Las empresas se fusionan o necesitan comunicarse entre sí, modificando, estandarizando y unificando sus procesos de negocio para reducir costos e incrementar la productividad.
Hace más de 40 años, el famoso escritor austríaco Peter Drucker advertía la profunda transformación que las nuevas tecnologías introducirían en la sociedad de la información y el conocimiento. En ese entonces, el empresario vislumbraba el avance de la globalización y su efecto en las economías, los mercados y los puestos de trabajo, por citar algunos ejemplos. En otras palabras, Drucker comprendió que el incesante crecimiento de la tecnología modificaría por siempre el modo de vivir de las personas.
Los años pasaron y hoy el mundo nos encuentra globalmente conectados y tecnológicamente integrados. Basta una computadora para ver televisión, pagar facturas, navegar por internet y leer un libro. En un contexto en el que todo fluye con una dinámica integral, las empresas se fusionan o necesitan comunicarse entre sí, modificando, estandarizando y unificando sus procesos de negocio para reducir costos e incrementar la productividad.
La integración, de este modo, se convierte en un concepto estratégico en la oferta de servicios. En muchos casos, la tecnología deja de ser una simple herramienta para convertirse en un elemento clave con injerencia en la integración de procesos, recursos y personas, convirtiéndose en motor de cambios profundos dentro de una organización.
Las funcionalidades de una nueva solución tecnológica (BPM-Gestión de Procesos de Negocios + Mobile, por ejemplo) siempre deben estar acompañadas o soportadas por el valor agregado de un equipo que entienda el concepto de integración y responda por todos los aspectos de esta nueva integración. Así se podrán controlar las distintas variables que entran en el proceso y alinear la implementación tecnológica a la gestión del negocio. En este sentido, de nada sirve que una empresa incorpore la mejor tecnología si no se consideran y resuelven todos los aspectos críticos involucrados en la implementación.
Para llevar a cabo este objetivo hay que tener una mirada integral de todo el escenario que vamos a afrontar. Para ello es preciso considerar los siguientes puntos:
La finalidad de estas acciones es mitigar los efectos no deseados del cambio y potenciar las posibilidades y oportunidades para la organización, su personal y el contexto en el que se desempeña.
Es muy importante realizar un relevamiento y diagnóstico de los procesos de la empresa, estar familiarizados con el entorno en el que vamos a actuar y evaluar el momento más oportuno para comenzar con el proyecto.
¿Se encuentra definido un frente, dentro del proyecto, responsable por gestionar el cambio, minimizando el impacto y asegurando el éxito de la implementación? ¿Cómo es la metodología de trabajo y la cultura organizacional de la empresa? ¿Están identificados los canales de comunicación interna? ¿Son los correctos? ¿Qué cualidades debe reunir el líder que conducirá al equipo? ¿Cuál es el gap entre las habilidades del equipo y los requerimientos del proyecto? ¿El equipo cuenta con las herramientas para asegurar el éxito del proyecto?
Como vemos, una mirada aislada de estos aspectos podría equivaler al fracaso del proyecto. Una visión global nos permite desarrollar un enfoque integral, minimizando y controlando riesgos, pudiendo anticipar eventos, reduciendo la incertidumbre natural de los proyectos, apuntando a optimizar la gestión y logrando mayor competitividad en una organización.