En la Semana Mundial por la Sensibilización sobre el consumo de sal, que se celebra del 16 al 22 de marzo, buscamos motivar en la población la toma de conciencia sobre el consumo de sal y sus efectos en la salud.
Es sabido que su excesiva ingesta (particularmente el sodio que la sal contiene) es el principal factor de riesgo de contraer hipertensión arterial; así como también es un fuerte favorecedor de la aparición de enfermedad de las arterias coronarias, infarto de miocardio, insuficiencia renal y obstrucción de las arterias de los miembros inferiores. Es por esto que las autoridades médicas internacionales recomiendan consumir no más de 5 gramos de sal diarios. Algunos pacientes hipertensos o con insuficiencia cardíaca deberían consumir aún menos.
Mientras tanto, en nuestro país, y en el mundo occidental, se calcula que un adulto promedio consume entre 10 y 12 gramos diarios; es decir, más del doble de lo recomendado. Un aporte mínimo de sal es esencial para la vida, si bien el exceso que ingresa habitualmente a nuestro organismo proviene de 3 fuentes:
- La que se utiliza en la cocina del hogar para la elaboración doméstica.
- La que se agrega en la mesa.
- La que contienen los alimentos procesados, envasados o enlatados, que utilizan sal para la conservación de los mismos.
El hábito poco saludable de “sobresalar” los alimentos, agregándola a los platos aún antes de probarlos, es una costumbre sumamente negativa pero muy común. La Encuesta Nacional de Factores de Riesgo, comprobó como dato significativo que el 25,4% de la población argentina agrega siempre sal a las comidas en forma discrecional.
¿Qué podemos hacer para revertir el excesivo consumo de sal?
Es importante recordar que los alimentos más ricos en sal son las “comidas rápidas”, fiambres, embutidos, papas fritas, conservas de anchoas u otros pescados, ketchup, mostaza, ingredientes de aperitivos y aceitunas envasadas. Por el contrario, los alimentos frescos, ya sea de origen vegetal o animal, contienen una menor cantidad. En este sentido, la sal puede reemplazarse por muchas especies y condimentos, como el limón, vinagre, aceto balsámico, perejil, orégano, ajo, entre otros. También, pueden utilizarse las sales comerciales con bajo contenido (o carentes) de sodio, que contienen cloruro de potasio en lugar de cloruro de sodio.
Por esto, es muy recomendable inducir a las familias y a la población en general a adaptar el paladar a estos productos. Ello se logra con persistencia y constancia, y debe iniciarse desde la más temprana edad. Los bebés y niños pequeños no han acostumbrado aún su paladar a los sabores salados. Muchas veces, es la cultura alimentaria familiar y social la que incentiva esto, de modo que tenemos que ser concientes que los niños pueden convertirse en verdaderos factores de cambio e impulsores de una nueva sociedad en donde primen hábitos más saludables.
Esto, junto al desarrollo y la aplicación de campañas públicas que busquen reducir el consumo de sal en toda la población a partir de la concientización y la educación, permitirá construir una sociedad más sana y saludable.