El proceso de incorporación de familiares de nuevas generaciones a la empresa no comienza en el momento en el que alguno de los más jóvenes desea trabajar en ella sino muchísimo antes. Desde la infancia los niños que pertenecen a familias empresarias inevitablemente son influidos a tener sentimientos de apego, indiferencia o rechazo hacia el negocio. La neutralidad es más una ilusión de algunos padres que un suceso real en la emocionalidad de los niños.
Lo que se habla y lo que se dice en las conversaciones que mantiene recurrentemente un núcleo familiar va formando una imagen conceptual -pero sobre todo emotiva- de lo que significa el negocio para la familia.
Así puede convertirse desde un lugar de aprendizaje de valores ligados al trabajo, el esfuerzo, el compartir y el goce de beneficios, hasta en uno de fastidio, padecimiento, de reyertas y hasta de desavenencias y profundos conflictos parentales que pueden aterrorizar a los más chicos.
De lo que estamos seguros es que, ese componente estructural tan particular que constituye el negocio -en las familias que lo poseen-, nunca será un elemento neutral en la memoria emocional de los más chicos. Por otra parte, tampoco lo es el particular vínculo con el trabajo que fomentan familias que no son propietarias de empresas familiares y donde los padres trabajan en relación de dependencia o en oficios y profesiones liberales.
Ahora bien, uno de los temores más habituales entre los padres que manejan negocios de este tipo es el de condicionar a sus hijos a “hacerse cargo del negocio”, por más que ellos no lo deseen, generando así un “mandato” que luego sea vivido por los potenciales sucesores como una pesada carga. Cuando se trata de familias autoritarias es muy probable que en ese aspecto funcione de ese modo, pero no hay razón para considerar que las familias empresarias sean autoritarias.
De la observación y el análisis de diversos negocios familiares se desprende que las condiciones de gobernabilidad y sustentabilidad de una empresa familiar no se gestan cuando los sucesores son adultos, sino que –en forma consciente o no- se comienzan a gestar desde muy temprano, cuando esos potenciales sucesores son aún niños.