De acuerdo a un estudio realizado por el Centro de Economía Regional y Experimental (CERX), el desempleo es la segunda variable con mayor incidencia sobre la decisión de los votantes, al momento de premiar o castigar al gobierno de turno. En este sentido, la desaceleración de la economía, y su consecuente impacto en el nivel de empleo, quizás haya repercutido en el resultado de las elecciones del pasado domingo.
No es necesario ahondar en conceptos económicos como la ley de Okum, para reconocer que la evolución de la actividad está estrechamente relacionada con el nivel de empleo. Para el caso de Argentina, al observar los sectores que históricamente tuvieron una mayor contribución en la generación de puestos de trabajo, se destacan las caídas en la construcción y la industria manufacturera, aún antes del efecto de la crisis internacional. También se evidencia el enfriamiento en otras industrias con fuerte uso de mano de obra, como es el caso de la automotriz, metalmecánica y sectores relacionados.
Estas retracciones se traducen en un gradual amesetamiento de la demanda laboral.
Según el INDEC, la tasa de desocupación de los primeros tres meses del año alcanzó el 8,4%. Este valor supone un crecimiento de 1,1 puntos porcentuales respecto al último trimestre del 2008, y una variación casi nula en términos interanuales. A su vez, parte del aumento respondería a causas estacionales.
La tasa de actividad pasó en los últimos doce meses de 45,9% a 46,1%, lo que significa 257.000 personas más en el mercado laboral. Por su parte, el crecimiento del 0,3% en la tasa de empleo muestra que en dicho período se crearon 228.000 empleos. De esta manera, el aumento en la tasa de empleo no logró compensar el incremento en la oferta de trabajo, reflejándose en un mayor índice de desocupación. De acuerdo a estos datos, se trataría de la primera vez desde 2003 en que las estadísticas oficiales no solo no muestran un descenso de la tasa de desocupación a lo largo del año, sino que además presentan un aumento en el número de desocupados.
Sin embargo, al igual que ocurre con muchas otras mediciones del INDEC, existen diferencias respecto a las cifras presentadas por consultoras privadas y analistas especializados, o incluso por otros organismos oficiales. Tanto los números aportados por el Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad Social (MTEySS), como los datos de aportantes al sistema de jubilaciones y pensiones, estarían reflejando un descenso más marcado del nivel de empleo. Según la Administración Federal de Ingresos Públicos (AFIP) y del Sistema Integrado Previsional Argentino (SIPA), entre diciembre de 2008 y marzo de 2009, 162.872 trabajadores que estaban registrados fueron despedidos. Así, el empleo registrado habría caído un 2,4% en el primer trimestre del año, respecto del último trimestre de 2008, tratándose de la primera vez en los últimos tres años en que dicho período presenta un desmejoramiento. No obstante, es posible que numerosas empresas hayan dejado de hacer los aportes correspondientes en los últimos doce meses, en respuesta al deterioro del contexto económico y a sus expectativas respecto al devenir de la economía.
Por otro lado, en abril de 2009 el Índice de Demanda Laboral (IDL) elaborado por la Universidad Torcuato Di Tella (UTDT) disminuyó un 11,8%, ubicándose en 51,1 puntos (un valor similar al registrado en 2001), 36,5 puntos menos que el promedio histórico. En efecto, el valor actual se encuentra un 53% por debajo del valor de febrero de 2008, momento en que se evidencia un cambio importante en la tendencia. En términos interanuales la caída acumulada fue del 48,1%, explicada por una disminución en todas las categorías de empleo.
Por su parte, según la última encuesta realizada por la Universidad Católica Argentina (UCA), el desempleo llegaría al 11,8%, 3,4 puntos porcentuales por encima de la cifra informada por el INDEC. Esto equivale a 1.928.000 desocupados urbanos, es decir 565.000 desempleados más que lo que surgen de las estadísticas oficiales elaboradas por dicho organismo. Los datos cobran mayor sentido al considerar que, ante el enfriamiento de la actividad y el surgimiento de expectativas de recesión, los empresarios suelen realizar ajustes en los planes de producción, inversión y dotación de personal. De esta manera, adquieren protagonismo algunas herramientas y prácticas laborales como las suspensiones, vacaciones anticipadas, ajustes de estructura, retiros voluntarios y los eventuales despidos.
