“Las habilidades del emprendedor se pueden aprender, ya que más que un rasgo del carácter es una conducta, una actitud; define al emprendedor como la persona capaz de intuir una oportunidad de negocio y poner en práctica acciones arduas, creativas, difíciles y arriesgadas, que terminan en la creación de una empresa o negocio”. Peter Drucker.
El emprendedor es una persona con determinadas actitudes, que puede contar con algunas habilidades y competencias. Una actitud se define como: “la predisposición a responder de manera consistente, a diversos aspectos de las personas, situaciones u objetos”. Se infiere la actitud de una persona por la forma como expresan sus creencias y sus sentimientos en base a su conducta. Las creencias son postulados basados en valores y experiencias del individuo. Se forman principalmente en base a sus antecedentes socioeconómicos y demás experiencias durante toda su vida. Son creencias aprendidas, por ejemplo: “persevera y vencerás”.
La forma de pensar de las personas provoca emociones que son sentimientos dirigidos a otras personas, cosas o situaciones. En una persona que tenga sentimientos positivos hacia la perseverancia, cuando las cosas no salen, su sentimiento naturalmente lo conduce a un comportamiento de perseverar.
Las actitudes se desarrollan como una representación de las personas y su entorno social. Se forman prototipos en la memoria de las personas que les permiten evaluar a priori individuos, situaciones u objetos y actuar en consecuencia.
Las actitudes se adquieren, así como la persona ha adquirido las que ahora tiene.
Las actitudes, conocimientos y hábitos confluyen en la cultura, que bendice a unos y desvaloriza otros. Que tiene a algunos arquetipos como héroes, pero que no se le ocurre que alguien que abre su fábrica a las 6 de la mañana y genera un sinfín de actividades y empleos, pueda serlo.
Héroes y antihéroes, el emprendedor ni siquiera es visualizado por los jóvenes, siendo que muchas de sus conductas pertenecen a este útil y valioso personaje social. En efecto, son los emprendedores por ejemplo, quienes organizan el viaje de egresados y logran los recursos para ello.
El emprendedor comercial es una persona pragmática que resuelve problemas (satisface necesidades) de otras personas y gana dinero. También están los emprendedores sociales, los fundadores de ONGs, los emprendedores culturales, educativos, deportivos, universitarios, todas actividades que construyen la riqueza espiritual y material de una región o país.
Hay emprendedores en los estamentos del Estado, aquel que se arriesga, que tiene iniciativa, que organiza, que prueba, que fracasa y se levanta y lo intenta otra vez.
Los emprendedores tienen eso que los ingleses llaman “need to achievement”, que en español se traduce como “necesidad de logro”, de bajar a la realidad una idea, de hacerla funcionar, de que las cosas sucedan.
La necesidad de logro es el gran combustible universal, y el que emprende pasa alegremente por muchos sacrificios, y tiene la capacidad de postergar las gratificaciones en procura de sus metas.
El emprendedor no nace, se hace. Se hace a sí mismo, con mayor o menor facilidad si cuenta con un “ambiente”, con una cultura favorable, con orientación y apoyo. La perseverancia es aquello que separa a la gente en el camino. La perseverancia se refuerza si se aprecia a otros perseverar hasta alcanzar sus logros.
Se puede acompañar pedagógicamente a las personas con distinta perseverancia en su formación de hábitos, y todas progresarán un tanto. Lo que el acompañamiento no puede hacer es reemplazar su necesidad de logro, el empuje o el placer que significa para ellos ver las cosas que soñaron ya realizadas.
Lo que no se puede es generar sueños. Se ha constatado que, por múltiples razones, hay jóvenes y mayores que renunciaron a soñar, que no viven sino que han elegido sobrevivir. Que hay gente para la cual la culpa siempre la tiene otro o se cree presa de las circunstancias, del afuera. Gente que vive en lo que se llama “el discurso de la víctima”.
Habitualmente se vive en un ambiente con una cultura donde conectarse con la propia necesidad de logro resulta difícil y a veces poco práctico, porque la mayoría de las veces se carece de base de sustentación: nos gusta la artesanía, pero no se hace el esfuerzo y la investigación para que los productos se posicionen en determinados segmentos del mercado, que estén dispuestos a pagar por ello. Y entonces, los artesanos terminan repartiendo pizza en moto.
A corto plazo, ello obliga a la gente a trabajar para otros que se animan.
Pero esto será así hasta que se logre un ámbito con otra cultura y entonces mucha más gente se planteará ese destino. Cuando haya más que se animen a conectarse con su necesidad de logro, más luego serán los que avancen racionalmente a materializarla.
