Hoy la palabra es colaboración; en todos los ámbitos? Hay que acostumbrarse porque esto ya, no hay quien lo pare.
Uno de los fenómenos más importantes que han irrumpido en nuestra sociedad, gracias al avance de las tecnologías, ha sido la capacidad de colaborar y asociarse de manera rápida y eficaz. Esto está desembocando en un fenómeno relativamente nuevo que hemos empezado a llamar economía colaborativa.
Este fenómeno se ha ido manifestando y creciendo de forma espectacular: redes sociales como Twitter, Facebook o Linkedin; servicios casi universales como Youtube, Vimeo, o Spotify; fenómenos sociológicos como el Movimiento 15M y las revoluciones de Túnez y Egipto?
Toda esta “colección” no sería posible sin la irresistible evolución de las tecnologías de la información que han puesto sobre la mesa instrumentos enormemente eficaces para encontrar personas afines, con gustos afines, intereses afines y deseos de organizarse para alcanzar metas más ambiciosas: más amigos, más influencia, más reconocimiento profesional, más libertades, más participación en proyectos?
Dentro de un abanico enorme de posibilidades han surgido con mucha fuerza las iniciativas para financiar proyectos y empresas de manera global, mediante aportaciones económicas reducidas que, multiplicada por miles de anónimos participantes (al menos entre sí), alcanza sus objetivos, a veces en cuestión de horas, cuando hace escasamente cinco, seis o siete años, habría sido inviable o no podrían haberse si quiera intentado sin usar mecanismos convencionales: inversiones, capital riesgo, amigos cercanos, etcétera.
Esta capacidad de colaboración y asociación del ser humano también trasciende lo meramente económico y está cambiando, incluso, la percepción de lo que se puede alcanzar o no socialmente. El auge de nuevas asociaciones políticas como Podemos o Ciudadanos hunde sus raíces en el ‘tuit’ a ‘tuit’ o ‘boca’ a ‘boca’ cibernético que escapa al control de los lobbys, los gobiernos y demás centros de poder.
Plataformas como Lanzanos, Verkami, Kickstarter o Kiva, por poner cuatro ejemplos distintos pero con un mismo tronco común, y la participación individual mediante pequeñas aportaciones variables para lograr objetivos, son proyectos o productos que crecen de manera irresistible y constituyen el espejo en el que se miran nuevas iniciativas. Si se quiere coproducir una película de terror, aportar capital en la creación de un dispositivo revolucionario que se fabricará en San Francisco, ayudar a crear apps para abordar o detectar enfermedades, o prestar una pequeña cantidad a una mujer de Malí para poder sacar adelante su negocio, no debemos preocuparnos, probablemente no se esté más allá de cinco clics para conseguirlo. Estas cuatro aportaciones (y muchísimas más) se acaban de hacer y de manera extremadamente sencilla.
En los últimos meses el debate ha alcanzado a sectores aparentemente establecidos, y poco cambiantes, como la hostelería y el transporte: Airbnb y Uber han puesto patas arriba legislaciones, filias, fobias y modelos de negocio, habitaciones de hotel vendidas por horas, coches privados ofrecidos en alquiler, transporte privado reutilizado como mensajería? ¿Que más veremos? Probablemente mucho porque lo mejor está por llegar siempre.