Los logos son una de las partes de las marcas más analizadas y comentadas. Pero, ¿realmente son tan importantes o están algo sobrestimados?
Los logos de las marcas siempre han levantado pasiones. De hecho, existen videojuegos enteramente dedicados a adivinarlos con tan solo unas escasas pistas y YouTube está plagado de vídeos que afirman descubrir mensajes escondidos entre ellos. Muchas personas construyen su imagen de marca alrededor de él y echan a los perros a la compañía si se atreve a rediseñarlo.
Las marcas también los usan a su antojo, pensando que un buen rediseño puede meter bajo la alfombra las cuestiones más peliagudas o las polémicas que todavía caldean. Pero quizás los logos no digan absolutamente nada.
En un momento como el actual, todo el mundo habla sobre las experiencias de los consumidores. Las marcas más exitosas cambian su mentalidad, ofreciendo a los clientes una experiencia y no solo un producto. En este nuevo panorama, parece complicado encajar algo tan “rancio” como un logo.
Ahora bien, eso no significa que los logos se hayan vuelto prescindibles. Todo lo contrario, siguen siendo una parte muy relevante de la marca. Pero no tiene sentido sostener toda una marca en ellos, como señala Jon Hollamby, product design manager de Domain, en FastCompany.com.
Pero entonces, ¿en qué se puede dedicar todo el tiempo ahorrado en comerse la cabeza para encontrar el logo perfecto?
Bueno, la identidad visual es importante, sin duda alguna. Pero la identidad experiencial de una marca es tan o más importante incluso y es la gran olvidada. ¿Por qué está la marca en el negocio? ¿En qué cree? ¿Cuáles son sus valores?
Las grandes marcas se construyen desde dentro hacia fuera. Lo más importante (y más difícil) es determinar lo que van a sentir los consumidores cada vez que experimentan la marca. A nadie le importa que una aerolínea tenga un monísimo y fantásticamente diseño logo de unicornio dorado si luego cancela todos sus vuelos.
Un ejemplo de ello es Nike. Phil Knight tuvo una visión un día. Si todo el mundo corriera una vez al día, el mundo sería un lugar mejor. Él creía tanto en esa visión que tan solo contrató a gente que la compartía. Si tienes un producto en el que la gente puede creer, la gente podrá confiar en él. Cada conexión emocional conseguida es mucho más importante que el diseño del logo.
Si su marca no tiene un propósito, deje de perder tiempo buscando el logo perfecto y encuentre dicho propósito. Una vez que lo consiga, todo será más fácil.
La principal lección es que la experiencia del consumidor es más que el producto o servicio en sí o incluso más que la propia marca. Es cada interacción, cada touchpoint. Escuche a sus consumidores, pero también a su staff, trabaje con ellos, desarrolle su marca en función del propósito en el que estos creen. Cuando tu equipo está alineado contigo, es mucho más sencillo que los consumidores perciban el propósito de la marca.
Recapitulando. El logo ha bajado del pedestal, la marca tiene un propósito y todo el equipo rema en la misma dirección. Ahora el último paso (y el más crucial) es descentralizar la marca.
Tradicionalmente, el marketing ha sido el custodio del branding. En él solía caer toda la responsabilidad, mientras que los otros equipos contribuían de forma pasiva. Si un solo departamento controla la marca, el resto dejará de pensar en ella y de preocuparse por ella. Y esto puede tener un enorme impacto a la hora de transmitir el propósito de la misma.
Para empezar a solucionar esta cuestión, se puede comenzar con una perspectiva compartida. No significa alejar la marca de un departamento, significa hacer que todos los departamentos la compartan. Si el branding empieza a ser responsabilidad de todo el mundo, todo el mundo se volverá customer-centric.
Fuente: Marketing Directo