Muchas empresas de gran éxito no consideran al ambiente de trabajo como una variable que valga la pena gestionar.
“Hemos estado en el mercado por muchos años y seguimos ganando dinero”, piensan sus directivos, “¿para qué cambiar?”
Ahora bien, existe un dato muy interesante para empezar a responder este interrogante.
Una encuesta de 2007 de la agencia global de relaciones públicas Burson-Marsteller señala que los CEOs de los Estados Unidos consideran al ranking de Fortune sobre las mejores empresas para trabajar como el más importante e influyente en sus decisiones.
Si bien no disponemos de encuestas de este tipo, sabemos que en la Argentina y otros países latinoamericanos los ejecutivos también suelen interesarse por lo que opinan los empleados.
Actualmente, casi ningún profesional de recursos humanos duda de que es buen negocio tener empleados satisfechos. Al fin y al cabo, más satisfacción laboral implica mayor retención de talento y actitudes más favorables a la colaboración.
Entonces, ¿por qué siguen siendo pocas las organizaciones que invierten en el ambiente de trabajo?
En ocasiones, las empresas temen generar expectativas.
En muchos casos, los CEOs y responsables de recursos humanos enfrentan dificultades para convencer a los directorios de asignar y sostener inversiones en capital humano (principalmente cuando los negocios no marchan bien).
Y esta dificultad surge porque los beneficios económicos de un buen ambiente laboral no siempre resultan evidentes para los directores.
En estas cuestiones, los ejecutivos se enfrentan a un caso donde los costos son perfectamente visibles (y de corto plazo) pero los resultados, invisibles (y de largo plazo).
La inversión en clima laboral es un caso específico de una problemática que afecta a todas las inversiones en intangibles.
La contabilidad tradicional, a diferencia de las inversiones en maquinarias, registra como un gasto a las inversiones en capital humano. Los beneficios son difíciles de ver porque no impactan en los resultados inmediatos ni en el valor accionario.
Incluso cuando el CEO está convencido de los beneficios, los indicadores (típicamente financieros) por los que se evalúa su desempeño suelen imponer restricciones para sostener políticas de largo plazo de cambio cultural.
La falta de claridad sobre estas cuestiones origina, en muchos casos, ambigüedad y dobles discursos a la hora de invertir en capital humano.
Ahora bien, ¿cuál es el retorno de la inversión de mantener sueldos más altos, dar más beneficios o crear una cultura más participativa de toma de decisiones?
Alex Edmans, investigador del MIT, publicó en 2007 un trabajo muy clarificador que documenta el efecto de la satisfacción de los empleados sobre el valor accionario a largo plazo de una empresa.
Edmans tomó el ranking de Fortune de las mejores empresas para trabajar de los Estados Unidos y comparó sus retornos con el mercado general entre 1998 y 2006.
Así, descubrió que el rendimiento financiero de invertir en las acciones de las mejores empresas para trabajar, más que duplicaba el retorno promedio del mercado.
Lo que esto claramente sugiere es que invertir en el “intangible” ambiente de trabajo mejora el desempeño a largo plazo. Y este es un dato muy interesante para los ejecutivos a la hora de convencer a los accionistas de que sostengan culturas orientadas a las personas, a pesar de los vaivenes del negocio.
La diferencia de rentabilidades puede apreciarse en el siguiente gráfico:
En definitiva, los equipos directivos de las organizaciones enfrentan una fuerte tensión.
Por un lado, la gestión de los resultados y la rentabilidad de corto plazo. Por el otro, la gestión e inversión en personas.
Renzo Tersano, reconocido profesional argentino de recursos humanos, resume así la situación: “cuando suben los costos, bajan los valores”
Gestionar el negocio sin comprometer los proyectos dedicados a las personas es el principal desafío moderno de los equipos ejecutivos.
Ahora bien, regresando a la pregunta del título: ¿es rentable invertir en el ambiente de trabajo?
Según Edmans, vale nada menos que 10 puntos porcentuales por año. Es decir, ¡muchísimo dinero!