La inflación es, sin dudas, un grave problema económico y social para los países que la padecen.
Según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), durante 2008, diez millones de personas caerán bajo la línea de la pobreza en América Latina como consecuencia de los incrementos generalizados de precios.
Así, la lucha contra la inflación debe ser una de las prioridades de las políticas públicas. Pero, ¿cómo hacerlo?
La ecuación cuantitativa
Para abordar correctamente las políticas de estabilización, es importante introducir la denominada “ecuación cuantitativa”, definida de la siguiente manera:
M x V = P x T
M = cantidad de dinero
V = velocidad de circulación del dinero
P = precio
T = cantidad de transacciones
Supongamos que, en una economía, se venden 100 kilos de pan al año a 5$ por kilo. En este caso, T es igual a 100 kilos de pan al año y P es igual a 5$ por kilo.
La cantidad total de pesos intercambiados durante el año es:
P x T = (5$ por kilo) x (100 kilos por año) = 500$ por año
El segundo miembro de la ecuación cuantitativa (500$ por año) es el valor monetario de todas las transacciones de la economía.
Ahora bien, supongamos que la cantidad de dinero en la economía es 100$. Reordenando los términos, podemos calcular la velocidad de circulación:
V = (P x T) / M = (500$ por año) / 100$ = 5 veces por año
Es decir, para que se realicen 500$ de transacciones anuales con 100$ de dinero, cada peso debe cambiar de manos cinco veces al año.
Es necesario tener en cuenta que la ecuación cuantitativa es una identidad. Entonces, cuando se modifica el valor de alguna de las variables, necesariamente debe variar otra para mantener la igualdad.
Por ejemplo, si aumenta la cantidad de dinero (M) y se mantiene constante la velocidad de circulación (V), necesariamente debe aumentar el precio (P) o el número de transacciones (T).
Si se emite dinero y se mantienen constantes el número de transacciones y la velocidad de circulación, necesariamente se registrará un aumento de precios.
Y así es como esta ecuación nos permite comprender el fenómeno inflacionario y desarrollar políticas de estabilización.
La ecuación cuantitativa en el caso argentino
Aplicando la ecuación al caso argentino, las variables se definen de la manera siguiente:
M = dinero en efectivo en manos del público y cuentas corrientes. Esto es el dinero inmediatamente disponible para transacciones. En la jerga económica, se conoce como M1.
P = Indice de Precios al Consumidor del INDEC hasta 2006 (por la escasa confiabilidad de los datos nacionales, consideramos el IPC de la Provincia de San Luis para los años 2007 y 2008).
T = Producto Bruto Interno (PBI) real
Así, en términos de variaciones porcentuales la ecuación cuantitativa se expresa de la manera siguiente:
Variación porcentual de M1 + Variación porcentual de V = Variación porcentual del IPC + Variación porcentual del PBI real
Entre 2003 y el primer semestre de 2008, en la Argentina, estas variaciones han sido las siguientes:
Año 2003: 50,3% – 28,06% = 13,4% + 8,84%
Año 2004: 30,0% – 16,57% = 4,4% + 9,03%
Año 2005: 26,3% – 7,52% = 9,6% + 9,18%
Año 2006: 20,7% – 1,33% = 10,9% + 8,47%
Año 2007: 28,3% + 4,45% = 24,1% +8,65%
Primer semestre de 2008: -1,0% + 18,80% = 14,8% + 3,00%
Ahora bien, ¿qué nos está diciendo la ecuación cuantitativa sobre el caso argentino?
Entre 2003 y 2006, mientras la cantidad de dinero (M) crece a tasas cada vez menores, la velocidad de circulación disminuye a tasas cada vez menores. Esto implica que la demanda de dinero de la población crece a tasas cada vez menores (la demanda de dinero está relacionada inversamente con la velocidad de circulación).
A partir de 2007, la velocidad de circulación del dinero aumenta. Así, la demanda de dinero disminuye.
La tendencia se agudiza en el primer semestre de 2008 por la inestabilidad política. A pesar de la reducción en M1, en el primer semestre de 2008, la inflación se acelera, producto del aumento de la velocidad de circulación.
Esto significa que la población, al perder progresivamente confianza en la capacidad de la moneda como reserva de valor, intenta desprenderse de sus pesos.
Es decir, los agentes económicos deciden comprar bienes, moneda extranjera u otros activos manteniendo menores posiciones en dinero. Y, de esta forma, el derrumbe de la confianza genera una aceleración del índice de precios.
Inflación y credibilidad
La credibilidad es una parte fundamental de cualquier programa de estabilización.
Como señala el modelo de Philip Cagan (expuesto en nuestro anterior artículo), la inflación depende tanto del crecimiento actual de la cantidad de dinero como de su crecimiento futuro esperado.
Así, un Banco Central no puede sencillamente eliminar la inflación restringiendo solamente el crecimiento actual de la cantidad de dinero.
Si los agentes creen que la cantidad de dinero seguirá creciendo en el futuro, seguirán tomando decisiones suponiendo que los precios seguirán aumentando (y estas decisiones contribuirán a que se cumpla la profecía).
De esta forma, un programa antiinflacionario efectivo requiere que el Banco Central sea capaz de convencer a los agentes de que realmente ha decidido adoptar una política monetaria estable.
Esto significa, lograr que los agentes confíen que el gobierno ha decidido dejar de emitir dinero para financiar sus gastos (los ingresos del Estado debidos a la emisión de dinero se conocen “impuesto inflacionario” o “señoreaje”).
Y esta confianza puede lograrse a través de la adopción de ciertas políticas fiscales, cambiarias y monetarias y al aumento de la independencia del Banco Central que le permitiría oponerse a las demandas de señoreaje del gobierno en el futuro.
En definitiva, la credibilidad es una parte fundamental de cualquier política de estabilización macroeconómica. Sin credibilidad, ninguna política funcionará.