Una de las consultas más frecuentes de nuestros días es la búsqueda de una dieta que busque una solución, un resultado para cambiar el cuerpo y modificar la imagen. Aquella que nos permita comprar ropa o usar la que atesoramos hace tiempo para cuando esté más flaca.
Las mujeres han encontrado a lo largo del tiempo distintas soluciones, han probado miles de “dietas mágicas” con las que algunas veces lograron tener esa figura soñada. Pero, estos regímenes bajos en calorías, excluyentes de hidratos de carbono o huelgas de hambre, corrompen totalmente el vínculo con la comida, diabolizándola y olvidando cuál es el sentido real de comer.
Angustia, llanto y depresión son algunos de los sentimientos que aparecen como resultado de la frustración que provoca el fracaso de no poder sostener esa solución que creían haber encontrado. La imagen corporal que uno tiene de sí mismo ayuda a construir la autoestima. En la mayoría de estas personas la imposibilidad de lograr lo que quieren ser, condiciona cuán felices son generando un gran cambio en su calidad de vida.
En nuestro país, según la última encuesta de factores de riesgo del año 2013, el 57,9 % de la población tiene exceso de peso, el 37,1 % tiene sobrepeso y el 20,8 % tiene obesidad. Además, se ha demostrado que las cifras aumentan potencialmente con respecto a las encuestas de los años 2005 y 2009. Como conclusión deberíamos interpretar que las tendencias actuales para bajar de peso no están funcionando y el motivo principal es considerar que “la comida es un problema” y que la “solución es no comer”.
Existen posibilidades terapéuticas con un enfoque integral que permita ayudar a cambiar los hábitos; donde el foco no sea sólo la comida o la búsqueda de un resultado, sino el manejo conjunto de todos los puntos que debilitan a la persona.
Es importante trabajar desde el área endocrinológica para estudiar metabólica y hormonalmente a la persona según la etapa de la vida en la que se encuentre, descartando que exista alguna causa agravante de la situación o estudiando los factores de riesgo que se pudieron haber establecido y qué es necesario tratar.
Desde el punto de vista nutricional, hay que acompañar al paciente en el cambio, enfocándose no sólo en la alimentación sino en el manejo de las emociones y en el comienzo de la realización de ejercicio físico, estableciendo pautas que puedan ser alcanzadas, logrando día a día pequeñas modificaciones que puedan sostenerse y que con el tratamiento apropiado logre como resultado la pérdida de peso.
Claro está que NO existen las dietas mágicas ni milagrosas, solo hay que proponerse trabajar todos los días para cambiar los hábitos y mejorar el cuerpo de una forma segura y saludable. Si todos adoptamos esta metodología, seguramente disminuiremos la posibilidad de caer en la creciente epidemia de obesidad.