Desde siempre se ha conocido que la razón y las emociones de las personas no son dos dimensiones separadas e independientes.
El profesor Howard Gardner, uno de los intelectuales más influyentes del mundo, nos enseñó que cada persona posee, además de la inteligencia cognitiva, otros tipos de inteligencias que nos ayudan en aspectos tan necesarios como la generación de ideas, la posibilidad de llegar a acuerdos, la capacidad de crear, la posibilidad de tener confianza en uno mismo y en los demás. A este tipo de inteligencia la conocemos como inteligencia emocional, inteligencia creativa o inteligencia social.
Se comenzó a hablar de ellas cuando Daniel Goleman publicó un libro de gran éxito titulado Inteligencia Emocional en 1995.Este tipo de inteligencia es la que nos permite gestionar de manera adecuada nuestras emociones para ser más creativos e innovadores, siendo capaces de superar el miedo al fracaso o a la crítica; o en nuestra capacidad de ponernos en el lugar del otro para entenderlo mejor; o generar autoconfianza; o solucionar los conflictos de modo constructivo sin recurrir a la violencia; para relacionarnos con sabiduría con el entorno que nos rodea, entre otras virtudes.
Se cultiva cuando se favorece una apropiada percepción, expresión y comprensión de las emociones propias y de los demás; y cuando se desarrolla la capacidad de regularlas para pensar mejor.
Formarnos no solo desde lo cognitivo sino desde lo emocional, hará un mejor futuro para todos, porque saber utilizar las emociones para buscar y encontrar soluciones, contribuye a tener sociedades mas sanas, equilibradas y menos agresivas.
En Andalucía, en el Laboratorio de la Universidad de Málaga, donde se desarrolla el proyecto INTEMO desde 2004, se avaluaron los efectos de un programa de educación emocional en miles de adolescentes y se demostró que los chicos y chicas con mayor Inteligencia Emocional consumen menos drogas legales e ilegales, presentan menos conductas agresivas y violentas y son más empáticos. Tienen además una mejor salud mental.
Es, sin dudas, una necesidad imperiosa que tenemos que afrontar e incorporar como parte del sistema educativo con el propósito de aprender a convivir y ser felices.