En los tiempos de las redes sociales y los perfiles profesionales en ellas, se puede caer en la tentación de pensar que el profesional de turno ya tiene todo el trabajo hecho en lo que respeta a crear su imagen personal y los ‘marcadores’ que le permitirán hacer llegar su marca personal. Por un lado, estos perfiles hacen que la información esté siempre disponible. Por otro, hacen que el ‘otro’ solo tenga que poner nuestro nombre en un buscador para ser capaz de localizarnos. Internet, y nuestra presencia en la red, ha hecho que las cosas sean más fáciles y que ciertos elementos ‘de antes’ parezcan superfluos. Pero ¿lo son realmente?
En realidad, a pesar de que con cada profesional parece que vaya ya de mano un perfil en LinkedIn y una cuenta profesional en alguna otra red social, lo cierto es que seguramente ese mismo profesional esté echando mano de alguna otra herramienta tradicional para impulsar su marca personal. Como sigue siendo importante cuidar el vestuario para transmitir ciertas ideas, por ejemplo, también lo es seguir empleando ciertos elementos de fuera de la red. Y uno de esos elementos son las tarjetas de visita.
Las tarjetas de los profesionales no han desaparecido ni han dejado de ser intercambiadas. Y, en resumen, se podría decir que hay ciertas razones por las que no dejarán tampoco de hacerlo en el futuro.
Son una manera de llamar la atención del receptor
Las tarjetas no tienen que ser, en este tiempo y hora, como lo eran antaño. No estamos condenados a asumir una de esas tarjetas de visita de color blanco con nuestro nombre en cursiva. De hecho, no deberíamos ni pensar en ellas, salvo que se quiera transmitir una imagen muy concreta. Tenemos que ir un paso más allá y ser creativos. Las tarjetas creativas y originales ayudan a llamar la atención del receptor, a que lo que está viendo funcione a un nivel diferente y a que el mensaje no se quede perdido en la cartera o el bolsillo de quien ha recibido la tarjeta.
Son, por tanto, una manera de irrumpir en la conversación y de quedarse en la memoria del interlocutor. Además, si lo que se intenta es vender un perfil creativo e innovador, son una de las mejores maneras de transmitirlo.
Son una suerte de logo que transmite tus valores corporativos
Y es que, volviendo a la explicación final del punto anterior, las tarjetas son en muchas ocasiones al profesional lo que el logo a la empresa. Son la manera de transmitir en un solo golpe visual muchos valores de marca personal. El receptor no tendrá que intentar desentrañar lo que somos o lo que queremos compartir con él. La tarjeta hará parte de ese trabajo. No hay más que pensar, por ejemplo, en lo que los colores o la disposición del texto (incluso el contenido de ese texto) puede hacer.
Son un recordatorio que hará que se tenga en la memoria
Un saludo, una presentación, un par de comentarios sobre el café de la pausa dentro de las conferencias y un par de reflexiones sobre lo que nos parece lo que estamos viendo: en el mundo del networking – y en la búsqueda acelerada de hablar con el mayor número de posibles contactos en un evento – eso es a lo que al final se resume la conversación que se puede tener (mientras, muchas veces, uno no para de pensar en lo poco que ha nacido para hacer networking…). Cuando se acaba esta breve conversación, el contacto en cuestión pasará al mismo ciclo con el siguiente potencial contacto.
Al final del día, y al final de la acumulación de pausas café, encuentros casuales y comidas business, lo más probable es que, a aquella persona con la que realmente queríamos contactar, nuestra cara y nuestra historia se le hayan fusionado con la cara y la historia de las otras 20 personas a las que acaba de conocer. La tarjeta (si está bien hecha) puede ser el antídoto a esta situación, el recordatorio de lo que sería transmitir. Es como uno de esos mensajes de la app de turno que te recuerda la última oferta o que tienes que salir ya de casa para no perder el avión que vas a coger.
Son una manera rápida (todavía) de encontrar tus datos de contacto
Puede parecer que tener un tarjetero es algo un tanto demodé, pero en realidad no lo es tanto. A pesar de lo que pueda parecer, para muchos profesionales su colección de tarjetas sigue siendo una manera rápida de encontrar los datos de contacto de aquella persona con la que quiere contactar y con la que necesita hablar en ese momento.
Forman parte de un ritual
Y, finalmente, no se debería olvidar una parte muy importante en todo esto. El intercambio de tarjetas no es solo una herramienta de networking o una fórmula para hacer que no se olviden de nosotros, sino que también es una manera de cumplir con un ritual social. Llevamos intercambiándonos tarjetas (antes incluso se hacía no solo a nivel profesional sino también personal) durante siglos y eso ha hecho que se haya convertido en una costumbre, una parte más del ritual de la presentación.
De hecho, no hay más que pensar en lo que ha ocurrido la última vez que se ha conocido a alguien ‘de negocios’ para verlo. Lo más probable es que en algún momento de esa presentación nos haya preguntado si teníamos una tarjeta.
Fuente: Puro Marketing