En la industria de la tecnología nos hemos acostumbrado a asumir que somos los que sabemos y con ese valioso conocimiento bañamos a nuestros clientes con todo aquello que creemos que necesitan.
Este modelo de trabajo data de un tiempo prehistórico (entiéndase como prehistórico, en términos de innovación, algo que surgió hace un puñado de décadas y que siguió ocurriendo hasta apenas hace un lustro), momento en el que el desbalance entre la aparición de una nueva tecnología y la democratización de su uso o su difusión era absoluto.
La innovación estaba realmente fuera del alcance la gran mayoría. Incluso en términos de negocios. Las pymes, sin ir más lejos, en muchos casos no podían ni soñar contar con soluciones informáticas competitivas a la altura de las que adquirían las grandes empresas.
Pero los tiempos cambiaron y hoy ya no trabajamos con las áreas de IT solamente. Las gerencias generales se involucran y hacen participar a diferentes sectores que no sólo opinan con sustancia, sino que -en definitiva- terminan siendo los jugadores que pondrán en práctica aquello que se decide implementar.
Este cambio de foco es una realidad en el mercado. De hecho, es uno de los cambios paradigmáticos clave que trajo aparejada la nueva economía digital. Por eso lo tenemos tan presente en Seidor, lo que nos motiva cada vez más a trabajar con el cliente, para él, escuchando activamente sus necesidades.
De eso se trata, precisamente, la construcción de valor: de las acciones que podamos llevar a cabo para crear soluciones a partir de las múltiples herramientas de las que disponemos, atendiendo los problemas existentes e, incluso, ayudando a entender cuáles son y su diagrama de relevancia.
Lejos de aquellos tiempos en los que la consultora “pontificaba” y el cliente sólo podía aceptar sumisamente, en Seidor apostamos a convertirnos en verdaderos socios tecnológicos: por eso, trabajamos activamente en encender la escucha y crear un hábito en el ida y en la vuelta.