Sensores con chips y conexión sin cables para medir humedad del terreno en tiempo real y que las empresas del agro tomar decisiones sobre el proceso de producción, dispositivos que diagnostican anticipadamente enfermedades y lanzan un aviso a un centro de salud o suministran automáticamente una dosis medicinal al paciente, vehículos que avisan a la empresa de transporte sobre desvíos por parte del conductor, accesorios capaces de medir anomalías peligrosas en instalaciones mineras o petroleras, alertas que detectan la falla de una pieza en una máquina industrial y avisa al proveedor para que la arregle directamente (minimizando los tiempos de caída y hasta haciéndolo de manea preventiva)…
El uso de internet de las cosas (IoT, por internet of things) en la empresa es virtualmente infinito y tiende a crecer: según estimaciones del mercado, para 2025 habrá más de 75.000 millones de “cosas” conectadas. El concepto fue definido recién en 1999 por el pionero tecnológico británico Kevin Ashton y es, desde apenas tres años, una de las ideas estrella del mundo IT: desde entonces, las empresas continúan incorporando cada vez más objetos a sus redes corporativas.
De todas formas, habrá que reconocer que esta tecnología tuvo una gran aceptación entre los consumidores finales: desde smartwatches y smartbands que informan sobre la actividad aeróbica de su poseedor para compartir la información en redes sociales hasta heladeras inteligentes capaces de hacer el pedido a una tienda de ecommerce de acuerdo a los insumos que estén faltando.
Las empresas que se vuelquen a la implementación de soluciones que incluyan IoT deben considerar varios aspectos. Uno, el nivel de conectividad que hay en el sitio donde lo instalará. Muchas veces, redes falibles o de mala calidad o directamente zonas muy aisladas atentan contra el proyecto. Otro punto a considerar es qué se hará con la enorme cantidad de información que esas “cosas” generarán: de nada sirve tener todo monitoreado si no habrá acciones asociadas a las señales que lleguen. Por eso, a la hora de evaluar la inversión, no es tan importante el precio del dispositivo como las herramientas analíticas y de big data que permitirán producir una toma de decisiones en tiempo real con alto valor para el negocio.
La revolución de IoT recién comienza. Los campos de aplicación son tantos como la creatividad humana lo permita.