Migraciones, mercados emergentes, talento y globalización. ¿Cómo evitar los efectos negativos de estos cambios para los trabajadores?
El mundo del trabajo se volvió chato. Las mega-tendencias en tecnología, demografía, urbanización y globalización contribuyeron a hacer del mundo un lugar más pequeño y plano. Pero, ¿qué significa esto para el futuro de los trabajos y los prospectos futuros de los trabajadores y las empresas?
En las últimas tres décadas vimos duplicarse la población mundial. La caída de la Unión Soviética y la apertura de India y China a la economía mundial dieron como resultado que la población activa mundial creciera a casi 3000 millones de personas, de 1500 millones en 1989.
Simultáneamente, la manera misma en que se busca, intermedia y contrata el trabajo se vuelve cada vez más chata.
La migración es más fuerte que nunca. Más de 1000 millones de personas atravesaron fronteras en 2009 – cinco veces el movimiento de 1980- y la mayoría migraron en busca de trabajo.
Mientras que la incidencia de las personas que migran en busca de trabajo creció, también vemos el fenómeno inverso de trabajos que migran en busca de personas, con un sostenido crecimiento de las contrataciones off-shore en los últimos años.
Movimientos de personas, trabajo y empresas del hemisferio Norte al Sur y del Oeste al Este se tornan evidentes y se acelerarán.
También lo harán el crecimiento de ciudades y de la urbanización. Durante los últimos 30 años, la población que vive en áreas urbanas creció un promedio de 65 millones de personas por año, equivalente a siete ciudades del tamaño de Chicago por año.
Y estimaciones del Banco Mundial afirman que el 53% de la población mundial vive en ciudades, y la mitad del crecimiento del PBI mundial de 2010 a 2025 vendrá de 440 ciudades en mercados emergentes, el 95% de ciudades pequeñas y medianas.
En el mundo digital de hoy, el trabajo ya no es un lugar al que se va, sino una tarea a cumplirse. Estas metrópolis están destinadas a crecer y prosperar como centros creativos y orientados a los servicios.
La globalización de las empresas con fuerzas laborales mundiales interconectadas ya es una realidad. China convirtió en la fábrica del mundo, mientras que India funciona como el “back office” global.
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Este achatamiento también impacta al mundo de los negocios. En el 2000, el 95% de las empresas más grandes del mundo tenían su sede en países desarrollados. Hacia 2025, cuando China se transforme en el hogar de más grandes empresas que Estados Unidos o Europa, se espera que al menos la mitad de las empresas más grandes del mundo (aquellas con una facturación superior a u$s1000 millones), tendrán su sede en países emergentes.
¿Cuáles son las implicancias de este proceso en la fuerza laboral del futuro? Para las empresas significa que están buscando talento en un “pool” mundial para satisfacer sus necesidades de personal, y que cada vez más eligen trabajar con el sector del empleo en la búsqueda y selección para poder satisfacer la demanda a nivel mundial.
Este mundo chato también eleva las posibilidades del “dumping” social, a medida que los inmigrantes “baratos” invaden el mercado laboral y ofrecen habilidades y flexibilidad a cambio de una remuneración más competitiva.
Esta situación será un desafío para los trabajadores y las empresas. A medida que los países desarrollados se alejen de las economías manufactureras hacia economías de servicios en alza y economías virtuales, las organizaciones tendrán acceso a una mayor variedad de trabajadores.
Por otra parte, esto significa que los países en desarrollo tendrán la oportunidad de acceder a mayores y más amplias oportunidades de trabajo, y que sus economías estándares sociales se elevarán.
En las últimas décadas, la globalización sacó de la pobreza a millones de personas en Asia, e impulsó las inversiones en educación. La productividad laboral en Asia está creciendo el doble de las tasas mundiales, y se les está brindando protección social a personas que jamás tuvieron acceso a ello, derivando en el crecimiento de la clase media mundial (desde el 2000 se sumaron 400 millones de trabajadores a las filas de la clase media).
Para abordar las potenciales consecuencias negativas de la globalización, debemos trabajar juntos en la creación de regulaciones internacionales adecuadas. A medida que los empleos y el trabajo traspasan las fronteras y la legislación, necesitarán ser reguladas a nivel supra-nacional o global para brindar protección social a todos los trabajadores.
Los beneficios deben encontrarse atados a las personas, y no a las empresas o jurisdicciones, siendo portátiles a medida que los trabajadores del mañana avanzan en sus vidas laborales en el mercado laboral abierto y globalizado que constituye al nuevo mundo del trabajo.
Al respecto, José María Mariani, director de la Federación Argentina de Empresas de Trabajo Temporario (FAETT), argumenta que “se presenta en la Argentina la oportunidad de ratificar la Convención N° 181 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT). Dicha convención provee un marco legal dentro del cual las agencias privadas de empleo puedan operar; ayuda a prevenir la competencia injusta de comerciantes y/o empresas usuarias desleales; a contrarrestar abusos y prácticas ilegales; al tiempo que favorece la inclusión de los colectivos más vulnerables: jóvenes entre 18 y 25 años y mayores de 45”.
El experto argentino sostiene que, de ratificarse la normativa, “son los trabajadores los principales beneficiarios, ya que crece la protección en materia de seguridad social; se prohíbe el trabajo infantil y se evita la discriminación”.
Fuente: iProfesional