En una encuesta del Wall Street Journal, un 40 por ciento de los consultados confesó haber tenido un romance de oficina en algún momento de su carrera. Si le gustan los detalles, en una encuesta de Vault.com, el 19 por ciento confesó haber tenido “encuentros” con colegas en lugares tan disímiles como la oficina del jefe o en el auto, camino a visitar a un cliente.
Los romances de oficina son un fenómeno cada día más frecuente (e inevitable). La edad del matrimonio se estira. Los jóvenes suelen entrar solteros a la empresa. Las mujeres se consolidan en la fuerza laboral, trabajando codo a codo con los varones.
Si tenemos en cuenta las largas horas que pasamos en la oficina, no debería sorprendernos que las relaciones amorosas (o sólo sexo pasajero) sean tremendamente comunes en la vida corporativa. Según una encuesta conjunta de Lawyers.com y la revista Glamour, tres de cada cuatro empleados creen que los romances de oficina son más frecuentes que una década atrás.
Sin embargo, el hecho de que sean un fenómeno corriente no los convierte en menos preocupantes para los departamentos de recursos humanos.
Según un artículo de Wharton Business School, los romances oficinescos pueden ser verdaderos dolores de cabeza. La formación de una pareja puede quebrar la performance de un equipo de trabajo. Y la situación se vuelve infinitamente más compleja cuando la relación se produce entre el jefe y su colaborador. En estos casos, no tardan en llegar las denuncias de favoritismo (que hasta pueden terminar con la salida de la organización de los implicados).
Pregúntele a Harry Stonecipher, el CEO de Boeing que tuvo que renunciar cuando se descubrió que tenía un romance con una vicepresidenta de la compañía.
¿Qué hacen los departamentos de recursos humanos?
Algunas compañías tienen códigos de ética conocidos como “dating policy”. Pero pocos confían en su eficacia. ¿Qué sentido tiene legislar sobre algo que no puede ser controlado? Por más prohibidos que estén los romances de oficina, cuando el amor llama, las regulaciones son la menor de las preocupaciones de los enamorados.
Por eso, muchas compañías escogen otra solución. En lugar de prohibir los romances, exigen que éstos sean informados desde el momento en que comienzan. Así, la empresa puede tomar una decisión rápida para que el clima laboral no se resienta, por ejemplo, transfiriendo a uno de los enamorados a otra área.
Aunque claro, la efectividad de esta solución depende en gran medida de la cultura de la compañía.
En una empresa culturalmente abierta y respetuosa, los romances no tienen por qué ser un problema. Los empleados no deberían temer a declarar: “Sí, es cierto, nos amamos. Pero nuestra relación no afectará nuestro desempeño”.
Sin embargo, en las compañías de ambiente opresivo, ¿cuántos se animarán a confesar su amor? Posiblemente, muchos optarán por mantener en secreto su noviazgo por temor a venganzas o los infaltables rumores malintencionados.
En definitiva, romances de oficina, ¿sí o no?
Los expertos no se ponen de acuerdo. Por un lado, sostienen algunos, los vínculos sentimentales podrían afectar el rendimiento y engendrar favoritismos. Sin embargo, afirman otros, más allá de los imperativos de eficiencia, los miembros de las corporaciones siguen siendo hombres y mujeres de carne, hueso y sentimientos. Entonces, alegan, ¿qué sentido tiene luchar contra lo inevitable?