Cuando termino la introducción de mi curso sobre problemática PYME, los alumnos me miran como si hubiera revelado una verdad que parecía un secreto. Es un momento parecido a cuando el psicólogo nos enfrenta a eso que por alguna razón no queríamos ver.
Hace poco, un empresario se me acercó durante el break y me dijo: “¿Cómo puede ser que sepas lo que me pasa? ¿Conocés mi empresa? ¿Quién te conto?”. Pero en esto no hay magia y le revelé mi secreto: “No se trata de saber tu realidad: a todos les pasa lo mismo. Ese es mi truco”.
Todas las pequeñas y medianas empresas suelen pasar problemáticas similares.
No sé donde estoy parado
Tarde o temprano el empresario termina confesando que tiene la sensación de no saber dónde está parado. ¿Qué quiere decir? Simplemente que no entiende a su propia organización. Se acostumbro a vivir en el día a día y a seguir subsistiendo, pero en realidad no tiene claro dónde está su negocio o qué está pasando realmente.
Fijo muchos objetivos que nunca cumplo
A veces plantearnos metas puede ser un arma de doble filo. Cuando algo nos preocupa, para calmar nuestra ansiedad, ponernos el objetivo de solucionarlo hace que momentáneamente el problema desaparezca. Pero debemos superar la simple enunciación para dotarlo de un horizonte temporal, un presupuesto y una definición clara de lo que se espera obtener. El mayor riesgo de fijar objetivos y no cumplirlos es que con el tiempo empezamos a frustrarnos. Así, nos convencernos de que no servimos para esto, algo que puede no ser cierto. En los negocios, hay metodologías para intentar triunfar más veces de las que se fracasa.
No sé exactamente si gano o pierdo
¿De qué sirve poner tanto esfuerzo en algo si no sé si realmente genera o no beneficios? El problema es que saberlo no es fácil, requiere conocimientos y metodología. Las finanzas no son simples, la razón no alcanza para entenderlas. Así como es imposible aprender matemáticas simplemente leyendo un libro, tampoco se pueden comprender de esa forma la economía y las finanzas de una empresa.
Si me voy de mi empresa nada funciona
Cuando alguien me dice esto, le respondo con preguntas: ¿Cómo lo sabe? ¿Cuántas veces lo probó? El tema no es si la empresa funcionaría sin el jefe, sino que se está haciendo para que eso suceda. Seguramente, algunas cosas sí funcionarían y otras no tanto. Hay que apalancar las primeras y trabajar sobre las segundas. Una a la vez.
Es imposible delegar responsabilidades
Esta situación es similar a la anterior. Delegar implica asumir que alguien puede equivocarse. Y no hay que olvidar que hacerlo sin una planificación es la principal causa de fracaso. Es necesario definir los parámetros e indicadores que determinan si la tarea se está realizando bien o no.
No sé qué vendo realmente
Hoy pocos negocios venden sólo un producto o servicio. Es decir, pocos clientes pagan solamente por el producto genérico. Cada vez más vendemos intangibles, que vienen como anexo del producto. Si no tengo claro qué vendo, corro el riesgo de dejar de vender simplemente por dejar de ofrecer lo que realmente querían los clientes. Un consejo: no hay mejor forma de saber qué vendo que preguntando a los clientes.
Siento que cuanto más crezco peor estoy
Crecer implica más movimiento, operaciones e información para analizar. Significa empezar a conocer las tan temidas finanzas. La clave es entender en cada etapa lo que me está pasando e ir construyendo la empresa a medida que crece. El crecimiento debe ser escalonado, para tener tiempo para analizar el modelo de negocios.
Me siento un esclavo de mi empresa
Si uno preguntara a mil emprendedores por qué deciden emprender, seguramente una de las frases más escuchadas sería “para ser libre”. Sin embargo, con el tiempo muchos sienten que no pueden salir ni un minuto de su negocio. Algo no anda bien o debemos redefinir el concepto de libertad. Para ser libre es importante no meterse uno mismo en una celda. La clave está en asesorarse, escuchar a los que saben y armar una empresa sin perder de vista el objetivo de ser libre y, por qué no, feliz.