempo, por haber sido criado en una lógica de foco en la tarea, no será tal para el joven que se ha criado policrónicamente.
No es finalidad del presente dejar zanjada la cuestión, tampoco es posible a esta altura de las cosas, sino presentar un disparador que permita a los responsables de recursos humanos repensar la variable tiempo/tarea desde la nueva perspectiva histórica. Esto no significa abolir el horario de trabajo fijo, sino establecer una serie de políticas que permitan una mejor convivencia social, intra organizacional, entre las distintas generaciones presentes en la realidad empresarial actual.