“Si tus acciones inspiran a otros a hacer más, aprender más, soñar más y convertirse en alguien mejor, tú eres un líder” es la frase de John Quincy Adams que podría resumir este artículo. Todos tenemos un líder interior al que debemos de alimentar a base de coraje e impulsos. ¿Cómo saber si somos los indicados para este puesto de liderazgo?
Eres útil para quienes te rodean. Esto lo notarás porque te piden consejos y eres una fuente de referencia a tener en cuenta para ellos.
Mantienes una sonrisa, incluso cuando es difícil. La compostura te hará resaltar en los peores momentos.
Tienes una mente abierta, lo que se construye a través de un juicio crítico.
Eres claro con tus acciones: es posible que en ocasiones tengas que dar una mala noticia o un consejo difícil, pero si eres un buen líder así lo harás.
Eres responsable, incluso cuando no quieres serlo. ¿Pasas los domingos ordenando tu próxima semana? Esta es una muy buena señal…
Tratas a todos igual sin tener en cuenta lo que te esté ocurriendo. Todos tenemos un mal día, lo que no nos da derecho a tratar a alguien con menos respeto. Entender esto te hará alguien valioso.
Eres seguro de ti mismo, pero no temes pedir ayuda. No eres perfecto, y aunque sabes lo que haces, necesitas apoyo.
Encuentras el lado positivo de las cosas, incluso en las peores situaciones. Eres enérgico y además te ocupas de rodearte de iguales.
Ayudas al resto sin excepciones y sin esperar nada a cambio. Trabajas sin que te lo pidan y te preocupas por tus allegados sin que te des cuenta.
Te importan los sentimientos de los otros, eres la persona a la que todos acuden a llorar. En definitiva, eres el hombro idóneo para una pena. Aunque también eres el elegido para celebrar las buenas noticias.