Los emprendedores necesitan un marco que les ayude a crear ese ámbito y también les ayude a conectarlos con el entramado del aparato estatal, así como con otras instituciones como bancos, consultoras, ONG, proveedores de infinidad de servicios, etc. donde se puedan apoyar y los ayuden, y puedan competir y crecer.
Y ese ámbito es lo que se llama Comunidad Emprendedora.
Para comprender qué se entiende por Comunidad emprendedora, se requiere visualizar primero que un abogado se forma en una comunidad de abogados, un médico en una comunidad de médicos, un ingeniero en una comunidad de ingenieros y así con cualquier ejemplo.
Incluso se plantea que un delincuente se forma en una comunidad de delincuentes. En este caso habrá que desarticular la comunidad o crear otra más poderosa. De todas formas sigue siendo un desafió de comunidad.
En consecuencia un emprendedor se forma en una comunidad de emprendedores.
Sin comunidad, las frases:
“alcanza la cima, prepara tu proyecto, reúne a tu equipo, participa, crea tu propia empresa”, son frases “sin sentido”.
Por sentido, se refiere a que no mueven, no emocionan, no inspiran, pues así nadie “descubre” su necesidad de logro. Además se ve que los que emprenden son unos jóvenes vestidos de traje oscuro y resulta que la chica (adolescente) admira y quiere salir el sábado con un chico que se pinta el pelo de verde.
Entonces el emprendimiento es para tipos grises que se parecen a ese señor de 60 años, con corbata y tiradores y del que dicen que paga mal a sus empleados; en conclusión, no se quiere ser como él.
La invitación central es, “sean el ser que deciden ser”. La autenticidad primero. El ser siempre es una decisión y el tener una consecuencia. El que es, hace y luego recién tiene.
Lo que se debe construir es una comunidad de personas conectadas con su mundo emocional y a las que se les develen sus angustias y poner esperanza para esas angustias. Emocionalmente hablando, emprendimiento es “necesidad de logro” o sea angustia con esperanza. “Me angustia, enoja, molesta lo que está pasando y tengo la esperanza de cambiarlo”. En consecuencia me pongo en acción, emprendo. Lo que me angustia, enoja, molesta puede ser cualquier cosa. La calidad de un servicio, la inexistencia de un producto, la falta de un comportamiento, etc. Si me molesta que maten ballenas y tengo esperanza de aportar a que esto no suceda, formo Greenpeace o me enrolo con ellos y desarrollo la acción de cuidar una ballena y enfrentar a los barcos.
De pronto en alguna conversación de esta comunidad de angustiados por las ballenas aparecerá el propósito de conseguir financiamiento y alguien preguntará ¿por qué no hacemos un plan de negocios?
Primero es la angustia que deriva en la necesidad de logro y después el plan de negocios.
Formar emprendedores no tiene que ver con enseñar conocimientos, cualquiera sea éste. El emprendimiento no tiene que ver con el plan de negocios, del mismo modo que un “terrorista” no tiene que ver con la “metralleta”. El “terrorista” se forma en la ideología y en una forma “particular” de observar la realidad que comparte con otros. A partir de esa forma particular de observar la realidad es que se emociona de manera coherente con algunos seres humanos y es indiferente a otros. En definitiva, “formo comunidad” al comunicarme (conversar) con otros. Por tal razón, se requiere formar masa crítica, que muchos hablen de lo que van a hacer y comiencen a hacerlo. Ello significa cambiar la cultura, cambiar primero lo que hacemos todos los días, nuestras prácticas y hábitos cotidianos. Valorando la conducta emprendedora formemos cientos de emprendedores. Sus conductas serán modelos y ejemplos. Más cuando hoy se sabe – de acuerdo a Daniel Goleman (Inteligencia Social, 2006) – que existe lo que el autor llama las “neuronas espejo” (mirror neurons). ”Al parecer, distintos experimentos con simios han demostrado que en el cerebro de aquéllos hay un tipo de neurona que se “dispara” (se activa) tanto cuando el animal realiza una acción como cuando observa a otro (en especial, de su misma especie) hacer esa acción. O sea, esas neuronas “replican” (“reflejan” como un espejo) el comportamiento del otro animal. Es más, parece ser que algunos experimentos con imaginería de resonancia magnética funcional (fMRI) han encontrado alguna evidencia del mismo tipo de neurona en el cerebro humano. Y se especula que podrían tener un papel importante en el aprendizaje de habilidades por imitación, así como en el desarrollo del lenguaje, y se ha llegado a decir que problemas con este tipo de neuronas podrían estar en la base del autismo. Las neuronas espejo transforman la información visual en conocimiento”.
Cambiemos la información visual, que los jóvenes vean a los emprendedores como una alternativa válida de su desarrollo futuro.