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La creatividad y el pensamiento de lo posible: el método PO

Una reacción típica ante nuevas ideas consiste en criticar o juzgar la propuesta inmediatamente, argumentando por qué es impracticable: “requiere demasiada inversión”, “la casa matriz nunca lo permitiría”, etc.

No obstante, cuando juzgamos prematuramente una idea, corremos el riesgo de pisar un brote que podría haber crecido hasta convertirse en una flor.

El experto en creatividad, Edward de Bono, propone acompañar a la idea en su crecimiento hasta que podamos apreciar si aquel brote era una flor en potencia o sólo un yuyo.

Para esto, es necesario suspender el pensamiento evaluativo con el que juzgamos una idea y determinamos si es buena o mala bajo un esquema de SI/NO.

Debemos reemplazarlo por el pensamiento PO, el pensamiento de lo posible. Éste implica suspender el juicio y “jugar” con la idea. Y, en el terreno empresarial, podemos hacerlo desafiando los supuestos en los que se basa un producto o servicio.

Implementando el pensamiento PO

Supongamos que trabajamos en una empresa petrolera y nos proponemos mejorar nuestras estaciones de servicio.

Una vez identificado el desafío, definimos un aspecto a mejorar. Por ejemplo, evitar que se formen largas colas para cargar combustible.

Luego, identificamos dos o tres supuestos con los cuales habitualmente se gestiona el servicio. Por ejemplo, en las estaciones de servicio:

1) Las personas pagan después de haber llenado el tanque

2) Los clientes deben viajar a la estación de servicio para llenar sus tanques

Después, elegimos uno de los supuestos y lo desafiamos intencionalmente mediante una pregunta: ¿cómo sería un servicio donde las personas no pagaran por el combustible inmediatamente después de la carga? ¿Cómo sería un servicio donde los clientes no debieran viajar a la estación para llenar sus tanques?

Finalmente, proponemos ideas provocativas para responder al reto.

Por ejemplo, podríamos implementar un sistema de débito por Internet. Así, el cliente podría pagar el importe antes de llegar a la estación o mucho después de haberse ido.

Ahora bien, ¿cómo podríamos resolver el segundo desafío? ¿Cómo sería un servicio en el que los clientes no tuvieran que viajar a la estación?

Podríamos contemplar, por ejemplo, la posibilidad de un camión cisterna que vaya recorriendo las calles para entregar combustible a domicilio, en estacionamientos públicos y privados, o en puntos estratégicos de la ciudad.

El acto disruptivo tiene un momento que genera la sensación de estar proponiendo algo “ilógico”.

Este momento es el trampolín que nos permite saltar fuera de nuestro patrón mental habitual. Cuando ya hemos generado una solución creativa y útil, ésta nos resulta tan evidente y lógica como cualquier solución tradicional.

Así, ante un nuevo desafío o idea, debemos abstenernos de ejecutar nuestro juicio habitual a través de la dicotomía SI/NO. Implementemos, en su lugar, el pensamiento PO, el pensamiento de lo posible y juguemos con la idea.

Una vez hecho esto, estaremos en condiciones óptimas para evaluar las opciones y tomar decisiones.