Creemos que nos sentimos motivados cuando tenemos deseos de hacer algo. Sin embargo, a veces no nos mueve el deseo de un logro en sí mismo, sino el miedo a que ocurra otra cosa que no queremos. Algunas personas sacan la energía y la fuerza para hacer algo solo si consiguen que alguna otra cosa no suceda.
También hay motivos internos que identifican necesidades, pensamientos y emociones, los cuales son procesos internos que energizan y dirigen la conducta. Las necesidades son condiciones internas de cada persona, para la preservación de la vida. Los pensamientos pueden ser las creencias y las expectativas, y también el nivel de autoestima que tiene cada persona. Los motivos externos son los incentivos, consecuencias o premios relacionados con el hacer o no hacer algo.
Es decir, si tenemos motivación interna, hacemos las cosas porque nos gustan, porque creemos que está bien hacerlas, o porque estamos convencidos de que es algo que necesitamos.
Si tenemos motivación externa, estamos pensando en los posibles premios que otra persona nos dé, en los regalos, en el status, en lo que piensen los demás de nosotros.
En ambos casos, si el objetivo no es claro, no hay motivación. La meta es el gran combustible para sentir ganas de ponernos en acción. Solo podemos hablar de motivación si hay objetivo.
¿Qué sucede cuando creemos que no podremos lograrlo?
¿Qué pasa cuando queremos algo pero estamos llenos de miedo?
¿De dónde sacamos las ganas de hacer algo cuando ya lo intentamos muchas veces y no nos salió?
¿Cómo nos motivamos cuando pareciera que tenemos el mundo entero en contra?
Cuando la meta es clara y precisa, está bien definida y podemos visualizarla con todos los sentidos, reducimos la distancia entre nosotros y lo que deseamos o nos han pedido que hagamos. La visión del logro nos alienta a superar cualquier inconveniente que pudiera aparecer entorpeciendo el camino. Tener claro el objetivo dinamiza el deseo. Es importante tomarnos el tiempo para analizar y diseñar su viabilidad y alimentar las expectativas para alcanzarlo.
Creencias
Para que la motivación se dinamice es importante que consideremos qué nos estamos diciendo acerca de nuestro objetivo. Además de las metas y los planes para realizarlas, tenemos una serie de creencias acerca de la posibilidad de conseguirlas o no. Esas creencias son conocidas como expectativas. Las expectativas en relación al logro de una tarea están basadas en varios factores: la dificultad de la tarea, la imagen personal, las estimaciones de autoconfianza y autoeficacia para realizar con éxito la tarea. Nuestras expectativas para realizar bien una tarea influyen en la motivación en llevarla a cabo.
Si nos decimos que algo es muy difícil y que no podremos hacerlo estamos bajando el nivel de motivación, ya que la expectativa de lograr algo se desvanece.
“No es para mí”, “Yo no sirvo”, son creencias limitantes que reducen la posibilidad de ponernos en acción para lograr lo que decimos que queremos lograr.
Un trabajo reflexivo y profundo, guiado por un coach o terapeuta, nos puede ayudar a quitar fuerza a todo aquello que limite la posibilidad de conseguir lo que deseamos.
Obstáculos
Cuando convertimos un sueño en meta, lo primero que hacemos es poner una fecha. Ese es el primer requisito para hacer más concreto y tangible un deseo. Sin embargo, la fecha estimada de logro no es el único elemento de un objetivo bien formulado. Cuando le damos forma a un sueño para transformarlo en meta, hacemos una evaluación de cuáles son los posibles obstáculos que van a aparecer.
Esos obstáculos pueden ser faltos de algún recurso externo, dinero o la presencia de alguien que nos ayude. Pero pueden también ser recursos internos: persistencia, paciencia, determinación, tolerancia a las frustraciones.
Si tomamos en cuenta todo aquello que nos puede demorar, y tomamos recaudos para estar listos para afrontar lo que se nos presente, podemos seguir enfocados en el resultado que deseamos, o tal vez se nos ocurran opciones creativas aún mejores que lo que vimos en nuestra pantalla mental en un primer momento.
Es necesario tomar cualquier obstáculo que aparezca como un objetivo en sí mismo, o un sub-objetivo para llegar a nuestra meta. La motivación aflora como algo posible. Los resultados pueden demorarse, pero cuando la meta es clara, encontraremos formas de llegar.
Miedos
Muchas veces el obstáculo principal es el miedo: miedo a no lograr lo que deseamos y a desilusionarnos, y también miedo a lograrlo y no saber qué hacer con eso. El miedo a la propia grandeza es uno de los principales bloqueos de la motivación.
El miedo suele aparecer cuando la meta es demasiado grande, y creemos que para lograrla debemos hacer una gran revolución: un cambio interno que nos desestabilizaría, una nueva percepción de quiénes somos, un nuevo contexto.
El problema no es el objetivo, el inconveniente es la falta de diseño, de preparación, de planificación de cada uno de los pasos para ir llegando a esa meta.
Si el miedo nos hace ser cautelosos y evaluar bien posibles inconvenientes para no tirarnos de cabeza a una pileta vacía, ese miedo es muy positivo. A veces sentir demasiada confianza es un gran peligro. En ocasiones las personas plantean que quieren aumentar la confianza en sí mismos cuando en realidad necesitan aumentar su conocimiento o capacidad para hacer las cosas.
No trata solo de desearlo, todo éxito se construye, se diseña, se crea. Para conseguir algo necesitamos dedicarle tiempo, ganas y buena voluntad. Nada aparece por generación espontánea.