Desde el Observatorio de la Deuda Social de la UCA, su director Agustín Salvia afirma que el mercado laboral estaría experimentando un retroceso de los empleos estables y un crecimiento de la precarización. Sobre este último punto, el sector más afectado será el de las Pequeñas y Medianas Empresas (PyMEs), dato que no es menor si se tiene en cuenta que cerca 90% de total del empleo del país tiene lugar en compañías de menos de cien trabajadores.
Por otro lado, la situación de inestabilidad laboral y pérdida de empleos afectará principalmente a los hogares de menores recursos. En relación con este dato, cabe señalar que en el último año y medio el gobierno se ha manifestado en numerosas ocasiones en contra de los despidos en diversas industrias, al tiempo que los subsidios al desempleo se incrementaron en un 16%.
Desde la postura de quienes contratan trabajadores, la inseguridad jurídica sigue siendo un factor crítico. Gran parte del debate continúa girando en torno a la estabilidad y adecuación de la legislación de riesgos de trabajo. Según varios referentes del empresariado local, las continuas modificaciones de las reglas de juego y los disímiles fallos judiciales, dificultan la planificación de los costos laborales a corto y mediano plazo. A su vez, los empleadores argentinos evidencian su inquietud por el aumento de la conflictividad laboral en pos de conseguir aumentos salariales y mejores condiciones de contratación y empleo.
Para comprender la dinámica de esta puja salarial es interesante analizar la evolución del Salario Mínimo Vital y Móvil (SMVM) y de los Convenios Colectivos de Trabajo (CCT) durante los últimos tres años. En 2006 los incrementos fueron del 21% y 18% respectivamente.
Al año siguiente, los aumentos promediaron el 21% para el SMVM, y entre el 16% y el 21% para los CCT. Finalmente, en 2008 el promedió se ubicó en 26% para ambos conceptos, aunque hubo casos particulares con mayor amplitud entre mínimos y máximos. Estas pautas sirvieron de valor promedio, para luego ser adoptadas por diversos sectores como una suerte de piso al final de cada año.
Asimismo, las discusiones en torno al crecimiento del nivel general de precios en la economía tuvieron un peso fundamental. En este sentido, la inflación estimada para 2009, junto con los aumentos salariales de los años precedentes, podrían fijar un incremento de entre el 15% y el 20% para los próximos doce meses. En efecto, en las rondas de negociación salarial de mediados de mayo, el gobierno anunció un aumento de 15,5% para los empleados públicos nacionales, en un acuerdo que comprende a alrededor de 240.000 trabajadores. Este valor será un parámetro para los convenios que tengan lugar en las diferentes provincias, a nivel público y privado. Por otro lado, es posible que la merma en la facturación, la caída de la rentabilidad y los ajustes de presupuesto en algunos sectores condicionen las presiones propias de estos procesos de negociación.
En definitiva, tanto el modo en que se desarrollen las negociaciones colectivas de los salarios, como los resultados a los que se arribe serán claves en la segunda mitad del año e incluso durante los primeros meses de 2010. En un contexto recesivo el surgimiento de mayores tensiones podría agravar el ya afectado nivel de actividad.
En cuanto a los pronósticos, a principios de año el especialista en asuntos laborales Julián De Diego aseguró que durante el 2009 el desempleo aumentaría no menos de 1,5% y no más de 2,5%. Por su parte, las principales consultoras difieren en cuanto al valor que alcanzará el desempleo a fin de año: FIEL habla de un 12%, Prefinex del 9,3%, Exante del 9,7% y Econométrica del 8,8%.
Lamentablemente, es probable que tanto la desocupación como la subocupación aumenten en la medida en que continúe la desaceleración económica. No obstante, es de esperarse que este fenómeno no sea tan pronunciado y acelerado como en otros períodos recesivos atravesados por Argentina. Asimismo, son numerosos los analistas que consideran que a partir de 2011 podría normalizarse la situación, aunque dependiendo del contexto económico local e internacional, y del escenario político del país, de cara esta vez, a las elecciones presidenciales.